ALEKSANDER
Mis músculos estaban aflojándose, después de tantas horas de tensión, me encontraba demasiado aburrido y cansado, pero nadie lo notaria. Llevaba más tiempo del esperado encerrado en este caso, era hora de terminarlo, él no iba a hablar, y mi cuerpo ya comenzaba a enfriarse.
Mis ojos lo taladraron, todo su cuerpo convulsionaba de miedo. —¿Y bien?
—Por-por favor, yo no sé na-nada.
Y ese era el asunto, él mentía, aun cagado de miedo, no hablaría. No negaré que me sentía, un poco impresionado. —Si insistes.
Volví a clavarle la varilla ardiente. Sus gritos duraron un par de minutos, y se apagaron para siempre cuando el acero perforó su corazón.
Salí a la parte trasera de la cabaña. El bosque estaba denso, la oscuridad inundaba la zona, la única luz provenía de la luna y una pequeña bombilla de la cabaña. El viento helado acariciaba mi cuerpo, le daba la bienvenida, mientras encendía un cigarro y me lo llevaba a la boca, respirando aire limpio y no los fétidos olores que se encerraron en la habitación.
Inhalo.
Exhalo.
Los faros encendidos de un auto me alertaron de las visitas. No le quité la vista hasta que sus luces se apagaron una vez que se detuvo en la entrada.
Llegaron justo a tiempo.
Dos hombres salieron del auto, no podían ocultar el miedo que emitían al verme, a pesar que, no era la primera vez que nos encontrábamos, el temblor de sus cuerpos los delataba. Les di un asentimiento como saludo.
—Jefferson, Rodríguez, por aquí.
Les hice pasar frente a mí, ellos ya sabían el camino, no era su primera vez en este lugar. Una vez que los acompañé al sótano, me hice a un lado, dejándolos trabajar.
Eran el equipo de limpieza.
Resulta que, Grigory Petrova, a quien tardamos más de lo que esperado en capturar, era la mano derecha de Maxim, y fue una pérdida de tiempo, porque, el hombre era más leal que un difunto a la muerte.
Debo darle eso a Maxim, sabe escogerlos. O lavarles el cerebro. Su cuerpo cortado estaba esperando por el equipo de limpieza, en el sótano.
Una vez que los hombres se fueron, me subí a mi auto y me dirigí a la dacha del lago, donde duermo. Es una casa de campo de dos niveles, en el centro de un enorme pinar, con grandes ventanales, alejada de la civilización y difícil de localizar. Era la dacha de la madre de Katya, donde solían pasar algunos fines de semana ellas y mi padre, su ubicación solo era conocida por ellos y ahora por mí.
Bien acondicionada, tenía todo lo que podría necesitar, aunque la casa Ivankov no se encuentra tan lejos de esta ubicación, no podría ir ahí, no puedo permitir que alguien me reconozca.
Aun no.
Todo el inframundo sigue creyendo que estoy muerto.
Todo el mundo cree que estoy muerto.
Incluso ella.
Me lavé en la ducha para eliminar la sangre ajena que decoraba mi cuerpo.
No era la primera.
No será la última.
Los mataré a todos, a cada uno de los malditos bastardos, llegaré como la noche y jamás me verán venir.
Entonces, cuando ya no tenga a nadie de su lado, iré por el traidor de mi tío, Maxim.
Solo era cuestión de tiempo.
Y en ese momento sabrá, corte por corte, lo que es haberme obligado a dejarlo todo.
A dejarla.