"Nunca dejamos cabos sueltos.
Si Astrid Delysarc cree que puede desaparecer, se equivoca"
Viktor Volkov
Sabíamos que tarde o temprano Selene haría algo para alejar a su hermana del radar.
Lo que no esperábamos era que la decisión llegara tan rápido.
—Astrid va a ser trasladada a un internado —fue lo primero que dijo Nikolai cuando irrumpió en nuestro escondite, con una sonrisa que no presagiaba nada bueno.
Me tensé.
—¿Cuándo?
—Mañana en la noche. En un auto privado. Sin escolta.
La oportunidad era perfecta.
Interceptar un vehículo con un solo conductor era infinitamente más fácil que enfrentarnos a Selene directamente.
Y mejor aún, teníamos un reemplazo.
La chica que usaríamos para tomar el lugar de Astrid ya estaba lista. Una infiltrada, una bruja sin linaje fuerte que se haría pasar por ella en el internado.
Astrid desaparecería.
El mundo creería que estaba en clases, llevando una vida normal.
Y mientras tanto... nosotros la tendríamos.
Lev me miró sin necesidad de palabras.
Sabía lo que debía hacer.
Esta vez no podía fallar.
*CARRETERA DESIERTA – 23:47 H*
El auto negro avanzaba por la carretera solitaria, lejos de la ciudad, de las luces y de cualquier posibilidad de ayuda.
Astrid iba en el asiento trasero, apoyada contra la ventanilla, con la mirada perdida en la oscuridad.
Desde mi moto, la observé por el espejo lateral del coche.
No tenía idea de lo que estaba a punto de pasar.
Selene la había vestido para que pasara desapercibida: sudadera oscura, jeans ajustados, botas cómodas. Nada que llamara la atención.
Pero yo podía verla por lo que realmente era.
Una bruja condenada.
Más adelante, Nikolai ya estaba en posición, bloqueando el camino con una falsa señal de construcción. El conductor reduciría la velocidad, tal vez bajaría del auto para inspeccionar.
Ese sería nuestro momento.
Miro mi reloj.
Faltan treinta segundos.
El aire es denso.
No hay margen de error.
No hay espacio para un segundo fracaso.
Las luces del auto iluminaron la barrera falsa.
Redujo la velocidad.
El conductor se inclinó ligeramente, intentando ver mejor.
Fue suficiente.
Nikolai salió de la oscuridad como un depredador, rápido y letal.
Antes de que el conductor pudiera reaccionar, ya tenía una hoja afilada contra su garganta.
—Ni se te ocurra hacer algo estúpido —susurró mi hermano.
Desde el otro lado, me moví con precisión.
Abrí la puerta trasera, y en menos de un parpadeo, me encontré con los ojos celestes de Astrid clavados en mí.
Por primera vez en toda la emboscada, algo salió mal.
No gritó.
No se sobresaltó.
Nos estaba esperando.
Una sonrisa divertida apareció en su rostro.
—¿En serio? —bufó—. ¿Otra vez con esto?
No me inmuté.
—Bájate del auto, Delysarc.
Ella no se movió.
—¿Qué van a hacer esta vez? ¿Otro secuestro fallido?
Me estaba provocando.
Un segundo de silencio.
Ella sabía que no podía usar su magia tan rápido. Que no podía congelarnos con un chasquido de dedos.
Pero no iba a darle la oportunidad de intentarlo.
La sujeté del brazo con fuerza y la jalé fuera del auto.
—¡Viktor! —intentó liberarse, pero esta vez no le serviría de nada.
Peleó, pero no era lo suficientemente fuerte.
Sus uñas rasparon mi piel, intentó patearme, pero cada uno de sus intentos fue en vano.
La obligué a girar, torciendo su brazo lo justo para que soltara un quejido, y antes de que pudiera reaccionar, Nikolai ya tenía un trapo empapado en cloroformo presionado contra su nariz y boca.
Astrid forcejeó con furia, su respiración acelerada.
—Shh, tranquila —se burló Nikolai—. Esto será rápido.
Los movimientos de Astrid se volvieron torpes. Su cuerpo se debilitó.
Sus ojos buscaron los míos.
Sostuvo mi mirada hasta el último segundo.
Y entonces, se desplomó.
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Astrid Delysarc
*horas antes del secuestro*
Las despedidas nunca han sido mi fuerte.
Pero esta vez, ni siquiera me dieron la opción de pelear.
El sol de la tarde bañaba las calles de Londres con un resplandor dorado, pero para mí, todo se sentía gris.
Tenía menos de 24 horas antes de que Selene me enviara a un internado en medio de la nada, y lo peor era que no había nada que pudiera hacer para evitarlo.
—No puedes quedarte aquí, Astrid. —Eso fue lo último que dijo antes de salir esta mañana, sin dejarme espacio para protestar.
¿Y qué hice yo?
Lo que mejor sé hacer: ignorar los problemas y salir a distraerme.
El café donde me encontraba con Freya siempre estaba lleno, con la música jazz de fondo y el aroma de café recién hecho flotando en el aire. Pero hoy, ni siquiera mi latte de caramelo tenía sentido.
—Déjame ver si entendí bien —dijo Freya, removiendo su bebida con su cucharilla plateada—. Tu hermana, la bruja más controladora del mundo, decidió mandarte a un internado de "bajo perfil" para esconderte de los cazadores, y tú, en vez de estar aterrada, estás aquí tomándote un café conmigo.
—Básicamente —respondí, tomando un sorbo.
—Astrid.
—¿Qué?
—¿Vas a hacer algo al respecto?
Me encogí de hombros.
—¿Qué quieres que haga? Si Selene dice que me voy, me voy.
Freya me miró con los ojos entrecerrados.
—No te creo. Tú siempre tienes un plan.
—Quizás esta vez no.
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Editado: 10.03.2025