Cuando caía la noche los hombres nobles y de buen comportamiento se marchaban de regreso al abrigo de su hogar, no vagando en la maldad de las calles; porque era allí donde el mal camino se cruzaba en el sendero recto de sus vidas, cuando todo era silencio en medio de la noche tentados por la oscuridad se dejaban seducir por todo placer que ofrecía la noche; ebrios con el vino nublados con la medicina de Belial practicando toda maldad por diversión.
Las casas de apuestas se ocultaban tras la cortina de oscuridad por sus actos, eran las favoritas de los malos hombres, que entré risas y aplausos disfrutaban de las bestias que ponían en discordia hasta ver su sangre teñir el suelo, Calercad el contrabandista torturaba en su afán de ganar, y siempre dominaba al ser rey de las peleas.
—¡Dónde conseguiste ese lobo de colmillos dominantes! — gritaron eufóricos al ver al animal destrozar a su contrincante.
— Es un lobo de las colinas más altas de Germania, negro cómo cuervo solo a traído fortuna a mis bolsillos.
— No me parece tan asesino. —callaban todos al observar a Oter.
— Así, entonces dime; ¿Qué tiene Oter en su poder que pueda destruir a negro? — preguntó Calercad seguro de sí mismo.
— Tal vez no conoces de mi largas horas de charla con las tinieblas, y mi devoción por todo lo oculto.
— Oter asegura bestias que no habíamos visto, pero yo pienso que en esa arena debería estar Mark Meyers contra todas las fieras de las apuestas. — prorrumpió Barah en su entrada, con un comentario que llamaba la atención de todos.
—¡Meyers! Qué comentario tan ofensivo, ¿Acaso es un monstruo? Jajaja. — burlaban a Barah, porque no sospechaban lo que él si pensaba del heredero de los Meyers.
Soltaba Calercad a su fiera en la arena una vez más e instaba a todos a divertirse.
— ¿Quien quiere enfrentar a mi hijo más amado?.
— Yo — respondió un bárbaro, de gran poder por el oro soltando su consentido .
Las pisadas del gato de pelaje negro y reluciente demostraba el poder y la fuerza en su voz, llevando a los hombres a clamar por el con euforia, ganaba los aplausos desafiando a Calercad en medio de lo celos porque una apuesta de mucho oro habría esa noche, él estaba tranquilo en medio de la turba sabia que no perdería ante el gato negro, bolsas dé quinientas monedas de oro sacaban los hombres y apostaban por el gato dejando claro a Calercad que al perder todo el oro apostado sería suyo.
— No tenemos a tu lobo anciano, jajaja— decía el público, subiendo Calercad la reja con su posición firme.
El gató retaba al lobo mientras crujía dejando visible sus poderosos comillos y garras cómo el acero, la triste realidad no era qué la pantera quisiera darle el triunfo a su amó sólo quería vivír; negro era el lobo más feroz de todos por el trató y cómo luchaba por sobrevivir su fama la había ganado después de una fuerte contienda con un tigre, y después de ese día toda fiera qué se enfrentaba con él perdía.
— Desgarrara su carne al rozar— estaban seguros de verlo morir ése dia.
Sólo había uno desentendido de la arena ésa noche y era el hombre qué poseía más oro, él observaba con obsesión a una de las chicas, que después de varías copas la obligaba a complacer otros deseos, tomándola Oter de su mano le hacía soltar la bandeja de oro con los más ricos vinos de Snoigan Berg, ella estaba sobre sus piernas mientras pedía a la chica un buen beso fastidiando a la joven la brusquedad con que acariciaba los labios de una mujer, él estaba alucinando por el vino qué era el rostro de aquella pastora que deseaba con todo pensamiento malicioso, pero se desvanecía ante él siendo la única realidad la joven dé rostro atemorizado.
— Lárgate — le gritó al arrojarle al suelo, en medio de las voces que decían que una victoria más le pertenecía al lobo de pelaje negro.
Unas garras de acero y dientes cómo dagas, no había sido para el lobo una tarea difícil destrozando a la pantera, luego una risa frenética y mordaz prorrumpió dejando una vez más su ego en lo alto dé Snoigan Berg.
—Todo el oro es mío — su comentario levantó furia en él bárbaro.
— Estás apuestas son aburridas. — observaron a Oter, ganando la atención de todos con sus palabras.
—¡Dices aburrido! —Barah lo interrogó para volver escucharlo
—Si es aburrido siempre vemos lo mismo, un lobo de aspecto lóbrego ganar en la arena; no hay variedad.
— ¿Y qué propones?
— ¿Si dinos? — le preguntaron a Oter.
Provocando al brujo de querer dar un espectáculo, Oter camino hasta la chica qué había obligado a soportar sus besos y le tomaba de su mano haciéndole caminar hasta la orilla.
— Imaginen a esta chica luchar por sobrevivir a los feroces dientes de tu bestia.
— ¡Qué dices! Reconozco que procedo a vengarme con estos actos de mis enemigos, pero no arrojaré a esta chica es inocente. — Calercad se refería a su propuesta, por la turbación en los rostros de sus invitados.
—Calercad tiene razón. — Barah estaba de su lado, mientras bajaba discretamente la mano para tomar su arma.
— No hay nada de malo en ésto.
Viendo la perdición en su conducta, actuaba Barah y sus escoltas apuntando las armas hacía Oter, estaban compadecidos de las lágrimas de la chica que torturaba.
Levantándose en armas todos los que las poseían para apoyar a Barah y sus secuaces, al ver los escoltas de Oter apuntar contra ellos.
— Suelta a la chica no queremos la masacre de todos está noche.
Calercad ordenó al brujo dejándole claro a Oter su sospecha.
—Yo soy un cretino y hago todo tipo de mal acto por poder, pero no soy admirador del hostigador señor de las sombras, ¿Crees que no se de tu romance con las tinieblas?
Oter en silencio escuchó su comentario y miró a su alrededor a todos los hombres, que le conocían esa noche presentes.
—Mi disculpas a todos — soltaba la chica dirigiéndose ella hasta Barah para resguardarse del malvado hombre, que se retractaba de sus actos. — El vino en exceso es el causante.