INTRODUCCIÓN
Mi nombre es Nina Di Angelo. Mis padres adoptivos, de origen italiano, migraron a Inglaterra buscando nuevas experiencias desde Siracusa, una preciosa ciudad situada en la mágica isla de Sicilia, Italia. Me pusieron ese nombre en honor a la cantante alemana Nina Hagen. Sí, eran supervivientes de los 70 y como buenos amantes del punk y sus variantes, decidieron llamarme así.
Marco y Paola me encontraron cuando era un bebé y alguien decidió abandonarme en el portal de la casa donde vivían en Siracusa. Mi madre dice que fui el regalo que tanto estaban esperando, ya que no podía tener hijos propios, y que por fin Dios había escuchado sus plegarias. Fue todo muy extraño, los papeles de la adopción, junto con mi partida de nacimiento ya estaban arreglados e iban a nombre de mis nuevos padres. Era como si mis padres biológicos quisieran que esa pareja me cuidara, como si lo hubieran meditado con detenimiento. No se equivocaron. Mis padres adoptivos son los mejores y me quieren igual o más que si fuera de su propia sangre. Con cinco años ya mostraba interés por la pintura, profesión a la que se dedican mis padres. El problema es que, a esa edad y durante algún tiempo, lo único que dibujaba era una especie de llave. Después descubrí, gracias a ellos, que era idéntica a una marca de nacimiento que tengo en la parte trasera del cuello, justo en la nuca. En aquel entonces no sabía la importancia que tendría en un futuro esa marca tan extraña, ni que cambiaría mi vida de una forma tan radical.
A mis veinticinco años, se podía decir que había conseguido todo lo que me había propuesto en la vida. Me trasladé desde Chelsea hasta Los Ángeles con diecinueve años, había aprendido y trabajaba con los mejores tatuadores del gremio, me dedicaba a lo que más me gusta en la vida, plasmar mi arte en la piel, tengo buenos amigos y se podría decir que nunca ando mal de pasta. Pese a todo, siempre he pensado que no era como las demás personas que me rodeaban, que algo no acababa de encajar en mí y que nunca encontraría mi lugar en este extraño mundo de locura y caos en el que vivimos. Con lo que no contaba es que eso no tardaría en cambiar.