Casualmente ¿tú? #1 ( bilogía "Dmd") (editando)

Un largo día 3, (parte final)

—Tú ... Tú eres su hija...

¿Su hija?

—Creo que me confunde. —Le digo al señor canoso, de unos aparente 70 años.

—Reconocería esos ojos y ese cabello, tal vez seas mujer, pero...eres su misma imagen. —dice, observandome con detenimiento. 

¿Acaso él?

—¿De quién habla? —Pregunto, la verdad no sé porque le seguí la conversación, si bien es cierto, que podría ser un viejo verde, con intenciones oscuras, y este solo es su método de distracción, pero, por alguna razón siento que debería escucharlo.

—Disculpe, la verdad creo que se ha confundido de persona yo...no se quien...

—¿Soy? —interrumpe la oración que yo empezaba a fabricar. Asiento dudosa. —Soy el encargado de la tienda de recuerdos, mi nombre es Robert, soy... Era, amigo de tu padre.

Mi corazón comienza a latir con fuerza a su sola mención. 

Justo cuando te pensaba papá.

¿Qué le hace creer que soy yo? ¿Qué no se esta confundiendo? —inquiero. 

El sujeto niega muy seguro. 

—Sé que no. —dice con seriedad. —Puedo estar viejo, mas no del todo ciego. —Dice con un deje de gracia. —Reconocería esos ojos que suelen hablar por si solos, ese cabello castaño aparentemente indomable, eres él, claro con dos notables diferencias, pero es como si lo viera a él, al gran Samuel James Robins. 

Mis ojos se llenan de lágrimas, la verdad es que no había hablado de él con nadie, ni con mi madre pues, la  sola mención de su nombre, me vuelve débil, y vuelvo a ser esa niña frágil de 7 años,  la que aún espera volverlo a ver.

—Yo... —No sé que decir, y la verdad tampoco sé qué hago aquí, debería estar esperando a la  ogra. 

—Yo... lo siento. —Continúo dudosa. —Me tengo que ir.

Comienzo a alejarme y lo escuchó llamarme, pero no puedo darme el lujo de caer de nuevo, por lo menos no, hasta llegar a mi casa y llorar en silencio.

Llegó a la entrada de embargue y veo salir a la bruja con su aire de superioridad, caminando cual pasarela de moda.

¡Ay por favor! ¡Pero ni las kardashian han de caminar así! 

—Señora Amelía. —Le digo cuando ya está cerca. Pasa de largo, lanzándome la maleta, la cual casi me tira de bruces al suelo.

¿Qué trae aquí? ¿La torre Eiffel?

—¿Por qué no vino mi esposo a buscarme?. —Pregunta, caminado unos pasos adelante. —¿Acaso tiene algo más importante que hacer, que venir por mí al aeropuerto? 

Cualquier cosa es mejor que esto, créame, 

Yo porque nunca tuve buena suerte

—El señor White lamenta mucho no haber podido venir, se presentó una junta con Baxton Industries Tecnology de último momento. —Le digo a media verdad, media mentira. 

Y sí es verdad, sí hay una junta, pero es hasta las 04:00 PM

Adivinen cual es la parte de la mentira...

no lo lamenta.

Y no lo culpo... Ya que yo sí lo estoy lamentando.

—¿Y a dónde desea digerirse...digo dirigirse...? —Pregunto con mi inocencia saliendo a flote.

Me acribilla con la mirada.

—Llévame a la oficina de mi esposo, necesito ir a hablar con él sobre tu despido.

¡Ogra! 

—Me alegro saber eso. —Me mira confundida. —descansaría (de su marido) —Del  tráfico cada mañana, además que Susana, la recepcionista, no sé si la recuerda; morena, alta, cuerpo de modelo; sería la nueva secretaria ¡Ja! Cada que un hombre la ve, cae rendido ante ella —le digo con mi mejor sonrisa de " te tengo" —Pues ella quiere mi puesto de asistente en la empresa y la verdad, creo que atendería muy bien a su marido... —Hago una pausa... —En el trabajo.

—Mientes, no hay ninguna Susana. 

¡Oh, Claro que la hay! 

Reprimo las ganas de reírme de ver la cara entre escéptica, asustada y molesta que tiene.

¡En tu cara, Amelia! 

—Bueno pues... —Quizá no la recuerda, pero es una chica muuuy dispuesta...a trabajar —Digo con falsa inocencia. —Aquí estamos, bienvenida de nuevo. —Digo, cuando llegamos al auto y meto las maletas en el baúl del carro BMW año 2017, convertible blanco último modelo y las puertas se abren para arriba, el auto de mis sueños, sii, la única ventaja de todo esto es manejar esa belleza, la verdad yo le cambiaria las llantas por unas de carrera, pero en vista que no es mio y debe volver a su abandono entre los demás autos de la empresa que están en el garaje sin utilizar, debo aprovechar la oportunidad, así sea hacer de chofer para Maléfica.

Le abro la puerta trasera del vehículo, evitando así, una tragedia en su manicure francés, y me subo en la parte del conductor,, porque no crean que la emperatriz Amelía White se arriesgaría a perder una uña por hacer un "esfuerzo" como manejar.

Hago andar el auto, y por un breve momento se crea un silencio extra incómodo, en la que creo y casi estoy segura, gracias a mi fiel amigo el retrovisor, que me va haciendo malas caras, cada que cree que no la veo.

Vieja bruja. 

—Y... dígame ¿Cómo le fue en su viaje por Francia, señora White? —Atino a hablar, para parar su jueguito de muecas, las cuales, con su rostro, ya le salen natural.

—¡Que te importa! —Responde tajante. —¿Para qué quieres saber, si nunca conocerás Francia? No tienes con qué pagar el pasaje de avión siquiera. —Concluye.

Me aguanto las ganas de tirarla del auto, ya que no quiero estar de nuevo en la cárcel, y además me despedirían.

Aunque la verdad le haría un favor al ogro, ya que no la aguantaría más. 

—Gracias al cielo esta bruja no es mi madre. —Digo en un tono bajo para que no me escuche. Pero, al parecer fracaso en el intento, ya que dice:

—Gracias al cielo que no eres mi hija.

Y como luego de empezar, ya no me detiene nadie, aquí voy.

—¡Pues pobre de su hija. —La reto. 

—¡Pues pobre de tu madre! —Responde 

¿Con que así serán las cosas, Eh?



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En el texto hay: amor-odio, dolor, amor reencuentros drama humor

Editado: 28.02.2021

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