Cayados Y Esferas

VALLE DEL VINO

Caballerizas adornadas con oro era la excentricidad de los hombres que por su afán de ser mejor y superar a los demás, olvidaban así su verdadera felicidad, las caballerizas Merch drygioni eran las más famosas de Snoigan Berg tierras cuya fortuna se habían solidado con maldad, caminaba Dirvarag entre los demás con altivez cómo si fueran escoria porque duro era su corazón cómo los bloques de oro que refugiaba en su mansión. Él estaba seguro que así debía ser en su vanidad solía domar a los más rebeldes corceles con dolor, y heridas, siendo el pensamiento de todo corcel que los hombres eran malos y alejados de Dios.

Descendía Oter cómo toda mañana y se sentaba en su silla de oro para observar sus extensas tierras, teniendo el vino de fuerte ardor por compañía mientras disfrutaba cómo bajaba por su garganta.

—¡No ha probado la primera cena, y ya bebé el seductor vino! — le burlaba Barah al visitarlo ésa mañana.

—Yo no esperaba tu visita tan pronto. —expresó Oter mientras volvía a llenar su copa con el ardiente vino. — Es mi devoción por la seducción y el sabor del poder, pues soy el más grande y reconocido de estas tierras.

Sé halagaba al estar ebrio de poder por causa del oro.

— No hay que negarlo, tus tierras son tan extensas que se tardaría veinte días para atravesarlas a pie; y tus doscientos corceles hablan de tu emporio.

Hablaba Barah con sarcasmo para dar su golpe final.

— Pero no eres el más famoso de Snoigan Berg, otro nombre gritan en las plazas y todo campesino le llama bondadoso, astuto, y yo diría algo extraño para su edad hasta reconozco qué quisiera ser su amigo para ganar más fama.

Hacía Barah de su opinión la más desagradable y funesta, que el vino para Oter se transformaba en el más pérfido que había conocido.

— El sabor del vino está podrido el sol se vuelve agresivo porque lo has dañado con un comentario pérfido, si recuerdo tú también sientes envidia al verle.

— Jamás has visto su puño golpear un sujeto, es un tanto extraño pues me hace pensar que es un portento. — reía Oter de sus palabras, dejando claro Barah que no era una de sus bromas. — Yo podría asegurar que Mark derrotaría a tu escolta más robusto.

—¡Qué dices, qué fue lo que bebiste!

—No tome vino sólo lo presencié está mañana, tuve que acudir a él por culpa de aquel adicto que vive junto al río; nunca has pensado ¿Qué fue lo que engendró Eman Meyers en su viaje de años a Germania?

En medio de fuertes expresiones de risa, y una mirada mordaz le observaba Oter.

— Si vas a hablar a esta hora del día de un maldito, deberías salir de delante de mí vista.

—Perdón señor de corceles, jajaja, tu un señor de corceles no lo creo sólo hay uno y vive en tierras de grandes reyes, tu solo eres un envidiosa.

—Cuida tu lengua.

— Tu hija sólo conoce a un padre bravucón, y no sabe que es un verdugo.

—Tengo deseos de complacer mis más fuertes fantasías, mis bestias no han comido quiero ver cómo despedazan tu carne. —Oter mostraba ira.

—Recuerda que soy yo el que costea cada entrada de Calercad el contrabandista, para que así puedas comprar tus bestias.—dejaba claro Barah su posición ante él, no temía al mordaz brujo. —Sueles creerte el domador de corceles, pero sólo eres el hostigador hablas cómo si hubieras domado a Tranang.

—Lo hubiera logrado. — decía seguro de sí mismo en su arrogante vanidad.

—Yo pude ver a aquel corcel, y sólo uno lo pudo domar y creo que no lo hizo bajo el látigo; no habrá otro corcel cómo Tranang, pero uno que ha despertado mi interés vive ahora en nuestras tierras.

— Debe ser otro de tus bajos corceles, que no son aptos ni para arar la tierra.

—Calercad lo adquirió porque su amo pagó para capturarlo, para no volverle a ver más. — una fuerte curiosidad despertaba Barah en Oter, que insistiendo procedía Barah en contar cada detalle. — No le ha podido montar hombre alguno porqué su enojo con ellos es grande, una noche a su amo qué con el látigo intentaba domarlo en su encierro; actuó desquitando su ira contra los hombres a todos los corceles liberó arrojando las antorchas al suelo y así ardió aquel gran establo que era la fortuna de aquel hombre, doscientos corceles huyeron a los montes siendo el líder.

—Calercad lo pondrá en la gran subasta, y será mío, yo le enseñaré lo que es poder.— se expresó Oter, obsesionado con gran rapidez por el corcel

— No lo creo, Calercad sólo reirá en la gran subasta dice que los hombres se llenarán de ira al domar al corcel.

—Yo te retaré que obtendré al corcel, y lo llevaré al señor de corceles haciendo surgir así las carreras de las fortunas.

La mañana se iba y la tarde se desvanecía cómo la niebla ante el sol, y no dejaba de cavilar Oter que era dueño de tal corcel en su avaricia, y deseo de tener siempre todo lo que quería.

Alcanzando a escuchar cómo si quisieran ser silenciosos y apartados de él, los pasos de su hija qué se dirigía hacia los escalones al notar la presencia de su padre,

— ¿Por qué mi princesa se esconde de su padre, y sube los escalones cómo si huyera de mí?

Daba vuelta atrás la muchacha al oír su voz reclamarle

— Nunca huyó de mi padre siempre le hablo con sinceridad, mi día cayó en la calle de los tejidos —replicó la muchacha al mostrar obediencia, aunque guardará en lo profundo de su corazón, qué no había toda la confianza entre los dos.

—Imagino que tus ruidosas compañeras todo el día estuvieron tras de ti, porqué eras tú la que gastaba cada moneda de oro.

—No es así, sus padres son tan prósperos cómo el mío la familia Praicel son los mejores en lana pues es las de sus costosos rebaños que envían a Yatés, el rey de las tierras que inspiran toda leyenda y poesía Nardat también son influyentes sus joyas son las mejores. — Erona siempre estaba dispuesta a defender a Susan, y Amanda, eran para ella cómo las hermanas qué nunca había tenido.

— ¿Darías la vida por ellas no es así?




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