Cazadores de Brujas

CAPÍTULO 8

"Nunca pierdo el control. Porque si lo pierdo, dejo de ser un cazador... y me convierto en un monstruo"

Lev Volkov

No estoy molesto.

Debería estarlo.

Mi base ha sido puesta en alerta por una prisionera que nunca debió haber llegado tan lejos.

Mis hombres han tenido que salir como perros rabiosos para traer de vuelta algo que ya estaba en nuestras manos.

Y aún así... no estoy molesto.

Estoy decepcionado.

Y eso es peor.

Me encuentro en mi despacho, de pie frente al ventanal que da hacia el bosque, observando las luces de las linternas aún parpadeando en la distancia.

El eco de la alarma ya se ha disipado, pero su peso aún se siente en el aire.

—Fue un desastre.

Mi segundo al mando, Iván Orlov, es el que habla.

Su tono es neutro, calculado, sin rastro de emoción. Sabe cómo dar malas noticias sin sonar alarmista.

—La prisionera intentó escapar durante un altercado entre sus hermanos.

Desvío la mirada hacia él lentamente.

—¿Mis hermanos?

Iván asiente.

—Nikolai y Viktor.

Aprieto la mandíbula.

Esto empieza a tener más sentido.

No necesito preguntar qué tipo de altercado.

Sé que Nikolai está harto de Viktor.

Lo he notado desde hace semanas.

Y si mi hermano menor vio algo que no le gustó...

No se quedó callado.

Muevo los dedos sobre la superficie del escritorio con calma, esperando a que continúe.

Iván lo hace.

—Aprovechó la distracción y corrió hacia el bosque. Nikolai activó la alarma y ordenó que la atraparan.

—Yo la atrapé.

—Lo sé —dice Iván—. Pero toda la base vio la persecución.

Hago una pausa.

—¿Y Viktor?

Antes de que Iván pueda responder, una voz llena de veneno se adelanta.

—Tu hermano es un traidor.

Nikolai.

Se acerca con pasos firmes, con los ojos ardiendo de furia.

—La dejó escapar.

No me inmuto.

—¿Eso hizo?

—¡Sí!

Levanto una ceja.

—Entonces dime, Nikolai. Si la dejó escapar, ¿por qué fue detrás de ella?

Nikolai se congela por un segundo.

Sabe que no puede responder eso sin quedar mal.

Así que cambia de táctica.

—No importa si la atrapó de nuevo. No debería haber pasado.

—Eso sí lo puedo aceptar.

Me giro lentamente hacia Iván.

—Quiero saber exactamente qué pasó con Viktor.

Mi mano derecha respira hondo antes de hablar.

—Intentó calmar la situación con Nikolai, pero el conflicto escaló. En medio de la pelea, Astrid vio la oportunidad y escapó. Viktor fue tras ella inmediatamente.

Nikolai suelta una carcajada amarga.

—¡Oh, claro! ¡Vamos a justificarlo!

Iván le lanza una mirada fría.

—Estoy diciendo los hechos, no dándole excusas.

Observo a mi hermano menor.

Es un perro rabioso en este momento.

Ciego de odio.

Viktor siempre ha sido su enemigo silencioso.

Y ahora que encontró algo con qué atacarlo, no lo va a soltar.

Pero yo no soy estúpido.

Sé que Viktor no es traidor.

No podría serlo.

Mi hermano. Mi mano en la sombra.

Y aunque a veces se tambalee, nunca me ha fallado.

No puedo decir lo mismo de Nikolai.

Caminé lentamente hacia la mesa y apoyé las manos sobre la madera.

—Nikolai.

—¿Qué?

—Sal.

Su mandíbula se tensa.

—Pero Lev, tienes que—

—Sal.

Mi tono no deja espacio para discusión.

Por un segundo, parece que quiere desafiarme.

Sería su peor error.

Finalmente, maldice por lo bajo y se marcha, golpeando la puerta al salir.

Silencio.

Miro a Iván.

—Viktor no me traicionó.

—No.

Me quedo en silencio unos segundos.

Luego, suspiro.

—Quiero ver a Astrid.

Iván asiente.

—Voy a traerla.

Cierro los ojos por un momento, sintiendo la presión en mis sienes.

Esto no ha terminado.

Ni para ella.

Ni para mis hermanos.

***

Ella entra con la cabeza alta.

Dos guardias la escoltan, sujetándola por los brazos como si fuera a intentar algo.

No lo hará.

No después de lo que ha pasado.

No después de que le hemos demostrado lo fácil que es hacerla quebrar.

Y aún así...

Cuando nuestros ojos se encuentran, no veo sumisión.

No veo miedo.

Solo desafío.

Astrid Delysarc no luce como alguien que ha pasado días en un calabozo.

No tiene el cabello sucio y enredado.

No tiene la piel cubierta de suciedad y sudor.

No se ve como una mujer quebrada.

Se ve...

Como una maldita tentación.

Y eso me molesta.

Viene vestida solo con una bata blanca, una prenda fina que seguramente algún idiota pensó que era suficiente.

No lo es.

La luz de la lámpara detrás de mí se filtra a través de la tela, dejando poco a la imaginación.

Puedo ver las sombras de sus curvas, el delineado de su figura, la forma en la que su piel pálida se resalta en la tenue transparencia.

Astrid se da cuenta también.

Y se tensa.

Disimuladamente, intenta jalar la tela sobre su cuerpo, cubrírselo lo mejor que puede.

Pero no lo logra.

Porque en cuanto lo hace, yo me acerco.

Demasiado.

Demasiado cerca.

Lo suficiente como para que su respiración choque contra mi piel.

Lo suficiente como para oler el leve aroma de jabón que aún queda en su cuello.

Lo suficiente como para notar que, aunque intente ocultarlo, sus manos tiemblan.

Eso me gusta.

Y me enfurece.

Las brujas me han quitado todo.

Desde que tengo memoria, han sido la plaga que mi familia ha jurado erradicar.

Mienten.

Manipulan.

Encantan con su belleza y destruyen desde dentro.

Y Astrid Delysarc...

Es la representación más peligrosa de todo lo que odio.




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