Señora, permítame confesarle que nunca tuve la intención de inmiscuirme en esta historia. La admiro profundamente. ¿Cómo logra comprender y aceptar a ese hombre, tal como es? ¿O acaso está cegada por la ilusión? Aunque a veces me detengo a pensar, ¿cómo se puede estar cegada en una situación como la de ustedes dos?
En múltiples conversaciones que ustedes tienen por teléfono, he estado ahí escuchándolo decir que la ama. "¡Te amo, mi vida! ¡Te amo!" y he escuchado estas palabras hasta más de cinco veces en una llamada telefónica. Palabras que dice, a mi parecer, con la intención de alguien que quiere engatusar a otra persona. Pero más que engatusarla, quiere usar el poder de ciertos mensajes a su favor. ¿Tal vez lo dice porque pretende reforzar dentro de él sentimientos que no está seguro de sentir? ¿O quizás las recita porque la ama con todo su corazón?
Ese hombre que dice amarla me confesó que jamás ha sentido amar a unas personas distintas de su madre y los hijos que tiene, producto de su primer matrimonio. El problema, señora, no es amar o no amar. El problema, señora, es mentir, engañar. ¿Con qué fin le dice siempre que la ama? ¿Con el fin de retenerla? ¿Con el fin de enamorarla? ¿O acaso es para que usted se sienta amada y deseada? Eso solo usted lo puede saber, aunque yo, por mi parte, me deleito con las conjeturas.
Mil disculpas por adelantarme en la historia. Permítame entonces adentrarnos en los detalles de la cara de la moneda que he visto.