Catarsis

Relatos de una cotidianidad

Vuelvo a la oficina y continuo con mi trabajo, me siento un poco agotado y pensar en que se acerca el fin de semana complica un poco más mi estado. Tengo libertad por dos días.Por fin podré entregarme plenamente a ella, la dueña de mis aflicciones y melancolías. El hecho de que padezca de una figura la hace más deseable; imaginar su silueta paseandose por todo el lugar , me llena de una gran excitación mental, sin duda sería el show de sombras más espectacular que alguien, en este miserable mundo, haya podido apreciar. Cuento los minutos para salir. Por fin llegó la hora de salida. La soledad espera por mí.

Siempre iba caminando a casa, no quedaba muy lejos del trabajo, salía en la tarde, llegaba a mi apartamento y esperaba a que cayera la noche para dar mis paseos nocturnos. Amaba salir a caminar en las noches, el ambiente era más gélido, pero era más transitable y menos ruidoso. Era la hora de los despreciables y sin embargo eso nunca me causó temor, no tenía nada que perder, incluso mi vida era nada. Entendí en ese momento que el temor atrae a la muerte y que la suerte no atrae lo bueno. Era cuestión de suerte perder la vida en lo que no fuiste precavido solo porque no te causaba miedo. Así caminaba por las calles, viendo indigentes, prostitutas y pasando por violentas riñas; observandolas como si fueran una película de acción basada en la cotidianidad de los barrios bajos de la ciudad. Toda esa violencia me daba paz. Puede que piensen que solo era un depravado masoquista, pero nadie puede admitir que no se ha sentido menos despreciable si de realidades diversas se trata. Tal vez mi vida no era sinónimo de brutalidad, sin embargo era paz a comparación de la realidad; solo era un débil que sentía tormento por cualquier insignificante acontecimiento que le ocurriese y ya lo había mencionado anteriormente.
Me detengo por un momento y me quedo parado en la mitad de un puente peatonal, me siento agotado, agotado de mí…
Aquí vamos nuevamente, las tonalidades cambian, suspiro, analizo el estado actual  y luego reacciono, como si fuera por instinto. Despierto ofuscado en la mitad de la sombra de incertidumbre, aquí viene la crisis espontánea. Ahora puedo ver cómo se filtra la luz naranja, creando siluetas inútiles de algo que ya existe; las observo por tanto tiempo, pero no lo suficiente para que el alborecer sature el entorno. La zozobra me persuade y avivo el cigarro, como una naturaleza sintética creada por el vicio. El viento es el espejo del melancólico observador. La forma del humo en el aire no es vida, vil, masoquista mediocre, que prueba el veneno teniendo la cura a su alcance, solo para sentir el placer de la tranquilidad. No habrá sosiego sin una fuerte agitación de antecedente. Estar tan cerca del óbito y no alcanzarlo a plenitud, me tiene obsesionado y hago todo lo que está a mi alcance para llegar hasta ese punto, pero simplemente se me escapa. Es el subconsciente, el que me tiene aquí para “vivir” ¡Inconsciente funesto y parásito!  Me condenó a la desgracia, me condenó a estar conmigo en un irreversible contrato de por vida para ser humano, quisiera ser como ellos, no sé si tal vez sean como yo, pero solo quiero sentir que no soy el único que pasa por esta situación. Debería dejar de sentirme como el centro del mundo, después de todo, estoy aquí, solo. Incontables pensamientos se apoderan de esta mente insulza e inevitablemente me atañe en magnitudes que nadie, fuera de mi aislamiento, haya podido ingeniar en un momento de simple hastío. Paso de la ansiedad al disgusto y al desconsuelo, siento como la vista se nubla, y sin pensarlo mi rostro está completamente húmedo. He dejado que me consuma. Me maldigo y maldigo a todo lo que veo, como si eso fuera a solucionar algo; aún me queda un poco de ella y sentir cómo se aleja de mí hace que sienta un enorme dolor en el pecho. ¡Qué se alejen todos menos ella! Aquí es cuando vuelvo al enojo y siento asco por lo que el subconsciente provoca, me hace anhelar el cariño de algo que, con decisión firme, quiere desprenderse de este ser que ya no tiene nada para ofrecer. No sé cómo vivir o al menos no sé cómo hacer que los sin sentidos me afecten de esta forma. Lo bueno es que puedo obtener algo positivo de esta altibajo y es que por fin, puedo sentirme un poco aliviado.

Miro la hora, la media noche se acaba, es hora de volver y descansar. Esto es lo malo de los paseos nocturnos, siempre estoy en lugares que no sabía que existían, ahora tardaré un poco para llegar a casa. Caminaba con prisa, pues el clima ya estaba afectando un poco a mi salud, lo último que quería en ese momento era resfriarme.
Sigo caminando y por el camino veo un periódico tirado en el suelo, mi atención cayó en el papel, la calle estaba limpia y sentí la necesidad de recogerlo; estaba en buen estado, y era obvio, ya que contenía las noticias actuales de la localidad. Doy unos cuantos pasos mientras leo el contenido de este; en la primera página aparece la noticia más impactante. La repentina muerte de un joven trabajador. Sentí curiosidad por saber más de la noticia, así que fui a la sección en donde daban todos los detalles. Era un joven que había llegado a esta ciudad por un traslado que le proporcionó el lugar en donde trabajaba, llevaba aproximadamente un año en la ciudad. Los familiares cuentan que no tenía muchos ánimos de trabajar aquí, pues no tenía ningún familiar o amigo. A medida que el tiempo pasaba el joven dejó de comunicarse con sus familiares, lo último que supieron de él, fue la inesperada noticia de su muerte. Según los investigadores del caso afirmaron que fue un suicidio a causa de la separación de su familia y del estrés. El alcalde se encuentra preocupado, pues la tasa de mortalidad a causa de suicidios ha sobrepasado los límites, por lo que recurre a la realización de campañas anti-suicidio…
—¡Ja! Como si eso fuera a solucionar el rebasamiento de los límites— Digo en voz alta y para mí mismo. Guardo el periódico y continuo mi camino.
Estoy en unos de los barrios más finos de la ciudad y observo las enormes casas. Me imagino viviendo en una de esas, conseguir una así sería una reliquia. Me quedo parado idealizando cosas que jamás ocurrirán, hasta que un vigilante entorpece mis exorbitantes sueños con la luz de su linterna.

—¿Qué hace a esta hora por aquí joven? Le pido por favor que se marche del lugar— Le ofrezco mis disculpas y me alejo sin más qué decir. Lo entiendo, es algo anormal que un tipo se quede parado observando casas en horas de la madrugada. Lo singular del caso es que era la única casa que tiene vigilancia, el dueño ha de ser alguien muy importante. Debe ser difícil temer por tu seguridad en tu propio hogar.

Continuo con mi camino y si antes llevaba afán, ahora decido dejarlo a un lado, después de todo este era mi tiempo…
Cómo olvidar aquellos paseos, si son las escenas significativas que hoy me tienen aquí, relatando mi historia.
En esos momentos de sincera soledad era inevitable sentirme maravillado e indispensable. Todo se trataba de mí, yo era y soy la primordialidad. Habían momentos en los que me arrepentía de mi arrogancia, pero luego lo olvidaba, dejar el ego era dejar la comodidad de sí mismo. A quién debía complacer si no es a mí mismo en ese momento. Será la egolatría para aquellos que dan lo mejor de sí mismos a conveniencia y será la realidad de la soledad de los desprendidos arteros, será mi opción de vida. Esto es para mí y espero con ansias a los resentidos que ofrecen sus dañinas opiniones sobre este regalo hecho especialmente para mí. ¿Por qué sentir la necesidad de ser el centro de atención en algo que no es tuyo? Esto es mío y me encierro en mi dogma por supervivencia a aquellos que quieren destruir mi naturaleza. Sin duda estas palabras te hacen imaginar el retrato de un Joel intrépido y engreído al que nada le afecta, dueño del mundo y de sus propias decisiones. Pero no es así, tanta vanidad solo era sinónimo de una gravísima falta de amor propio…
Entro en una pequeña pausa y el « falta de amor propio» se convierte en eco de mi vacío interno ¿Notan la reconstrucción y destrucción de sí mismo? No se puede ser más explícito con otro ejemplo distinto al mío. No hallarás sentido aquí, estos relatos son mi habla y potencial retenidos por el subconsciente al exterior, estos relatos los entiendo yo con mis incentivos, con la peligrosa confianza que tengo hacia mí mismo, con la dolorosas aceptación de mi verdad, por miedo a mí de ser yo. Vuelvo a sentirme agotado y solo quiero cerrar los ojos y hundirme en el descanso, dejar de ser para encontrar algo que pueda aliviarme. Ahora siento paz por recordar mi sufrimiento, ahora estoy en el sentir de cerrar los ojos, eternamente estoy aquí, como un vidente de mí mismo. Esto es confuso, lo sé, ser el vaivén de mis mitades no es fácil…




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