Le entregué una taza de refresco congelado, tal y como le gustaba a Lauren.
-¿Y esta amabilidad? ¿Qué ha pasado? ¿Qué cadáver no has podido enterrar tú solita para tener que buscar mi ayuda?
-Sé cómo hacer desaparecer un cuerpo sin la necesidad de enterrarlo de cien formas diferentes, pero gracias por preguntar. -enarcó una ceja. Suspiré y pedí fuerzas para llevar a cabo esta conversación.
-¿Y bien? A este paso terminaré mi fanta antes de que empieces.
-No es fácil, Lauren. -volví a suspirar abriendo los ojos. - Dime, de uno al diez, ¿qué tanto odias a los brujos?
-¿Esta es otra de las estúpidas pruebas de la Élite o es que estás drogada? -frunció el ceño.
-Lo digo en serio Lauren.
-Yo también. -sus ojos me miraron con suspicacia y suspiré, cansada.
-Solo responde.
-No sé… Un siete, tal vez. -se encogió de hombros, pero noté su tensión en sus hombros.
-Bueno, mejor de lo que esperaba entonces.
-¿Freya?
-Soy medio bruja. -solté de golpe. Parpadeó, y la taza casi se le deslizó de las manos. Volvió a parpadear. Sus ojos se oscurecieron en un instante.
-¿Qué tan malo es para que debas empezar con algo tan drástico?
-No bromeo, Lauren.
-Yo tampoco Freya. Dime al menos algo creíble. Como si el Gran Cazador pudiese estar en una misma habitación que una bruja sin cortarle el cuello.
-Bueno… Tampoco es como si mi madre fuese una bruja normal…
En ese momento, mi amiga se puso a reír dejando de lado su bebida. Apreté labios.
-Oh Dios Freya, gracias. Necesitaba eso. -dijo entre risas. Suspiré. -Ahora sí, dime qué ocurre. -mi cara no cambió en lo más mínimo ni dije ni una sola palabra. Su cuerpo se tensó.
-Lo dices en serio.
-Completamente.
-No me jodas, Freya. ¡Dime que es una puta broma!
-¿Me ves con cara de estar bromeando?
-Mierda. Joder, ¡JODER! ¿Tienes idea de lo que eso significa?
-¡Por supuesto que lo se Lauren! ¡He vivido diecinueve años temiendo esto!
-Joder. -se llevó una mano a la frente.
-No es mi culpa que mi padre se haya casado con la Madre Emperatriz.
-¿Qué cojones? Imposible. Eso sí que es imposible. Puedo aceptar que seas hija de una bruja normal, ¿pero la Madre Emperatriz? ¿Crees que nací ayer? Tu padre le habría cortado el cuello antes, o lo habría perdido. -suspiré de nuevo. Aquello se iba a hacer muy largo si no se lo demostraba. Con otro suspiro, agité mi mano y una ráfaga de viento le desordenó el pelo.
-No mentiría en esto, Lau. -ella inspiró con los ojos cerrados.
-¿Y por qué me lo contarías, eh? Si eso que acabas de decir es verdad, la Casa Morrigan podría caer en un segundo. No eres tan estúpida.
-Lo sé, pero mi hermano estudia en la misma universidad y tarde o temprano nos encontraremos con él. No quiero que te tome por sorpresa.
-Es decir, quieres que me calle. -hice una mueca.
-Yo diría guardar un secreto de una amiga… Pero sí. Necesito tu silencio.
-O me matarás.
-No. No te mataría, imbécil.
-¿Entonces? ¿No puedes creer que me trague eso de “por el poder de la amistad”, verdad?
-Puedes llamarlo lealtad hacia alguien con la que has convivido siete años y que te ha guardado la espalda en todos estos años. -ella sonrió lobunamente.
-Eso me gusta más. -volvió a inspirar. Y me miró con ojos decididos. -Está bien, Frey, te guardaré esto. Aunque ibas a obligarme igualmente, ¿no?
-¿Habría podido, Lau? -su sonrisa se acentuó un poco más.
-Me gusta cómo funcionamos Charson. Pero no esperes ni por un segundo que me ablande en las cacerías.
-Tampoco iba a pedírtelo. Simplemente no ataques a Liam y a sus amigos.
-Con que los amigos del Brujo Heredero. Interesante… Y supongo que poderosos. ¿Nombres?
-Hasta ahora sé del Heredero Escarlata. Luego estoy dudando entre el Cuervo de Medianoche, el Fantasma Gris o el Titiritero.
-Lindo. -ella hizo una mueca. Una mueca. Las muecas de Lauren nunca significaban algo bueno. Y esta vez, concordé con ella. Ninguno de los brujos que acababa de mencionar eran seres con los que se pudiesen jugar. -¿Alguien más? -suspiré por enésima vez. Ella enarcó una ceja.
-Sí. El Heredero Escarlata en realidad se llama Alexander Vrands. Adivina quién es su hermana.
-No me jodas Freya. Tienes una maldita suerte…
-Lo sé.
-Pero nunca he escuchado sobre la hija de Ekatherine Solaria.
-Yo tampoco. Pero no te dejes engañar, le he preguntado a mi hermano. Megara también es peligrosa a su manera. Adivina cuál es su poder secundario.
-No soy una puta sacerdotisa Freya.
-Hipnosis musical.
-Joder. Llevas tapones para los oídos, ¿no?
-Por supuesto, ¿por quién me tomas?
-Tendría que haberme trasladado a Madrid. -suspiró mi amiga tomando un sorbo de su refresco que acababa de coger.
-¿Y perderte la diversión?
-¿Diversión? Joder Freya, sabía que estabas peor que yo de la cabeza, pero no tanto.
-Oye, estoy genial.
-Ve al manicomio, hija. Ahora en serio, ten cuidado. Este secretito tuyo puede costarnos bastante.
-Llevo 19 años sin que nadie se entere, no empezaré ahora a divulgarlo.
-Bien. Hablemos más de los brujos que acompañan a tu hermano.
-Ya te he contado de ellos.
-No cariño, lo que me has dicho es su título. Ahora tenemos que pasar a lo que más odias. La forma de neutralizarlos.
-Te odio.
-Es mutuo querida.
Pasamos la tarde discutiendo sobre formas de combatir a los hechiceros si surgiese el caso y tras cenar volvimos a la Residencia. Mi padre no hizo acto de presencia al estar en el Reino Cazador para atender algunos asuntos de la frontera.
Los días posteriores, noté a Lauren más precavida ante los tres brujos (quienes se habían acercado para molestar a Megara) aunque nadie más a parte de mi lo notó al no saber descifrar las microexpresiones que mi amiga hacía.
Pronto las semanas pasaron y las aguas se calmaron, al punto que Lauren parecía haberse relajado ante los hechiceros sin reconocerlos como una amenaza potencial cada vez que alguno entraba en una habitación. Fue tras la séptima sesión en la Kardia que las cosas empezaron a coger velocidad.