Un día en el bar de siempre, en mi mesa se sentó uno de mis compañeros de área, un hombre que roba suspiros por donde pasa. Entonces comenzamos a tomar y a hablar cuando me dijo: “ Está claro que a las mujeres les gusta rehabilitar al chico malo”. No entendí muy bien qué quería decir con eso, pero él continuó hablando y me dijo: "Yo veo a mujeres que se involucran con hombres que desde el inicio se sabe que tienen una personalidad muy complicada, mujeriegos, machistas, entre otros, y que no serán buenas parejas, pero ellas insisten en rehabilitarlos".
—¿Por qué lo hacen? —me preguntó.
—Qué buena pregunta me pareció. Lo primero que se me vino a la cabeza fue que no sabemos elegir, que pensamos que podemos cambiar a una persona, o que creemos que las personas van a cambiar por nosotras —eso fue lo que le respondí.
—¿Por qué llegaste a esa conclusión? —le pregunté.
—Por lo que pasó con mi exesposa.
Hay que reconocer que de todo se ve en la viña del señor. Mi compañero se había divorciado de su esposa hace un año porque ella le había sido infiel. A mí siempre me pareció el tipo de hombre con el que muchas mujeres quisieran estar, un caballero. Ahí, entendí el porqué de su conclusión.
—Me dijo: Mira yo no voy a renegar contra mi género, pero el tipito con el que me engañó mi esposa es del estilo de “ya sabemos quién”.
Quedé muda. Pensé que yo le tenía manía a su esposo porque me gustaba y me estaba inventando todo. Pero ahí me di cuenta de que no, que mis pensamientos estaban bien, que todos los chismes que escuchaba en la empresa no eran solo habladurías, porque al parecer mi compañero dominaba información privilegiada que no me contó, pero me insinuó de sus conocimientos. En el fondo le caía un poco mal porque le recordaba al hombre que se metió en su matrimonio de seis años, con hijos a bordo.
—Definitivamente yo no entiendo a las mujeres. ¿Sabes qué es lo más irónico de todo? que el tipejo este ya le puso el cuerno a mi ex.
—Mmm, así es la vida —le respondí.
—Sabes, creo que ella conocía su comportamiento desde hace mucho. Él era uno de sus compañeros de trabajo —me dijo.
—No creo que ella quisiera algo estable con él —Le contesté. Solo era una aventura, no contó con que la descubrirías.
—Mala suerte —Repuso.
En ese momento pensé, qué peligrosos son los compañeros de trabajo. Creo que compartir tanto tiempo con ellos nos confunde la cabeza. Algunos vivimos en nuestro empleo y vamos a dormir a casa.
—Aunque realmente pienso que ella quería rehabilitar al chico malo y no lo logró. —me dijo.
—Yo no he visto a la primera que lo logre. —le respondí.
—Somos dos —me contestó.
Nos reímos y acordamos estar pendientes por si conocíamos alguna que lo hubiera logrado para preguntarle la receta.
—¿Y entonces vas a volver con ella?— le pregunté.
— Ni loco —me respondió.
Hace un tiempo había notado que entre él y yo había una especie de amistad muy sincera, que me sentía muy allegada, así que nos convertimos en buenos amigos. Lo mucho que se aprende de los hombres cuando se es amiga de ellos.
En el tiempo en que traté a mi compañero nunca entendí por qué la esposa le había sido infiel. Son cosas de la vida que no se entienden.