Catarsis

La ciudad

Me encontraba muy tranquilo caminando por las calles; siempre absorbido por las imágenes psicodélicas de pensamientos que producen mi mente, no sé por cuánto tiempo duré caminando, ni en qué lugar me encontraba; lo más probable era que estaba perdido, mas eso nunca me preocupó, por alguna razón siempre llegaba vivo a casa. Todavía necesitaba estar con vida.
Nunca me detuve a pensar en lo que había a mi alrededor, estaba bastante ocupado como para darme semejante lujo. Mejor dicho, el trabajo, el afán desmesurado por llenarme de objetos llamativos y sobrevivir no me permitían darme mis lujos.

En aquel momento nunca noté que me encontraba en una selva llena de criaturas que podían arrebatar la pureza de un ser un humano de la forma más fugaz posible. No sabía con quién me toparía en mi recto camino, solo sabía que debía tener cuidado y estar atento solamente a lo que podría perturbar mi integridad. No lo niego, claramente era un egoísta, pero era inevitable, esa era la moda de aquel momento tan ignorante.
Así era la ciudad; un lugar frío, un lugar que disfraza la inmundicia de sus raíces con llamativos edificios y con oportunidades apenas dignas de trabajo y estudio. No había espacio para un cielo azul, ni siquiera en las mentes de aquellos ciudadanos. 
Es curioso como tanta distracción no les permitía a mis sentidos percatarse de que me encontraba en un lugar habitado por una enorme masa de carne que cumplía la labor de una podadora en un perfecto jardín; aunque suene un poco ficticio, así era, tanta sobre población sin duda debería ser una ficción. Todos éramos flores y podadoras al mismo tiempo. Todavía sigo sin entender qué era lo que me tenía tan apartado de la realidad ¿era una realidad o una fantasía absurda y de muy mal gusto?

Llegué a pensar que la realidad era una fantasía absurda camuflada de cotidianidad. Aunque suene un tanto cómico o ridículo, algunas veces llegué a sentir que en la ciudad se celebraba Halloween no solo un mes, sino 3 meses, un año o quizás una existencia limitada. Observabas algunas personas disfrazadas de cualquier personaje que cumple ciertas labores sociales con el fin de recibir unos cuantos dulces. Dulces que ayudarían a la preservación de su existencia apenas dichosa como para dejar a un lado la idea de un posible suicidio inconsciente a causa del desgaste mental y físico producido por el esfuerzo para conseguir sus dulces. Pero eso no era tan malo a comparación de las características físicas de aquéllos seres, la inestabilidad de un rostro y de una personalidad era un pequeño detonante a una gran explosión de líos. No sabías en qué momento podían cambiar de forma para absorber tu felicidad o tu dinero, igual no había diferencia entre estos dos términos para ellos.
Lo que en verdad me hacía sentir como un completo cobarde era la idea de mirarme en un espejo, después de todo yo era parte de esta enfermedad denominada comunidad. Mi linaje, mi sangre y mi ser yacen de esta sucia ciudad. Es claro que mi débil humanidad no soportaría semejante verdad tan sobrenatural, la idea de no tener un rostro en verdad me atormentaba y me hacía sentir como un patético seguidor de la doble moral, por esa razón no tenía espejos en mi casa y evitaba cualquier objeto que fuera capaz de producir algún reflejo; pero ahora que lo pienso bien, considero que fui un estúpido al complicar mi corta vida con cosas que en el fondo sabía. Si los sueños en realidad son un trastorno del reposo humano causado por conocimientos que "ignorantemente" sabemos, debo decir que mi realidad era un completo y subliminal sueño. Ahora puedo decir con completa y satisfactoria amargura, que he aceptado mi incierto destino. Definitivamente semejante conocimiento no sería digno de un ser tan complejo en la tierra y tan simple en el universo como lo es el ser humano o quizás, esto último, sea todo lo contrario.

Llegué al lugar en donde ejercía mi profesión, en realidad no era una profesión, simplemente era un asistente, lo digo así para no sentirme tan patético y mediocre. Ahora que lo pienso bien, no me encontraba perdido. Mi mente dócil me dirigió al trabajo.
Zaherir Ltda.  era muy elegante, simple, pero cómoda para la vista. El edificio tenía una estructura moderna con grandes ventanales, un estacionamiento corriente con algunos árboles en las esquinas, unos pequeños jardines ubicados en los lados de la entrada principal, y justo al frente, la escultura de un hombre aparentemente reconocido, respetable y admirable por todos en la empresa; sus efigies se encontraban por todas partes y más en el trabajo, aquel hombre era el icono de la empresa. Pero si en realidad era un hombre tan admirable y tan pulcro como para ser merecedor de la admiración de todo un pueblo; admito que fue muy hipócrita de parte de la empresa usar la imagen de este estimable hombre para su representación, encubriendo toda su falsedad y sadismo. ¿Aquel hombre tenía un rostro? se supone que todo aquel que carece de bondad y carisma no tiene un rostro definido; el problema era que nadie tenía uno. No sabía quién era sincero en realidad, por lo que en aquel momento, y ahora, recurro al epojé para librarme de esta incómoda situación.
A simple vista todo era calma y placidez , pero la esencia pacífica se extingue apenas se atraviesan las puertas del lujoso lugar, a partir de ahí, solo se siente el mismo olor a esclavitud y desesperación por todo el espacio, algo común en el trabajo.
Entro y camino sin muchos ánimos, sinceramente ser el asistente del jefe no es muy agradable, soy como su sirviente vestido con trajes elegantes, para ser sincero todo en ese lugar me desagrada y mi jefe no me daba ni una pizca de confianza. Tal vez sea porque yo era un quejumbroso y un hipocondríaco que se auto diagnosticó paranoia. Aunque no todo es tan malo, sé que de esto trata mi trabajo y a pesar de esto considero que existen rastros de bondad en su interior. El problema era que siempre quería sentir que el mundo estaba a su completa merced de una manera tan humillante y prepotente cuando venían a visitarlo los integrantes de la élite más poderosa y reconocida del país, en otras palabras, sus compañeros empresarios. Además, era un ambicioso arrepentido.   




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