Suspiré ante el informe mandado por Njord Idris. Su familia era la encargada de gran parte de la zona oeste de la frontera al ser su territorio uno fronterizo. Aquello le otorgaba gran poder dentro del Bajomundo al ser esencial para el comercio, que sumado a la antigüedad de su familia, la había convertido en la Casa encargada de los países nórdicos y parte de Europa. El documento contenía el número de robos que habían sufrido en el último mes, un incremento que, junto a la alta presencia de brujos a lo largo de la frontera, era peligrosa para nuestro reino.
-¿Qué propones? -preguntó mi padre. Levanté la vista bajando el papel.
-¿Qué más podemos hacer? -él suspiró.
-Si las cosas no se calman, partirás en dos semanas a una expedición.
-Entendido, señor.
-Puedes retirarte. -agaché la cabeza y salí de la oficina de mi padre tras saludar a Kendra Viedma, una de las consejeras de confianza de mi padre.
Caminé por el suelo de piedra del palacio en dirección a la salida. Saludé a algunos sirvientes en el recorrido hasta llegar al bosque que rodeaba la parte trasera del castillo y me adentré en él sin miedo. Tuve que apartar varias ramas y hierbajos para poder llegar al portal que conectaba el interior terrestre, el Bajomundo, con su superficie. Me acerqué a la imponente cascada y, de un salto, me interné en ella. Sin nadie alrededor, me sequé con mi magia y me adentré en la cueva.
Vagué en la oscuridad durante cinco minutos, confiando solo en mi oído y olfato, hasta que la luz volvió a hacerse presente. Salí de la cueva y sonreí cuando visualicé el monte que camuflaba la Kardia. Sin perder tiempo, me dirigí a ella. Aquel día tocaba entrenamiento y si no me apresuraba llegaría tarde.
Aquel mismo sábado hubo una fiesta en la que la mitad de la universidad estaba invitada. Fui obligada por Lauren y Megara a asistir por lo que tuve que despedirme de una noche de descanso.
Las cuatro fuimos recibidas por la voz de Nicky Minaj en cuanto abrimos la puerta de mi coche. Nada más bajar, lo primero que hice fue estudiar la casa acomodada que estaba celebrando dicha fiesta. Silbé en cuanto noté lo grande que era, suficiente para recibir a la cantidad de gente que se había unido, que eran unas cuantas docenas. La estructura era sólida y en los alrededores tampoco habían muchos árboles para quemar en el caso de que surgiese un incendio (una no puede ser lo suficientemente precavida).
Suspiré y Lauren rio ante eso.
-Vamos. -Megara nos cogió a Carla y a mí del brazo y nos arrastró al interior siendo seguida por Lauren. -Tenemos que celebrar que ya ha pasado medio semestre. -volví a suspirar.
-Un mes y medio para morir. -corregí mientras pasábamos por la puerta principal. -Y dime de nuevo, ¿cómo nos ha invitado?
-Susana Castro, una que va conmigo a Psicología de la atención, me invitó y aquí estamos.
-Que pereza.
-Ya estamos aquí Carla, solo queda disfrutar.
-Mi cama cumple las mismas funciones. -Megara iba a responderle cuando se acercaron unos chicos.
-Hola chicas, no os había visto nunca por aquí. ¿Sois nuevas?
-¿Qué no ves que son de primero Marco? ¿Quién os ha invitado?
-Sí somos de primero, ¿y qué?
-Nada, nada. Guarda tus garras leona. Solo era curiosidad. -enarqué una ceja en respuesta.
-¿Y quién os ha invitado?
-¿Pero para qué quieres saberlo, pesado?
-Solo curiosidad, ¿uno ya no puede ni preguntar o qué?
-Susana Castro, ¿satisfecho?
-Claro que sí, leona. Susana está en la piscina por si la queréis saludar. Nosotros ya nos vamos antes de que saquéis más las garras. -se fueron riendo, solté un suspiro. Solo era medianoche y esos ya iban algo bebidos. Simplemente genial, empezar la noche con un par medio borrachos.
Nos adentramos entre el gentío en dirección a la piscina en donde estaban las bebidas y la comida. Cogí una copa de ponche y observé a cada humano reírse y divertirse con la compañía de Carla. Lauren y Megara ya estaban quién sabe dónde socializando. Inconscientemente, me relajé cuando noté la presencia reconfortante de mi hermano cuando se puso a mi lado.
-No esperaba veros aquí, Freya, Carla.
-Nosotras tampoco, pero Megara nos ha arrastrado.
Mi hermano no estaba solo, iba acompañado de sus compañeros de cuarto, alias sus guardaespaldas. Ambos se nos unieron y sonreí internamente cuando no hice ningún movimiento que delatara la pequeña incomodidad aún presente ante el pensamiento de lo poderosos que debían de ser, que aún no se había ido aunque hubiesen pasado varias interacciones.
La conversación fluyó amenamente y pronto mis pensamientos turbios sobre brujos quedaron en el fondo de mi mente.
Pero como siempre, mi tranquilidad se vio truncada con un grito. Como un rayo, los cinco nos giramos en dirección del grito. Exhalé de alivio cuando noté que solo era el grito de un borracho y mi corazón volvió a latir con tranquilidad. El pico de adrenalina ante la posible amenaza descendió en picado y mis sentidos volvieron a la normalidad. En aquel preciso instante, fui plenamente consciente de que todos, absolutamente todos los cinco, éramos seres peligrosos. Ni uno había pasado por alto el grito y todos estábamos tensos, aunque disimulo no faltara. Cada uno camuflábamos nuestros sentidos como pez en el agua y acechábamos en las sombras por nuestra víctima. Éramos cazadores a nuestra manera.
Aquello hizo peso en mi mente y las ganas de girar mi anillo para darme seguridad fueron grandes. Pude contenerme a tiempo bebiendo tres grandes tragos de mi ponche. Vi por el rabillo del ojo como Carla relajaba su mano apoyada en su vestido, Liam hacía un movimiento de mandíbula, Alexander bebía de su cerveza y Evander relajaba sus hombros. Todos aparentando tranquilidad, todos enmascarando su poder. Sonriendo como si no fuesen un cazador, sin ser conscientes de que estaban al lado de su enemigo natural. Sonreí levemente ante la ironía tras mi ponche a sabiendas.