(Darío)
Todos en casa estábamos mudos, desde que recibimos la noticia de que mi padre había muerto, mi madre se encerró en su habitación y lloraba al recordarlo, mi hermano, a pesar que también estaba muy triste le llevaba platos de comida para que comiese un poco, se sentaba a su lado para que no comiera sola.
Yo tuve que comenzar a trabajar mucho más, pues ahora que mi padre ya no estaba, yo era quien debía sostener mi hogar. Sentía acostumbrarme hasta que una mañana mi hermano vino corriendo a buscarme al trabajo.
—Darío hay un montón de hombres vestidos de negro en nuestra casa, mamá está muy asustada y confundida, preguntan por ti. —Me dice algo cansado por correr demasiado.
—¡¿Pero cómo dejas a mamá sola?!
No dijimos más y me regrese corriendo junto a mi hermano directo a mi casa, al llegar realmente habían 9 hombres vestidos de negro, pero uno en especifico permanecía observando nuestros retratos familiares. Dio media vuelta y mostró una ligera sonrisa al verme.
—Tú debes ser Darío, el hijo mayor de nuestro querido Gonzalo. – Dice mientras se va acercando hacia mi dando pasos lentos. —Yo y tu padre éramos buenos amigos, ¿lo sabias?
—¿Quiénes son ustedes y como conocían a mi esposo?—Interviene mi madre un poco desesperada, pero a la vez confundida.
—Tu padre...Su esposo...—Voltea a ver a mi madre.—Trabajaba para mí y para mi padre. Lastimosamente él ya no está para presentarse como tal, pero si estoy yo, vine a informarle que su querido esposo está en deuda conmigo y vine a tomar lo que me corresponde.
—No tenemos dinero, no tenemos nada que sea de mucho valor, desde que mi padre murió no hemos conseguido mucho, solo unas cuantas monedas. —Respondo sin mucho remedio.
—Yo no vine a robarles dinero, vine a llevarte conmigo, a que trabajes para mí.—Dice con una sonrisa algo aterradora.—Tu padre pertenecía a nosotros, los Orge Superbia, ¿porque el hijo no?
—¿Los Orge Superbia? ¿Qué son ustedes?
—Eso no te lo responderé ahora, porque no importa, igual vendrás conmigo, la deuda de tu padre muerto... Te corresponde ahora a ti, y no pienso perder más mi tiempo, nos vamos.
—¡¿Que?! Yo no pienso irme a ningún lado.—De pronto siento como dos sujetos me sostienen de los brazos.—¡Suéltenme!
—¡Suéltenlo!—Grita mi madre acercándose desesperadamente hacia el que parece ser el líder de los desconocidos presentes.—Por favor se lo suplico, no se lleven a mi hijo. Si mi marido le debía dinero, está bien, se lo pagaremos, pero no se lo lleve.
—Señora esto no depende de usted, ni del dinero, entienda la deuda de su esposo no era monetaria, es una vida por otra vida. Que su esposo haya muerto es porque él se metió con nosotros, mordió de la mano que le dio de comer todo este tiempo y agradezca que no la matamos a usted ni a sus hijos.
Terminaron sacándome de mi casa, lo último que pude ver de mi familia fue a mi madre desconsolada mirando cómo me llevaban y el rostro de mi hermano completamente asustado, lo último que vieron mis ojos hasta que cubrieron mi cabeza con un saco. Fui golpeado en la cabeza y al despertar ya no sabía dónde estaba.
—¿Dónde... Dónde estoy? —Pregunto algo aturdido.
Rápidamente noté que estaba atado a una silla.
—¡¿HOLA?!? ¿Hay alguien allí?¡Pueden ayudarme por favor!
No recibí ninguna respuesta, necesitaba escapar de allí. Trate de zafarme de la cuerda que amarraba mis muñecas, intente desatar el nudo, pero no lograba soltar al menos una parte. De pronto escuche pasos, y el sonido de unas llaves, parecía que venían a donde yo me encontraba, un miedo recorrió desde la punta de mis pies hasta la punta de mi cabeza y trate de zafarme nuevamente y de repente...
—Escapar te será inútil, solo hay dos maneras de salir de aquí, una es trabajando para mí y uniéndote a mis muchachos, servirme con lealtad, no como el estúpido de tu padre.
—No te atrevas a nombrar de esa manera a mi padre. —Respondo intentando zafarme nuevamente, pero sin obtener resultado.
—Por lo que veo eres igual de idiota que él, como te decía solo hay dos maneras de salir de aquí, una es sirviéndome y la otra es la muerte. Es un buen trato, no sería tan necio si fuera tú. Podría decapitar a tu madre si quisiera, ¿sabes? —Dice mientras comienza a rodear la silla donde estoy atado y comienza a afilar una navaja que tenía guardada. —Tú decides ahora. —Con esto último coloca la navaja muy cerca de mi cuello.
—¿Qué es lo que quieres que yo haga? —Digo tratando de no moverme tanto para no cortarme.
—Que asesines al matrimonio real, muy fácil.
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Editado: 10.11.2024