Una vez subió en un programa de mensajería por teléfono móvil una foto de ustedes dos. En algún momento ver las fotografías de ustedes me generaba malestar, pero con el tiempo comenzaron a parecerme unas imágenes más. Un día, colocó una en especial en la que están sentados uno al lado del otro y sonríen. Recuerdo que lo que más me impresionaba era ver el conjunto; no eran sus expresiones ni lo que el retrato proyectaba, sino el hecho de verlos a los dos.
Pero con esa foto pasó algo inusual. Ahí dejé de mirarlos a los dos y comencé a mirarlo solo a él, a sus ojos pícaros que esconden tantos secretos que ninguna de las dos sabe, a su sonrisa insinuante, a su rostro agraciado. Cambié la manera de ver las fotografías, olvidé la pareja, para verlo a él, a sus expresiones, a lo que él proyectaba en esas imágenes. A usted la miraba de la misma forma, pero dejé de verlos como pareja.
Creo que, con el fin de evadir lo que no podía aceptar y era el hecho de que él no era un hombre soltero, disponible sí para muchas; de hecho, disponible para mí también, pero soltero no. Con muchas responsabilidades y con una vida en la que yo no iba a encajar, al darme cuenta de que no podía cambiar esas cosas, ni situaciones; cambié la forma de verlas. Creo que hacemos así con muchas situaciones de nuestra realidad; nos desensibilizamos de ellas para dejar de lado lo que no podemos aceptar, ni cambiar y que nos duele.