Caza Leyendas

Capítulo 1

Tlaxcala, México.


Los grillos cantaban afuera de la casa, hacía mucho frío y llovía constantemente. Mariana se encontraba dentro de su casa, acurrucada en la cama junto a su hijo, esperando a que su esposo llegara del trabajo para darle de cenar. Había sido una día muy pesado, ser madre no era un trabajo demasiado sencillo y menos estando embarazada; en espera de su segundo hijo. 


David, su hijo de cuatro años de edad, dormía plácidamente sobre el brazo de su madre que le gustaba utilizar como una almohada. La lluvia le asustaba, en particular, los truenos y las ráfagas de viento que mecían las ramas de los árboles de un lado al otro golpeando la ventana de la habitación donde dormían los tres. 


El sueño estaba venciendo a Mariana, sus párpados se atraían como si fueran dos imanes de polos opuestos, se distraía acariciando la melena despeinada de su hijo al mismo tiempo que veía la televisión, aunque ésta no la pudiera escuchar a causa del sonido ensordecedor de la lluvia. 


Un golpe fuerte en la puerta hizo asustar a David, quien volvió a dormirse después de aferrarse fuertemente a su madre. 


La caída de un relámpago causo un apagón de unos escasos segundos en toda la colonia, la lluvia aumentaba y no daba señales de que fuera a parar. Un segundo golpe en la puerta volvió a oírse. 


—¡¿QUIÉN?! —gritó desde la cama esperando oír la voz de algún vecino pero nadie respondió. 


Volteó a ver a su hijo, esperando que no se hubiera despertado por el grito pero afortunadamente él seguía durmiendo, tomó el celular que tenía debajo de la almohada y revisó la hora; eran las nueve y media de la noche: faltaba media hora para que su marido regresara a la casa. 


Un segundo trueno volvió a dejar sin luz a la comunidad, seguido de un tercer golpe a la puerta dado con mayor violencia que las veces anteriores.


—¡VOY! —volvió a gritar Mariana, quitándose las cobijas de encima, poniéndose unas chanclas de plástico para ir a la puerta. Se acomodó su blusa y, alumbrándose con la lámpara del celular caminó hasta la puerta. 


—Creí que volverías más tarde —dijo, girando la llave para poder abrir. —¿Otra vez olvidaste las llaves en tu trabajo? —preguntó. 


Abrió la puerta pero no logró ver a nadie: todo estaba oscuro, el viento movió sus cabellos y las gotas de lluvia mojaron su rostro, brazos, pies y ropa. Su piel se erizó debido al frío que calaba hasta los huesos, cerró la puerta pero un extraño sonido le llamó la atención, salió a revisar asomando únicamente la cabeza, la luz de un relámpago alumbró la oscuridad dejando ver por un instante las siluetas de las demás casas; posado, en una de las ramas de un árbol alto, un ave enorme con plumaje negro y luminoso le observaba desde la oscuridad. 


Un grito que venía desde la habitación le hizo regresar adentro, nerviosa por ver qué es lo que le ocurría a su hijo cerró la puerta empujándola fuertemente para correr hacía la habitación agarrándose el vientre con una mano. La puerta, debido a la fuerza con la que fue proyectada, rebotó y una vez más volvió a abrirse.


—¡Mamá! —gritó David estallando en llanto. 


—¡Voy! —gritó, caminando lo más rápido que podía. 


—¡¡MAMÁ¡¡ 


El niño apareció corriendo por el pasillo con la cara pálida, totalmente aterrado. Al ver a su madre se aferró fuertemente a ella. 


—¡Mamá, un monstruo! —dijo con los ojos llenos de lágrimas mirando al extremo del pasillo dónde se encontraba la habitación. 


—Ahí no hay nadie —respondió, alumbrando el pasillo con la luz blanca de la lámpara del celular —Es solo la lluvia, los monstruos no existen. 


—¡No ma' no vayas allá, hay algo! 


Mariana se inclinó y limpió las lágrimas que corrían por las mejillas de su hijo, se enderezó y tomó a su hijo de la mano, la cual sintió extremadamente mojada. Se detuvo para ver qué era el líquido que ahora recorría sus dedos, al iluminar el brazo de David se fijó que un chorro de sangre recorría la mayor parte del brazo izquierdo de su hijo. Volteó el brazo con la palma de la mano hacia arriba, el niño tenía cuatro largos rasguños que abarcaban desde la altura del hombro hasta el antebrazo. 


Mariana giró rápidamente hacia el pasillo al escuchar el ruido dentro de la habitación, cómo si un ladrón estuviese buscando entre los cajones y demás cosas buscando algo que robar. 


La puerta negra de metal azotó fuertemente con la fuerza del aire, haciendo que Mariana se asustara verdaderamente, volteó nuevamente hacia el pasillo al escuchar el aleteó de un ave, entre la oscuridad dos brillantes ojos rojos se acercaban lentamente a ellos. 
Mariana, temerosa por lo que estaba presenciando, tomó su celular con su mano temblorosa; apuntando hacia el pasillo, con la ayuda de la luz logró ver la silueta de lo que parecía ser una mujer con uñas largas y filosas. 


—¿Quién eres?, ¿Qué es lo que buscas? —preguntó. 


Una sombra con forma de mano se extendió por la parte iluminada de la pared señalando al niño. Mariana empujó a su hijo escondiéndole a su espalda.  


—¡Lárgate, o llamaré a la policía! ¡Mi marido está a punto de llegar!  


El foco del celular que servía como lámpara empezó a parpadear, la extraña mujer empezó a caminar hacia ellos haciéndolos retroceder. La lámpara se apagó. 
Una fuerza extraña empujó fuertemente a Mariana por la espalda haciéndole volar por los aires hasta el otro extremo del pasillo oscuro donde la mujer extraña se había desvanecido. 


—¡MAMÁ! —escuchó gritar a su hijo corriendo hacia ella. 


Mariana se levantó con esfuerzo acariciándose el vientre, como pudo, agarró a su hijo del brazo para empezar a correr hacía la cocina para agarrar un cuchillo y poder defenderse. A tientas empezó a buscar entre los cajones buscando el objeto metálico que, afortunadamente, empuñó cuando la mujer de ojos rojos se asomó en la puerta. 



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En el texto hay: misterio, oscuridad, sobrenatural

Editado: 11.05.2019

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