Flashback: Un año atrás
«¿Dónde estoy? ¡Déjenme salir! Se equivocaron de persona »
―Estoy más que segura que no me equivoqué ―dijo Camila quitándole de la cabeza la bolsa que le cubría el rostro
―¿Quién eres? ¿Por qué me haces esto? ―se quejaba Anton mientras intentaba que sus ojos se acostumbraran a la luz.
―Soy tu pesadilla ―respondió sonriente―. Voy a explicarte de forma breve, antes de torturarte, por qué estas aquí esta noche. Un nuevo orden se está gestando y tú, al igual que tantos otros criminales no están en los planes de mi jefe ―dijo pasando una navaja suavemente por la mejilla del prisionero, como acariciándolo.
―Tiene que haber un error; yo solo soy un ladrón de poca monta; no corto ni pincho en los grandes negocios; solo obedezco ordenes ―hablaba entre un mar de lágrimas.
―Hombre grande y llorando como un bebé ―le susurraba al oído y hacía un pequeño tajo en su barbilla―. Sé perfectamente quién eres Anton Garibeldi; eres muy popular en las oficinas judiciales. Mucha gente pagaría una fortuna por arrestarte; y otras sin embargo, pagarían el doble y hasta el triple por silenciarte ―decía mientras se sentaba en una silla frente a Anton que permanecía encadenado de pies y manos, desnudo como Dios lo trajo al mundo.
―¿Eres policía? Porque si esto es un tema de plata te juro que tengo mucha y está a tu entera disposición. Solo déjame ir y es tuya.
―Creo que no nos estamos entendiendo ―dijo y cruzó las piernas―. Mi jefe pretende gobernar, pero no tiene la más mínima intención de compartir el mando. Sasha Garín, Naomi Foster; Christopher Müller, Jian Woo y Jacinto Noriega; son un estorbo para él, los quiere fuera del juego.
―Eso es una locura ―decía peleando con las cadenas―, ellos manejan absolutamente todo; son intocables.
―Nada es imposible para mi jefe ―se paró de la silla con un destornillador y se acercó al cautivo―. Los quiere a todos y tú los vas a entregar.
―¿Yo? ―rió descaradamente―, yo no tengo acceso a esa gente. Ni siquiera tengo una banda ya.
―Entonces no me servís de nada ―exclamó yendo hacia la caja de herramientas a buscar un martillo―. Una pena
―¡Aguarda! ¡Espera! ―gritó desaforado―. Sé quién puede llevar a tu jefe hasta ellos.
―¿Quién? ―preguntó con el martillo en la mano, a punto de partírselo en la cabeza.
―Lo reclutamos hace años. Está a cargo de mi banda ahora ―hablaba con cierto dejo de nostalgia―, aunque debo advertirte que él no es como yo.
―¿A qué te refieres?
―Es un hombre leal y extremadamente inteligente. Cambió el mundo del robo en este país ―dijo con enormes gestos de dolor―. Yo te los entregaría a todos si de mí dependiera; de hecho hace más de una década hasta entregué a una fiel amiga, imagínate ―a Camila se le transformó la cara. Abandonó su rostro angelical por otro distinto que emanaba odio―; pero Martín es distinto; no es de los que traicionan.
Un vendaval de martillazos en su cara y en su abdomen fue lo que consiguió con sus palabras.
―¿Cómo lo contacto? ―movía el martillo en el aire mientras preguntaba―. ¡Habla! O te juro que te mato.
―Tienes que solicitar un domador de papagayos en la sección clasificados del diario Republican. Él se pone en contacto y te da una cita. Eso es todo lo que tendrás ―la sangre que brotaba de su cabeza rota casi cubría por completo su rostro y le dificultaba el habla
―¿Y hacen lo que les pide cualquier malnacido? ―preguntaba mientras apoyaba una toalla blanca mojada en la cabeza de Anton.
―Algo así. Se analizan muchas variables ―dijo aliviado, al sentir la humedad de la toalla.
« En este negocio uno no elige a los compradores. Aquellos que contratan el servicio que un programador ofrece gozan del beneficio de la duda y de una infranqueable confidencialidad. Dado el ambiente en el que todos nos movemos, nadie espera encontrar a Heidi detrás del teléfono y el hecho de no hacer diferencias ni dejarse guiar por sus parámetros morales es lo que te permite mantener felices a los clientes y atenerte solo a cumplir con tu parte.
«Martín Robledo es la clave. Es un ladrón, el mejor de hecho; pero también es un asesino entrenado. Si alguien puede voltear el orden vigente desde adentro es él, pero déjame que te repita que es asquerosamente leal. Si tu jefe lo quiere de su lado, tendrá que pensar en algo más importante que el dinero para convencerlo.
―No te preocupes por los detalles ―dijo Camila mientras dos hombres vestidos de médicos y un tercero, armado, bajaban al pestilente sótano donde se llevaba a cabo el interrogatorio―. El jefe sabrá cómo inclinar la balanza ―sonrió y se alejó para que los doctores hicieran su trabajo.
―Te di información útil ―gritaba Anton mientras era liberado de sus cadenas y puesto en una camilla―. ¿Van a matarme?
―Por ahora no. Tal vez nos seas útil en el futuro.
Fin del Flashback
Miércoles 1 de Noviembre
Todo estaba listo. El primer día de noviembre era el señalado en el almanaque por todos los involucrados y no iba a ser una jornada cualquiera. Todos los interesados estaban en el lugar indicado, esperando la hora señalada; todos con un rol que jugar, un papel que interpretar en aquella inefable partida.
Editado: 28.07.2018