A veces me detengo a pensar, ¿si la historia fuera al contrario? ¿Usted que haría?, es decir, si usted fuera yo y yo fuera usted. ¿Diría no a las propuestas de mi esposo? ¿Miraría en su mano la argolla de compromiso y entendería que es un hombre casado, como lo hago yo?
Es fácil demonizar a los demás y juzgarlos cuando nunca hemos estado en sus zapatos, cuando no hemos visto ni sentido los sucesos desde el ángulo de la vida que ellos los ven y los sienten. Es fácil ponerles un nombre, una etiqueta para referirnos a ellos despectivamente.
Yo nunca quise encontrarme con su esposo. Creo que pocas personas, conscientes de lo que van a sentir y vivir, querrían una experiencia como esta. Las vidas de nosotros dos simplemente colisionaron.
Si yo fuera usted, aprendería del mejor de los maestros el arte de decir "te amo" creíblemente y se lo diría en defensa propia, con la misma elegancia, credibilidad y dulzura que él lo dice.
Si yo fuera usted, se me antojaría besar otras bocas, como se le antoja a él, y le sería infiel. De eso no tengo la menor duda. Por lo menos, no sería la única engañada y lo perdonaría, pero no seguiría con él.
Tal vez lo que ese hombre necesita es un poco de su propia medicina.
De pronto, usted sí aceptaría las propuestas de mi esposo. De pronto, en este momento, yo no lo acepte, pero en unos meses sí.
No le puedo decir que nunca aceptaré su propuesta, porque comparto con él más de ocho horas al día, cinco días a la semana y el tiempo está haciendo mella en mis sentimientos.
Si usted estuviera en mi lugar, ¿qué haría?