Cazadores de Demonios

CAPÍTULO 2

JENNA

 

Di un salto hacia atrás, golpeándome contra la esquina de la mesa y soltando un gruñido. Kaleb continuó avanzando hacia mí, dibujando en su rostro una sonrisa diabólica mientras sostenía en cada mano, a lo alto, dos estacas de plástico.

 

- Venga, hermanita, ¿es que la pelea de ayer te dejó exhausta?

 

Rodé los ojos, ignorando el dolor del muslo, y me lancé contra él con mi propia daga de mentira en la mano. Llevábamos muchos meses entrenando, cada mañana, con esas dagas de plástico que, aunque no eran tan pesadas como las plateadas necesarias para matar a los demonios, servían igual para la práctica.

 

Yo sabía que había mejorado mucho, aunque aún me quedaba un largo camino por recorrer antes de ser tan habilidosa como mis hermanos. Ellos podrían luchar contra una manada de demonios corpóreos y vencer, mientras que a mí matar a un incorpóreo ya me dejaba agotada- y con horribles marcas negras en la piel-.

 

- ¿Crees...- esquivé el golpe que él trataba de darme con su pie derecho, y salté hacia atrás- crees que Frey me perdonará por lo que hice ayer?

 

Kaleb se detuvo, pasándose una mano por el húmedo cabello rubio. Se apartó varios mechones que le caían sobre la frente, recuperando el aliento.

 

- Sólo se preocupa por ti, Jenna. Y yo también lo hago. No dejas de ponerte en peligro.

 

- ¡No fue queriendo!

 

- Queriendo o no…- torció el labio, dedicándome una mirada que me indicó que iba a decir incluso antes de que lo dijese.- Ya sabes que pasó en Nueva Orleans. Él sólo tiene miedo a que algo así vuelva a ocurrir.

 

Lo de Nueva Orleans, ocurrió sólo unas semanas después de que papá muriese. Odiaba que aún me lo siguiesen recordando, después de dos años, porque aquella había sido otra época, otra Jenna.

 

- No volveré a meterme en una pelea contra diez demonios corpóreos armada con sólo una navaja- le tranquilicé, con algo de ironía.- He dejado atrás mi época suicida.

 

Kaleb detuvo la pelea, respirando con dificultad, y alzó una ceja.

 

- ¿De verdad?- se burló, y entrecerré los ojos hacia él con exasperación.

 

- ¿Dónde está Frey, por cierto? ¿Ha ido a comprar una cafetera?
 

Amanecer sin una taza de café ardiente era una especie de tortura para mí, y no iba a aceptar la propuesta de Kaleb de tomarme ese líquido oscuro al que él llamaba ‘café soluble’.

 

- No lo sé- admitió, encogiéndose de hombros.- Se ha ido antes de que me levantase.

 

Resoplé, tirando la daga a la mesa y dejándome caer sobre el sofá. Los primeros días en un nuevo lugar siempre eran extraños, y costaba adaptarse a la nueva rutina.

 

- Voy a ducharme- me avisó entonces Kaleb, pegándome con la camiseta que se acababa de quitar.

 

- No gastes todo el agua caliente...

 

 

***

 

Me encontraba en la cama leyendo cuando Frey entró a mi habitación con una sonrisa que no me gustó ni pizca. Alcé la pierna al momento justo para patear algo que me había lanzado, y cuando me recuperé del susto y la indignación me invadió, descubrí que se trataba de una mochila.

 

- ¿Qué…?

 

- Plancha algo de ropa de tu desordenado armario, hermanita.

 

- ¿Qué?- repetí, incorporándome, pero Frey ya estaba saliendo de mi habitación cuando respondió.

 

- Mañana empiezas al instituto.

 

Espera… ¿qué?

 

Salté de la cama, aturdida por lo que acababa de escuchar. Si era una broma, no tenía ninguna, ninguna gracia.

 

- Frey- le llamé, saliendo de la habitación hacia el salón.- ¡Frey!

 

- No es ninguna broma- me avisó, y abrí mucho los ojos sin comprender.

 

- ¿Al instituto? ¿Por qué?

 

- Porque tienes diecisiete años, Jenna- me explicó entonces, con un tono que pretendía ser conciliador, pero no me lo tragué. Sacudí la cabeza, indignada, notando la frustración en mi garganta a medida que empezaba a hablar.

 

- Es por lo de ayer, ¿no? ¡Es para castigarme porque te desobedecí!

 

- No es ningún castigo- suspiró, calmadamente, y deseé con todas mis fuerzas poder saltar sobre él y golpearle.

 

- Lo es. ¡Vamos, Frey, admítelo! ¡Kaleb, apaga esa horrible música y trae tu trasero aquí para ayudarme! ¡Joder! ¿Por qué me haces esto, eh?

 

- No te pongas dramática- me avisó, señalándome con un dedo.

 

- ¡Dramática! ¡No me vengas con gilipolleces, Frey! ¿¡Por qué tengo que ir al instituto?!

 

- Te estás comportando como una niña.

 

Me ardía la sangre. Su calma sólo provocaba un mayor enojo en mí, porque si él no se alteraba, si él no gritaba, yo era la única que lucía como una desquiciada. Por eso odiaba tanto discutir con Frey. Pelearme con Kaleb era más fácil; él me gritaba, y yo le gritaba a él, después él me insultaba, y yo lo insultaba a él y, al fin, ambos nos pegábamos. Era más sencillo.

 

- En serio- resoplé, alzando las manos para luego bajarlas de golpe.- Llevo mucho tiempo estudiando desde casa. ¡Nunca ha habido problema!

 

- Es cierto- admitió.- Hasta ahora te ha ido bien así, pero ahora que nos vamos a quedar a vivir aquí, es mejor que vayas al instituto.

 

- ¿Quedarnos a vivir?- me crucé de hombros, indignada y furiosa a ambas partes.- Nos marcharemos en cuanto acabéis con los demonios de esta zona. ¡Siempre nos marchamos, Frey!

 

- No- negó con la cabeza, y su rostro serio se giró hacia mí.- Nos quedaremos aquí. Y ahora deja de discutir.

 

‘Deja de discutir’ me burlé internamente, fulminándolo con la mirada, y caminé a grandes pasos hasta la pared acristalada que daba a la ciudad. Desde aquí, veía algunos edificios que estaban iluminados, dibujando puntos amarillos y naranjas en la oscura noche.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.