Catarsis

CAPÍTULO SIETE Visitas inesperadas

LENNA

Bajé con cuidado las escaleras para dirigirme al comedor. Todos deberían estar ya desayunando. Espero que hayan terminado…

Cuando entré, sus rostros se levantaron para mirarme, y debieron notar lo extraño en mí, porque uno a uno, comenzaron a ponerse de pie.

—¿Lenna?

—Tía, —no logré ocultar el pánico en mi voz— creo que… los bebés ya van a llegar.

Si el charco misterioso en el piso de mi habitación y las dolorosas contracciones eran señal de ello.

Después del caos que se generó desde mi declaración y en el trayecto al hospital, lo peor comenzó.

Y no voy a mencionar toda la habladuría de mi madre desde el minuto uno en que solté que los bebés estaban llegando. La habitación donde estábamos era demasiado pequeña para las dos.

Quizás la ciudad era muy pequeña para las dos.

Los dolores que atravesaban mi cuerpo, eran insoportables. Y con el dolor, el miedo por lo desconocido y los comentarios mal intencionados de mi progenitora, la convicción de lo que me faltaba, se hizo cargo.

Lo necesitaba, tanto que podía ahogarme.

Pensé en Tatiana, pero ella no tenía el borde oscuro que necesitaba.

—Ainsley —gruñí— mi teléfono.

Solo se sorprendió un momento, antes de asentir. —Si, enseguida.

—¿Teléfono? Concéntrate en lo que tienes que hacer Lenna, tú…

Dios, ya estaba hastiada de ella.

—Tía, llévatela, ¡aléjala! —grité desesperada.

Pude ver los ojos de mi madre a punto de salirse de sus cuencas, su rostro rojo, una mezcla entre estar ofendida y furiosa. —Yo soy tu madre, como te atreves…

—¡FUERA!

—Lorelei, vamos, vamos.

Siguió una pequeña discusión hasta que mi tía perdió la paciencia y casi la arrastró fuera de la habitación. Ainsley me acercó mi teléfono, y con las manos temblorosas marqué.

—¿Lenna? —su voz ronca contestó.

—Estoy en el Davis Medical Center, apresúrate.

—¿Qué?

—Ellos no deberían estar aquí aun, solo tienen ocho meses, date prisa.

Ella gritó algo en ruso, y su voz calmada me contestó: —Estaré en 30 minutos. —Una dolorosa contracción me sobrevino y solté un grito—. Serán 15. —Y cortó.

Apreté los dientes para soportar el dolor. —Ainsley, por favor, asegúrate que la dejen entrar.

—Lo haré, no te preocupes, todo va a estar bien.

Pero algo no estaba bien, los bebés no deberían llegar todavía, era demasiado peligroso. Y yo no podía pensar en que algo les pasara.

Mi mente y yo estábamos luchando, y yo no iba ganando. El dolor era muy fuerte, necesitaba que llegara, tenía la sensación de que, no importaba cuanto dolor atravesara, hasta que no estuviera en la habitación, los bebés no iban a nacer.

No es que estuvieran listos de todos modos, según la doctora.

Dios, tengo miedo. La emoción despertó en mí, llenando mis sentidos. No deberían llegar aun, y si algo les pasara… yo no…

Estaba respirando y aguantando, cuando un alboroto se escuchó fuera de la habitación.

Principalmente, los gritos de mi madre.

—¡Por supuesto que no vas a entrar!

La puerta se abrió con fuerza, y ahí estaba en el portal. En tacones y con gafas oscuras en el rostro, parecía que había corrido desde el estacionamiento por cómo estaba respirando, y aun así no lucia ni un poco desaliñada.

Metas.

—Déjala —ordené con fuerza, pero mi madre era hábil en ignorar todo lo que salía de mi boca.

—Lenna, no está bien, no voy a permitirlo…

—¡Déjala!

—Es obvio que no estas en tus caba…

—Cállate —la voz de mando arrinconó a mi madre, silenciándola en un impacto—. Señora Costello, su sobrina está en labor de parto, por favor y con el debido respeto, hágase cargo de las molestias.

—Pero como te atreves —exclamó mi madre, ofendida.

—Lorelei, tú te lo has buscado. —Con ayuda de Ainsley, sacó de nuevo a la mujer que me trajo al mundo.

Poético, si me preguntan.

La discusión continuó lejana detrás de la puerta cerrada.

—No sé en que pueda servir, pero aquí estoy.

Iba a agradecerle cuando el dolor aumentó varios niveles. Era tan extraño como el inmenso dolor que me atravesaba, me hacía sentir de alguna manera, viva. Mi grito llegó acompañado de una doctora y dos enfermeras.

—Señorita Andrews, voy a revisarla, —me avisó, pero ya lo estaba haciendo—, aunque ya la he revisado tres veces hoy, no creo que... —asentí, apretando la mandíbula—. Oh, bueno, eso fue, rápido, los bebés ya están aquí, maravilloso, ¿quiere a alguien más con usted?

—Mi tía, por favor, llamen a mi tía.




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