Capitulo VIII

Mi hermano quedó sorprendido cuando le conté lo ocurrido unas horas después.

-Maldita sea, tendría que haber insistido más en que pusiese una barrera.

-Eso quería preguntarte yo, ¿por qué no las pone? -Liam suspiró.

-Es cierto que una barrera protege, pero un hechicero podría captarla fácilmente. Y últimamente están habiendo muchos disturbios.

-Osea, quería parecer lo más mortal posible.

-Sí.

-Pues unos asesinos casi la matan ayer al estar tan borracha. -señalé sin piedad.

-Gracias por protegerla Freya. -me encogí de hombros.

-Es mi compañera de cuarto. Y es bastante amigable.

-Osea, que te cae genial.

-Yo no dije eso.

-Por supuesto que no. -suspiró. -Solucionaré esto. -asentí y me despedí.

Mientras iba a mi clase de Estructura y función de biomoléculas, recibí un correo de mi padre. Al abrirlo, noté que era una expedición a la frontera con un escuadrón de élite. Hice una mueca, aquello no tendría que ocurrir tan pronto. Si mi padre había adelantado la misión solo podía significar que los hechiceros cada vez se estaban volviendo más atrevidos. Redacté una rápida confirmación y pedí que Lauren y Carla estuviesen en mi equipo y se lo mandé a mi progenitor. Después de clase, éste envió su aceptación y me informó que al ser las tres de la Élite, debería ser suficiente para la misión. Sonreí y entré a mi habitación, mi mente ya pensando en estrategias para aquel sábado.

Tras despedirme de Megara unos días después, me encontré con Liam de camino al parking en donde Carla y Lauren me estaban esperando.

-Ten cuidado, Frey. -sonreí y asentí.

-Siempre lo tengo. ¡Nos vemos! ¡Y no te metas en problemas!

Media hora después, aparcaba el coche en el pueblo en el que estaba la Kardia. Caminamos el trayecto hasta el monte y pronto ya estábamos dentro. Sin demora, nos dirigimos a la armería en donde podíamos coger suministros y cambiarnos por ropa más adecuada y cómoda.

Armadas hasta los dientes, salimos del lugar en dirección a la cueva que daba paso al Bajomundo. Hice una mueca cuando la luz me cegó en cuanto salí de detrás de la cascada.

-En marcha. Si nos damos prisa, estaremos en la frontera en dos días y terminaremos en unas dos semanas.

-Espero llegar a mi práctica del lunes.

-Ya somos dos, Carla. -fuimos en dirección al establo del palacio para coger los caballos. Sin hacer demasiados descansos, pues teníamos el tiempo justo, llegamos al sector este de la frontera en donde los disturbios eran mayores.

Sin más preámbulos, me puse mi máscara con un rayo dibujado en medio que la partía por la mitad y denotaba la identidad de la Estrella Tormentosa. Sin girarme, supe que mis compañeras también se las habían puesto. Una negra y plata con forma de pantera y una plata con un lirio lila al lado del ojo.

Supuse que mi padre ya le había informado a la Casa Kairos, o Yashvir en el mundo humano, pues ya nos estaban esperando. Saludé al padre de Conrad, Thor Kairos, quien estaba a cargo ya que su hijo estaba en una misión y luego tenía entrenamiento en la Kardia. Éste nos dio más detalles sobre los saqueos y nos confió que posiblemente hubiese algún hechicero de rango A+ rondando cerca, pues ya habían encontrado muertos a dos pelotones de quince cazadores.

-No os preocupéis señor Kairos, pronto ya no habrá hechicero del cual preocuparse.

-Oh no lo hago, creedme cuando os digo que me relajé en cuanto el rey me mandó la carta con vuestro nombre en él. Nadie es más rápida que la Estrella Tormentosa. -sonreí, aunque no se notó con la máscara puesta.

-Gracias por el cumplido. Partiremos ahora si no le molesta.

-Adelante, adelante. No dejéis que este pobre anciano retrase a la Élite. -aquel pobre anciano había terminado con dos escuadrones de magos en sus días y había sido uno de los Cazadores de Élite de la época de mi abuelo. De débil tenía su cabello con canas.

Sin perder el tiempo, fuimos hacia la última ciudad en la que se había informado de un ataque. Con una mueca, escuché cómo todo un pueblo había sido incendiado a unos kilómetros.

-Supongo que iremos allí, ¿no? -dijo Lauren nada más salir del motel. Asentí.

Veinte minutos después, las ruinas de un pueblo nos recibían. Estaba desolado, no había ni una sola persona. Los supervivientes se habían refugiado en los pueblos vecinos y ni una sola alma había vuelto. Observe a los carroñeros sobrevolar el cielo con una mueca.

-Un brujo de fuego.

-Lo más probable. Rodeemos y busquemos huellas, nos reuniremos en treinta minutos. -nos separamos como sombras y fácilmente pudimos cubrir toda el área. Observé el suelo carbonizado con otra mueca y me adentré en el bosque en busca de posibles huellas. Estaba por mi sexto rastro cuando escuché un silbido que parecía de halcón pero que en realidad era humano, proveniente de Lauren. Rápidamente, fui hacia allí sabiendo que mi amiga probablemente había encontrado algo.

Llegué en cinco minutos y vi a Lauren agachada estudiando lo que parecían ser restos de pisadas. Me agaché también mientras Carla llegaba y estudiaba nuestro entorno. Pude notar que las huellas eran frescas, un par de días como máximo.

Sin más demora, empezamos a seguirlas.

Las huellas terminaron en un río. Lauren bufó.

-No hay señales de que hayan más en el otro lado. Las habrán ocultado.

-Pero por el hundimiento de aquí parece que sí atravesaron el río y luego borraron sus pasos.

-Odio mojarme. -con aquello, atravesamos el río y tal como Lauren predijo, las huellas desaparecieron.

-Debe de haber un mago de tierra o viento por allí.

-Cuanto antes los cacemos, antes volveremos arriba.

-No deben de estar muy lejos, los brujos se confían porque tienen magia.

-No nos separaremos. Iremos al norte siguiendo el río, deben de estar cerca.

Sin más, charlamos mientras buscábamos a los hechiceros. No me preocupaba alertar a los brujos, pues estaba segura de que, tras los nueve ataques exitosos que habían tenido, se estaban confiando y probablemente saldrían a enfrentarnos si nos oían.