Es lunes por la mañana, mi descanso temporal hasta las cuatro, momento en donde inicia mi turno. Suena muy loco, pero me siento muy tranquilo por no tener tanta presencia de reclutas, James, Leon y ese vampiro han sido los únicos en llegar, de ahí a más no hay nada, dándome tiempo extra que no sabía que necesitaba y ahora sí, me doy el lujo de desayunar en la piscina con casi todos, Josh no se puede meter, cada uno come lo que le gusta y puede, Kevin, Josh y yo compartimos un paquete de waffles que cociné en la mañana, Catherine come su filete con un vaso de sangre con chocolate, ella dice que sabe delicioso por más que me dé asco, y Leon se come una orden de marisco que pedí por internet. Comemos sin el riesgo de que nos dé un calambre, pues estamos en unos asientos de la piscina con la mesa flotando entre nosotros, diría que extrañaba hacer esto sino fuera la primera vez que lo hago, jamás me había tomado la molestia de tener un desayuno largo y tranquilo, casi siempre me la paso trabajando, matando demonios, ayudando a míticos o entrenando, con suerte llegó a terminar una porción del desayuno que hace Kevin en el camino. Me baño poco después de terminar el desayuno, como la piscina tiene sal me termina irritando la piel, dejo la ropa empapada en un bote de metal para poner la ropa mojada que se llena muy seguido, podría jurar que si se llena la mitad podría vaciarlo sin esperar a que la lavadora se llene de agua. Ya casi termino de peinar mi sedoso cabello cuando surge una emergencia, un mítico, y probablemente el último, de tipo octano está en el baño de su escuela transformado, rodeado por cinco chicos, creo que lo están molestando y haciendo que mi trabajo sea más difícil de lo que ya es. Corro hacia donde está uniforme para ponérmelo mientras pongo la secadora en un soporte especial, no podré peinar mi cabello de la manera correcta, quedará enredado y no daré una buena primera impresión. No importa, debo llegar en menos de quince minutos, la escuela está cerca, a diez minutos y debo llevar la motocicleta, sino llamaré demasiado la atención, en la preparatoria de la ciudad es más normal ver más motocicletas que autos, solo los profesores lo usan, una vez un tarado me hizo llevarle una pizza y otro la confundió con su motocicleta, fue una suerte que los regañaran a tiempo y no vieran lo que hay debajo del asiento. Termino mi atuendo de rescatador de míticos con cabello casi perfecto y me dirijo a la escuela en pleno receso, ese chico depende de mí ahora, no puedo defraudarlo. Otro riesgo es ver si no hay cámaras de seguridad, fui educado en casa, así que jamás me acerqué a una escuela en mi vida y no sé si en esa preparatoria a donde van todos en esta ciudad hay cámaras, censores o un sistema de seguridad, eso de censores no es tan posible, una vez llegué tarde por no poder pasar por una manifestación exigiendo un mayor presupuesto para la seguridad, con evitar las cámaras será suficiente. Son pocos los que están afuera de la escuela incluidos los maestros, algunos fumando y otros inhalando marihuana sin discreción, y pensar que me perdí de las típicas jugarretas y experiencias de maestros siendo regañados en frente de la clase por ser un cazador de demonios. Considerando que estoy vestido de cuero negro, sí me veo de veintitantos y no me podrían reconocer, debo volverme invisible para pasar sin problemas. Primero debo estacionarme cerca y esconderme por ahí, sería raro ver una motocicleta que se conduce sola o a un chico desaparecer al instante.
— Da mihi de invisibilitatem aeris —mi cuerpo se vuelve invisible, iniciando con la piel, los músculos y al final me vuelvo totalmente invisible, un método efectivo para ser evitado por las cámaras, siempre y cuando no te veas al espejo al hacerlo, si vieron la película del hombre invisible entenderán, no es bonito. También ayuda con la ropa, sino los espantaría al hacerlos ver a la ropa que se mueve sola.
Nadie me puede ver entrando por la escuela, hasta hago que el típico bully se caiga al suelo por intentar meter a un niño a su casillero. Mejor me concentro en eso, tengo a alguien que rescatar, tal vez luego continúe humillándolo más al rato. Volviendo al chico, me guío por los pasillos por medio de su aura, que, a diferencia del de Leon, es de un rojo intenso que se va tornando oscuro, está frustrado, confundido por no entender lo que le pasa. Alrededor de él hay tres chicos que lo están molestando, amenazándolo con tomarle fotos por arriba y por abajo y gritándole apodos que ya ha de recibir diariamente, aceptándolos sin quejarse, porque yo ya hubiera soltado una estruendosa cachetada, pero, claro, no todos recibimos entrenamiento de todo tipo desde la infancia. Me limito a abrir la puerta con semejante discreción, que esos maestros fumando afuera no tienen, y romper satisfactoriamente el teléfono del líder al quitárselo de las manos y aventarlo con fuerza al suelo, también le doy unos cuantos pisotones solo para asegurarme, no soporto a esos tipos que se creen libres de fastidiar a cualquiera, les ha de faltar tiempo y autoestima. Con escribir en los espejos un mensaje de amenaza digno de “Sé lo que hicieron el verano pasado” y “Matilda” los espanto mucho, saliendo a empujones del lugar, problema resuelto. Detrás de esa puerta que necesita mantenimiento urgentemente, está un chico de tez pálida, cabello castaño, una gigante sudadera naranja y los tentáculos de cinco metros si estoy correcto con un tono verde oscuro con manchas cafés y negras. Se calma un poco con mi presencia, pues espanté a esos chicos y al volverme visible enfrente de él sabe que yo sí entiendo de esto.
— Vengo a rescatarte, soy un cazador de demonios especializado en salvar a gente como tú, no eres un monstruo ni mucho menos un demonio, eres un mítico, mitad humano. Te explicaría más, pero no tenemos mucho tiempo, cualquiera puede llegar y si confías en mí te llevaré a un lugar seguro —le aseguro al chico sin nombre ocultando el pequeño y diminuto problema con el marcado vengativo (es sarcasmo, si fuera un problema pequeño no estaría tan tenso fingiendo que estoy tan alegre).
Editado: 02.03.2024