Cayados Y Esferas

MIENTES NUBLADAS

Mezclaba con delicadeza las tintas, y tomaba el pincel decorando el lienzo con la suavidad y finura de sus manos; Anja quería mostrar sobre cada pedazo de tela cada paisaje y rostro conocido en sus pinturas; ganando la atención de Anja esa mañana la esfera qué parecía suplicarle ir por ella la muchacha llevaba días ausente de la esfera donde solía pasar horas, estaba enfadada por el hecho de no poder conocer los caminos de Mark, era una pérdida de tiempo si él no tomaba una y se dejaba controlar, Anja nunca lo iba a conseguir.

—Déjame ver a Mark Meyers no falles por favor —exigía al mostrar lagrimas en sus ojos, porqué quería conocer de él quién era en realidad.

—Mark Meyers no existe, no hay un rostro qué se identifique con él. —respondía la esfera arrojándola contra el suelo con gran enojo.

—Soy una tonta, todos los días le veo, pero pienso qué si lo logro por aquí él lo notará. — se expresó Anja cómo una joven frustrada por él amor, levantándose al tomar la esfera del suelo se cercioraba qué no estuviese rota, para colocarla dentro del baúl una vez más.

Notó Mark al pasar por su aposento ésa mañana cómo pintaba en silencio, era otra cuando estaba así Mark no sabía si era ella quien había cambiado o era él el único culpable de su rechazo, alegrando a Anja ése día porqué por mucho tiempo no había vuelto a pisar su cuarto sólo le veía a la hora de cada comida.

—Amo me disculpó por el fárrago en mi alcoba, ahora sólo suelo pintar y así dejar elevar mi mente. — viendo su poca confianza con él trataba Mark de ganarla de nuevo.

—¿Por qué esquivas mi nombre, me tratas cómo si fuese un extraño?— preguntó al acercarse a ella, y tomar sus manos cómo lo hacía cuando era pequeño.

—¡Fui grosera!

—No quise decir eso sólo quiero que Anja vuelva hacer la misma, ¿Yo solía sonreír más no es así?

—No, pero lo intentabas, ahora no hay intento, te volviste viejo y amargado. — le sacaba una sonrisa, volviendo a ver la expresión en su rostro de alegría.

—¡En serio estoy viejo!

_Tu rostro es tan maduro, y eres tan gruñón que el bosque se esconde de ti. —decía Anja, mientras le veía observar sus pinturas al tocarlas —Creciste, pero te imaginé de más estatura.

—¡Hay un problema con mi estatura!

—Es perfecta, uno setenta y cinco de estatura no está tan mal, pero ayer vi al heredero de los Camwil su estatura rozaba el techo del aposento.

Trato Anja de ser ofensiva, entendiendo Mark la frustración que tenía contra él.

—Pero eres muy fuerte.

Le recordaba cómo solía cargarla.

—¡Por sostener en mis brazos a una delicada joven! — exclamó Mark, volviendo a hacer lo qué por mucho tiempo lo había olvidado, le cargaba entre sus brazos cómo si tuviera una muñeca, sin mostrar el más mínimo gesto de esfuerzo.

—A un hombre de desmesurados brazos y altura le es fácil quererse ver fuerte ante todos, pero yo he visto algo que aún no olvido.

Mark no le contradecía, y pensaba en qué situación le había descubierto, haciendo de la charla otro entorno.

—Gracias por tu compañía es calidad, sabes, siempre soñé tener hermanos y una hermana.

Tocaba Anja su rostro con sus suaves manos porque le dolía ver todas sus ilusiones frustradas, mostrando con un fuerte abrazo cuánto lo amaba, observaba Mark mientras disfrutaba de su cariño la pintura que no se alcanzaba a ver una parte, pero aún así podía reconocer el rostro de sus padres.

—¿Cuándo lo hiciste no sabía de esto? Es hermoso.

—Hace ya cuatro meses.

Mostraba Mark arrepentimiento, se avergonzaba al darse cuenta de cómo les había olvidado.

—Tanto tiempo pasó y no hice una visita a Anja, solías pintar y yo sentarme a observar su maravilloso don. ¿Y tu padre dónde está?—preguntó al recordar lo despótico, y arrogante, que había sido con él.

—Fue a ver los rebaños, su lana ya es muy abundante y la llevaron a la plaza.

Descendiendo Mark colocaba sus guantes de cuero y subía sobre su corcel, cabalgando hasta llegar a los prados de Heidiau donde divisaba a lo lejos a los tres jinetes que se aproximaban hasta Kurt, podía reconocer desde allí fácilmente a Barah y sus secuaces, el hombre del norte nunca visitaba sus tierras era común verlo en las de Dirvarag su enemigo.

— Venimos en son de paz, buscamos a tu amo ha ocurrido un trágico caso entre las tierras de Meyers, y las mías.

—¿Qué une nuestras tierras? —interrogó Kurt a los tres jinetes que solía conocer, pues eran hombres de gran ganado.

—Recuerdas aquella anciana, y su dulce nieta—respondió Barah, y su conversación era interrumpida al unirse el señor de los Alpes. — Respetable Meyers, has llegado en el momento preciso.

—¡Porque los hombres de tierras altas hoy caminan por mis campos! No soy de su agrado.—con franqueza lo recordaba Mark, solía ser rencoroso y de poca amabilidad con los qué no hablaban bien de su casa.

—Mark Meyers él extranjero, ¿Aún no se ha enterado de la incomodidad de esta noticia? Por desgracia nos involucra a todos.

—No le conozco aún, pero si Barah del norte se deja de rodeos será más fácil.

—Refugiaste a una anciana y a su bella nieta hace cuatro meses, ellas poseen una buena tanda de rebaños.

—Las obsequió mi amó, a la indefensa anciana y su inocente nieta. — les contaba Kurt, al recordar a la mujer que huía de la guerra.

—Hace tiempo dejé vivir en el paso del río que divide tus tierras de las mías, un solitario hombre él confesó haber robado a su propia familia por su adicción; aun así le dejé vivir allí pues era alejado de todos los demás, pero ayer no logró conseguir su preciado alimento y robo todo el rebaño de aquella anciana y no contento al querer reclamar ella la agredió a tal punto que le dejó en cama.

—¿Qué harás con él? — interrogó Mark, mientras su voz ya se transformaba con descontento, era su mayor debilidad ver la injusticia, no soportaba la idea de ver a los inocentes sufrir.

—Por ese motivo te he buscado pues es decisión de los dos, tú de la anciana y yo de él, yo había decidido que su cabeza atravesaría con mi arma.




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