Cazadores de Demonios

CAPÍTULO 7

JENNA

 

Lo encontré junto a una columna, apoyando su espalda en ella, con un cigarro sin encender entre los labios. El cabello oscuro le caía en la frente, y un aro plateado en el que no había reparado hasta el momento brillaba en su labio, dándole ese toque de chico malo que atraía tan fácilmente a las chicas. Me retoqué un poco el cabello, tomando una profunda bocanada de aire, y tras ensayar varias veces una sonrisa tonta, me acerqué hacia él.

 

- No te he visto nunca por el instituto- le comenté, apoyándome en la misma columna y alzando la mirada hacia él.

 

Él clavó por un momento sus ojos- ojos azules, no negros- en mí, observándome, y temí que fuese a darme un plantón cuando aún ni siquiera había empezado con mi plan. Pero entonces el muchacho alzó hacia un lado la comisura del labio, jugando con el piercing.

 

- No voy al instituto- me respondió con voz grave.

 

- B-bueno, qué pena- escupí, nerviosa, y el calor se me subió al rostro cuando me di cuenta de lo que había dicho. Mierda. Mierda, esto se me da muy mal.

 

- ¿Disfrutas de la fiesta, um…?

 

- Jenna- me apresuré a decir, jugando con mis manos, y probé a sonreír a pesar de que sentía que mi corazón huiría en cualquier momento. Relájate. Tienes que entretenerlo, ¿recuerdas? Sólo hasta que Frey llegue. Piensa en todo lo que hay en juego.- ¿Y tú eres…?

 

- Puedes llamarme Sam- respondió, incorporándose un poco. El gesto hizo que su cuerpo quedase más pegado al mío, y traté de que mis piernas aguantasen sin comenzar a temblar.- ¿Estás sola, Jenna?

 

- Sí- no seas cortante. ¡Di algo más!- Aunque… podrías hacerme algo de compañía.

 

Desearía tener un vaso solo para poder darle un largo trago y escapar de aquella mirada penetrante que no dejaba de taladrarme la piel. El muchacho soltó una risa suave, volviendo a girar el piercing de su labio, y sonrió.

 

- Pareces distinta a las demás chicas que he conocido- dijo entonces, pasando un dedo por mi frente para apartar un mechón de pelo. Me quedé inmóvil, obligándome a pensar que él era un chico, y nada más. Pero la palabra Shinigami se proyectaba en mi mente a cada instante, revolviéndome el estómago.

 

- ¿Ah sí? ¿En qué sentido?

 

- No lo sé- admitió, colocando ahora el dedo en mi barbilla para echarla hacia arriba y ver mejor mi rostro. Me mordí el labio, obligándome a mirarlo directamente a los ojos.- Pareces… atrevida.

 

- ¿Y te gusta?- murmuré, dando un paso más. Extendí la mano para posarla en su mejilla, que era cuadrada y suave, pero esta fue repentinamente arrancada de ahí, cuando él sostuvo mis dos muñecas con sus manos y me aprisionó contra la columna. Mi corazón saltó desbocado, y estuve a punto de jadear, sintiéndome atrapada y en peligro. Es solo un chico. Es solo un chico, Jenna.

 

No. Es un demonio.

 

No respondió a mi pregunta. De pronto sus labios se habían lanzado a mi cuello, y apreté mucho los ojos, sintiendo el terror en mi organismo cuando creí que me iba a atacar. Pero él solo se había metido en mi propio juego, besando mi piel con lentitud. Sus dedos entrelazaron los míos, y sus labios se movieron desde mi cuello hasta mi propia boca, riendo cuando yo jadeé.

 

- ¿Qué ocurre, Jenna?- murmuró, abriendo los ojos para mirarme con curiosidad.- ¿Te doy miedo?

 

No tengo miedo. No me hará nada. No conseguirá afectarme.

 

- No- sonreí, lanzándome contra sus labios sólo para que él no pudiese ver mi expresión. Sólo era un juego. Era una misión, una tarea que debía hacer como cazadora. No siempre se trataba de sacar una daga y matar demonios. A veces había que fingir, que actuar. Aquella era mi primera misión importante.

 

Cerré los ojos, y solté una de mis manos de la suya para llevarla a su nuca y acariciar los oscuros cabellos. Sólo una misión. Hasta que Frey llegue.

 

***

 

El jardín estaba siniestramente vacío, a excepción de unos chicos algo mayores que yo, tan colocados con marihuana que su presencia ni siquiera contaba. La música apenas llegaba hasta allí, por lo que tampoco se habían molestado en encender demasiadas luces.

 

Mi corazón latía con tanta fuerza que temí que hiciese un agujero en mi pecho y huyese lejos, dejándome aún más sola.

 

- ¿Por qué me traes aquí, Jenna?- susurró él con esa voz provocativa.- Cualquiera diría que pretendes matarme…

 

Se me escapó una risa nerviosa, Apenas podía controlar la sensación de pesadez que me apretaba el pecho; a pesar de que sabía que todo era a causa de él, de su influencia, eso no quitaba el hecho de que tuviese la repentina necesidad de llorar.

 

- Sólo quería un poco de intimidad- le respondí, sonriendo de lado.

 

- ¿Te sientes bien, Jenna?- preguntó entonces él, avanzando hacia mí y poniendo una mano en mi mejilla. Sentí un frío espantoso recorriéndome la columna vertebral, y sé que él percibió el temblor que mi cuerpo sufría.

 

Dios, Frey, ¿dónde estás?

 

- Sólo estoy… algo cansada- suspiré, conteniéndome para decir lo que realmente estaba sintiendo. Era como si poco a poco olvidase que él era el causante, y desease contarle todos mis problemas, recibiendo un abrazo de aquellos fuertes brazos.

 

- Cansada...- repitió él, colocando un mechón de pelo tras mi oreja.- Pobre pequeña. Debes estar cargando con mucho peso sobre tus hombros, ¿verdad?

 

Me vi a mí misma asintiendo. Aquel gesto que él hacía con la mano era muy tranquilizador, casi hipnótico.

 

- Realmente no deberían dejar a alguien como tú cargar con tantos problemas.




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