Cazadores de Almas Oscuras - Nina

CAPÍTULO IV - CAMBIOS

                                                                     

Llevaba ya cinco días en la Catedral, los cuales había pasado entrenando con mis compañeros Nefilim, pues necesitaba aprender lo máximo en cuanto a técnicas de combate si quería tener alguna posibilidad de defenderme, y aprendiendo cosas del que era mi nuevo mundo. Como, por ejemplo, que entre los demonios existen tres clases de rangos: los de primer rango se distinguían por su piel rojiza y por sus ojos completamente negros. Arioc, el demonio del apartamento de Tina, pertenecía a ese rango. Los de segundo
rango, en cambio, tenían la piel de un tono más anaranjado, aunque sus ojos también eran del todo oscuros, como los que custodiaban a Azazel cuando fuimos a rescatarlo. Y, por último, los de tercer rango poseían una piel totalmente diferente a los anteriores. Era de un color verdoso, sus ojos eran totalmente blancos y según Alissa carecían de vida.                                                                                                              Conforme adquirían poder, los demonios subían de rango y sufrían una metamorfosis. A los ojos de un mortal tenían apariencia humana, pero si por tu cuerpo corría la sangre demoníaca o angelical tenías la posibilidad de verlos en su estado puro. Los demonios de primer rango cuando se encontraban en su forma humana eran muy difíciles de detectar. Si no tienes las habilidades desarrolladas, como era mi caso, es casi imposible. Hasta aquel día en casa de Tina, no me había cruzado con ninguno o eso creía yo. El pensar que ella estaba en peligro hizo que mi marca de alguna manera se activara y me liberara del hechizo de encubrimiento, haciendo que pudiera ver al demonio. Ese hechizo no solo me escondía a mí de ese mundo de seres sobrenaturales, sino que también me los ocultaba para que no tuviera consciencia de su existencia. No obstante, si lo pienso bien, todo empezó a cambiar cuando cumplí los veinticinco años.
Después están los Grigori, que también tienen tres rangos y estos rangos también se distinguían por su poder. Cuanto más antiguo es el Grigori, más habilidades desarrolla y más poder adquiere, subiendo así de jerarquía. También aprendí, en una de las charlas con las chicas, que a los ángeles, los Nefilim, los Grigori y a los demonios se les detenía el ciclo vital cuando cumplían veinticinco años, sin la posibilidad de envejecer y, por lo tanto, de morir como un mortal. Aquello quería decir que si yo era Nefilim se me acababa de detener el ciclo vital, puesto que hacía escasos cuatro meses que los había cumplido. Bueno, no todo iba a ser malo, alguna ventaja tenía que tener... ¿no?                                                                                                          Nora me enseñó cómo funcionaba su espejo del alma, que era precioso, de plata, con un diseño antiguo que le daba un aspecto impresionante y con el símbolo de los cazadores de almas oscuras grabado por detrás. Me comentó que todos ellos llevaban siempre encima el suyo, ya que sin él era imposible atraparlas.

Algún día iba a trabajar al estudio, no como me hubiera gustado, pues ya no podía atender a tantos clientes como de costumbre y siempre estaba acompañada de Raziel, que no se separaba de mí y se mantenía invisible a los ojos humanos. Más de una vez me puso en un apuro, haciendo algún comentario sobre algún cliente y yo no podía evitar reírme quedando en evidencia ante los demás, que ni se imaginaban lo que en realidad pasaba. También lo sorprendía, cuando no se daba cuenta, mirando a Alice embobado. Incluso mientras esta soltaba alguna de las suyas, lo pillé más de una vez riéndose de sus ocurrencias. Ella comenzaba a sospechar que algo no iba bien e intenté convencerla de que todo estaba como siempre, pero que no tenía tanto tiempo porque había empezado a diseñar un proyecto especial para un nuevo cliente y quería que todo me quedara perfecto. Mi amiga me conocía demasiado y sabía que, aunque cogiera trabajos fuera del estudio, nunca lo dejaba tan descuidado.

Salía de la habitación de John, como todos los días, que para mi alegría ya se encontraba mejor. Según Nahama, que apenas se separaba de él, en un par de días estaría totalmente recuperado. Caminaba tranquilamente y, de pronto, mi teléfono sonó sobresaltándome. Era Alice.

—Hola, doña ocupada. ¿Aún tienes tiempo para pasarlo con tu mejor amiga? —me preguntó Alice tan sarcástica como siempre, pero con tono despreocupado.

—Claro que sí, para mi mejor amiga siempre intento sacar tiempo, aunque no lo tenga —sabía que me echaba de menos, tanto como yo a ella.

—Pues perfecto —expresó con alegría—. Quedamos a las diez y media en el Betrayed. Ponte tan guapa como siempre. Esta noche arrasamos. Nos vemos. Te quiero —se despidió sin dejarme contestar,
sabiendo que podría negarme.

—Ciao amore, te quiero. Nos vemos después —me despedí sin más que añadir y colgué el teléfono. No podía decir que no, ya no tenía excusa, así que no me quedó otra que aceptar.

La verdad es que me apetecía salir con mi amiga a divertirme y desconectar un poco de todo. Lo malo era que no sabía cómo se lo tomaría Raziel, siempre tan protector conmigo. Lo que estaba claro es que gracia no le haría. Me dirigí en su busca y lo encontré en la habitación de recuperación donde se encontraba Azazel, todavía sumido en un trance sanador. Al entrar, lo saludé educadamente y me armé de valor.

—Buenas tardes, ¿se puede? —pregunté, un tanto dubitativa.

—Por supuesto, pasa —respondió con la cortesía que lo caracterizaba.




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