Las tensiones aumentaron en la oficina a medida que la información se difundió, gracias a los compañeros que nos encontramos en el bar y a los comentarios de él que no pudo evitar pavonearse por otra mujer más en su lista de conquistas. La información se volvió de conocimiento público en cuestión de días, cambiando mi experiencia laboral de una forma que nunca imaginé. El ambiente se volvió incómodo; las miradas y murmullos se volvieron el pan de cada día en cualquier lugar de la empresa.
La situación para mí llegó a su punto cumbre cuando mi jefe me llamó un día a su oficina. Sentí una tensión gigantesca mientras me dirigía allí. Cuando entré, su mirada era seria y me dijo: "Solo te diré una cosa: tienes unos gustos cuestionables, pero te aprecio como persona y empleada. Lo único que puedo decirte es que tengas cuidado con tus próximos pasos. Los chismes en esta empresa corren como la pólvora".
Sus palabras retumbaron en mis oídos. No podía creer que estuviera escuchando a mi jefe opinar sobre mi vida personal. Sentí una mezcla de vergüenza y enojo indescriptible. ¿Hasta dónde me iba a llevar una confesión sobre mis sentimientos? No entendí cómo cuestionaba mis gustos, considerando su propia relación con una colaboradora de otra área, que, en mi opinión, también era un gusto cuestionable al lado de su esposa.
Salí de la oficina de mi jefe con una rabia y vergüenza que me consumía los huesos. Las tensiones en la oficina habían llegado a un punto insoportable, y sentí que estaba atrapada en medio de un tornado de chismes y juicios. Sabía que tenía que tomar medidas para proteger mi reputación y mantener mi integridad profesional, pero no estaba segura de por dónde empezar.