—No se alteren mis lindos retoñitos —Ileana habló indicándole al mesero acercarse—. Trae el especial de la casa y una botella del mejor Vino.
Aiden la miró refunfuñando.
—Yo no pienso pagar por eso.
—Vamos campeón, no todos los años se cumplen diecisiete —Velkan suspiró con una mano en su mejilla recordando algo—. Recuerdas cuando cumplimos esa edad hermana.
Por un segundo Nadia y su hermano podrían jurar ver un rastro de tristeza y melancolía en la mirada de los Dănești.
—Ese día fue histórico para nosotros —Ileana dejó salir unos colmillos muy afilados pasando la lengua por la filosa punta, combinados con unos aterradores ojos rojos y con pequeñas venas de un color morado alrededor de ellos—. Ahora es parte del pasado, pero siempre lo recuerdo día a día.
—Algo me dice que es mejor no preguntar —Aiden les miró mientras bebía el contenido de su soda.
—Saben tengo una duda ¿Quién de ustedes es el mayor? —Nadia los observó comiendo el último trozo de pastel. Ambos hermanos Dănești sonrieron—. Es decir, ya sé que ambos son demasiado viejos para la edad que aparentan a simple vista.
—No somos tan viejos o mejor dicho antiguos —Velkan chasqueó la lengua—. Incluso puedo asegurar que somos más jóvenes que su viejo abuelo.
Nadia les miró con curiosidad, su abuelo Dustin tenía doscientos cincuenta y tantos años. Ese era un gran secreto de los cazadores del primer linaje. Aparentemente la fuente de la vida era sólo un mito humano, pero para ellos no lo era. El hombre aparentaba unos cuarenta y cinco años humanos, aún conservaba el cuerpo de un cazador en sus primeros años de entrenamiento. No muchos creerían de que el hombre fuera su abuelo.
—Yo soy la mayor —Ileana aclaró, antes de volver a pasar su lengua por el cuello de un distraído Aiden, quien estaba viendo a su hermana—. Con Velkan no hace diferencia. Es como en el caso de ustedes, ambos portamos con el beneficio de la sangre de nuestros padres biológicos...
Aiden se alejó de golpe un poco de la silla, viendo a Ileana sonreír con inocencia, mientras él la fulminaba con la mirada.
—Deja de andar de mano larga — la reprendió, antes de limpiarse el cuello con la mano arrugado la cara en el intento—. Eso es asqueroso...
—Si no me creen prueba esto, durante un par de minutos —Ileana le puso un Medallón de plata en la palma de la mano a través de la pequeña mesa—. En un minuto puedes hacer lo mismo con mí precioso osito...
Nadia cerró la mano sin usar fuerza. Simplemente esperando y observando a las tres personas a su alrededor. No entendía nada, qué podría hacerle ese pequeño artefacto del siglo catorce, aproximadamente. Minutos más tarde se lo pasó a su hermano. Él también hizo lo mismo, esperando un par de minutos con la curiosidad de un niño pequeño, por ver el mejor truco de magia.
—¿Qué se supone qué tiene el collar?
—Nada —Velkan sonrió, como sí hubiera descubierto el secreto más grande de su vida.
—Entonces... —Aiden achicó los ojos mirado mal al mayor—. Hemos estado haciendo el ridículo, ¿Verdad?
—En realidad es plata siciliana —Ileana aclaró viendo la mirada curiosa de ambos—. Esto puede incluso afectar a un Alpha de los cinco más poderosos entre los lobos.
—Préstame tu mano —Velkan miró a Aiden esperando su mano.
Aiden se la extendido a través de la mesa, Velkan la sostuvo por la muñeca manteniendo la palma hacia arriba, con el filo del Medallón hizo un corte en la mano de Aiden.
—¿Qué se supone qué pasaría? —Aiden interrogó, cuando la herida empezó a curarse inmediatamente.
—No veo nada interesante —Nadia examinó la pequeña mancha de sangre en la mano de Aiden.
—Eso era plata. Ustedes son inmunes —Ileana movió el amuleto frente a sus ojos, segundos después su mirada de estupefacción se detuvo en el cuello de Nadia—. ¿De dónde sacaste eso?
Velkan también vio con sorpresa el cuello de ambos donde dos collares colgaban.
—Eh, deja eso, lo vas a estropear —Nadia le dio suave manotazo a Ileana.
—Tú tienes la mitad y tú —Velkan señaló a Nadia—. Tienes la otra mitad. Puedo adivinar que quién sea qué se los dio fue alguien muy poderoso.
—Deja el drama hombre —Aiden los miró con aburrimiento, apoyando el codo en la mesa y sosteniendo su mejilla en la palma—. Eran de mamá, seguramente los compró en alguna Joyería.
Ileana negó mirando a su hermano por alguna razón desconocida para ellos. Incluso notaron la marca en el cuello de Nadia, pero ninguno quiso hacer preguntas. Tenían que mantenerse al margen.
—Ahora sigamos con lo que hacíamos.
Nadia cambió de tema viendo al mesero entregar cuatro platos con el especial de la casa y una botella de Vino. Ellos no consumían alcohol o algo que lo contuviera. No sabían sí eran inmunes a su efecto porque nunca lo habían probado de ninguna forma.
Los Dănești, los miraron con rareza viéndolos negar cuando les ofrecieron una copa.
—La plata no es dañina para ustedes —Ileana señaló la mano de Aiden, cortando un trozo de carne y llevándolo a su boca con el tenedor—. Es lo mismo con nosotros. Somos inmunes a las cosas dañinas o cómo quieran decirle a algo que perjudicaría incluso a un vampiro pura sangre. Eso es por la sangre de nuestro progenitor —ella señaló de Aiden a Nadia—, en el caso de ustedes puede ser por la sangre de su madre. Incluso podría jurar que el veneno no les causa daño, ¿Cierto?
Ambos asintieron en silencio.
—Ahora es momento de aclarar el motivo de nuestra visita —Ileana habló con seriedad a ambos—. Necesitamos un favor de ustedes dos.
—¿Qué clase de favor? —la voz de Aiden se tiñó de seriedad.
—Necesitamos que guarden algo para nosotros, durante dos años exactos —Velkan analizó a todas las personas a su alrededor como si estuviera buscando algo—. Sin peros, ni preguntas.
Nadia cruzó los brazos mirándolo mal.
—Un ciego no puede caminar por un barranco, ¿Verdad? —ella sonrió de lado, viendo a los Vampiros más extraños que hubiera conocido—. No pueden simplemente pretender que aceptaremos y Pum... Desaparecen. Somos jóvenes no estúpidos.
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Editado: 16.11.2019