Elena entró al vestidor con paso cansado. Había pasado el día revisando documentos y hablando con contactos que le daban alguna pista sobre Andrés, aunque cada avance parecía pequeño y esquivo. Aun así, la sensación de estar buscando un fantasma en un laberinto no la abandonaba.
Sus ojos se posaron entonces en el suelo, donde algo pequeño brillaba débilmente bajo la luz tenue. Se agachó con curiosidad y tomó entre sus dedos un anillo de plata, sencillo pero con un diseño delicado que reconoció al instante. Era el anillo que Julián le había regalado hacía años, en un momento en que ella solo tenía ojos para Andrés y ni siquiera imaginaba que Julián existiría para ella. Siempre lo había dado por perdido, un recuerdo fugaz en una vida que parecía destinada a otro rumbo.
El corazón se le aceleró y, al sostenerlo, los recuerdos la invadieron con una claridad inesperada.
Flashback
Era un verano cálido, casi al comienzo de su historia con Andrés. Elena estaba en el parque, sentada en un banco, con la mirada perdida en el horizonte. Julián se acercó con cautela, sus ojos llenos de una mezcla de timidez y esperanza.
—Quería darte esto —dijo, mientras deslizó el anillo en el dedo de Elena—. No sé qué pueda significar para ti ahora, pero es un símbolo de lo que siento, aunque quizás no lo notes todavía.
Elena lo miró sorprendida, con una mezcla de confusión y ternura, pero no pudo responder. Su corazón estaba atado a Andrés, y aunque Julián estaba allí, parecía un visitante en un mundo que no le pertenecía.
Regresando al presente, Elena cerró los ojos un instante para dejar que ese momento quedara grabado en su memoria. Luego, con un suspiro, guardó el anillo en la palma de su mano. No era solo un objeto perdido, era un símbolo de una conexión que empezaba a despertarse, aunque aún no comprendía del todo qué significaba.
El timbre del teléfono la sacó de sus pensamientos. Contestó con cautela, sin saber qué esperar.
—Hola, Elena —la voz de Andrés sonaba fría y distante—. Solo quería recordarte que todo debe seguir según lo planeado. No habrá lugar para sorpresas ni desviaciones.
Elena tragó saliva, sintiendo el peso de sus palabras como una advertencia velada.
—Lo sé —respondió con firmeza—. Todo seguirá su curso.
Colgó y volvió a mirar el anillo, sintiendo la contradicción que vivía: atrapada entre un pasado que se negaba a soltar y un futuro que le provocaba angustia.
Esa noche acompañó a Julián a su cita médica. El proceso de rehabilitación era lento, pero cada pequeño avance representaba una batalla ganada. En el consultorio, mientras Julián hacía ejercicios para fortalecer sus piernas, sus miradas se cruzaban cargadas de un entendimiento que no necesitaba palabras.
Después, sentados en un café cercano, la conversación se volvió más íntima. Julián habló con melancolía sobre lo que pudo haber sido, sobre lo que todavía anhelaba, sin atreverse a confesarlo completamente.
Elena, sintiendo esa cercanía, permitió por un momento olvidar la sombra de Andrés y la obligación que la ataba.
Pero en su mente, el anillo seguía allí, un faro en la oscuridad que comenzaba a envolverla.
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Editado: 26.07.2025