El instituto estaba más animado que nunca cuando llegué. El sonido de las voces y de las conversaciones a grito de los adolescentes no me llegaron hasta que me quité los auriculares, dejando a medias la canción ‘Do I Wanna Know?’, y atravesé las puertas haciéndome hueco como podía.
Las paredes estaban cubiertas por todas partes de carteles y posters que anunciaban un partido de rugby esa misma tarde, y pronto descubrí que todas las conversaciones que me rodeaban mientras avanzaba por el pasillo iban sobre eso mismo.
Divisé a lo lejos la cabellera rubia de Kyle junto con la pelirroja de Lydia- era una combinación sencilla de reconocer-, y me dispuse a caminar hacia allí, peor una ola de gente me interrumpió el paso. La gente se empezó a echar a lo lados, contra las taquillas, y comenzaron a aplaudir, silbando emocionados, ante el desfile del equipo de rugby, que pasaba por ese momento por ese pasillo. Me quedé quieta, aturdida, notando la emoción que invadía a todos aquellos adolescentes ante algo que parecía un simple deporte.
‘Pero es que el rugby no es un ‘simple deporte’, en este instituto, el rugby es… el alma de todos’, me había dicho en una ocasión Lydia, con los ojos muy abiertos y exaltados, y comprendí que, si venía de ella, que odiaba las clases de educación física y cualquier otra cosa que tuviese que ver con el deporte, el rugby realmente debía ser importante.
Pude al fin moverme cuando el equipo entero se alejó, y la gente regresó a sus conversaciones, aún más emocionados que antes. Llegué hasta donde Kyle y Lydia se encontraban reunidos, y me apoyé en la pared con pesadez.
- ¿Has sobrevivido al caos de la entrada?- me comentó con las cejas alzadas Kyle, señalando al pasillo por el que había venido.
- Por los pelos- suspiré, aliviada al ver que, aún después de la conversación de la noche anterior, él aún tenía fuerzas para bromear.- ¿Qué diablos le pasa a la gente?
Son más agresivos que los demonios, estuve a punto de decir, pero Lydia me miraba con aturdimiento e incredulidad, como si estuviese diciendo que acababa de ver a un ovni sobrevolar el cielo.
- Es completamente normal- me aseguró ella.- El partido es hoy a las siete- añadió entonces, tan animada como siempre. Era como si desayunase una batería de energía cada día.- Bueno, le estaba contando a Kyle que en realidad empieza a las ocho, pero hay que estar antes para calentar el ambiente, ¡ya sabes!
Kyle me dedicó una mirada de socorro, como si no supiese dónde meterse, y yo me mordí el labio.
- La gente parece que vaya a enloquecer en cualquier momento- murmuré, caminando hacia donde se encontraba mi taquilla, y ellos dos me siguieron.
- Claro que sí. Es la primera vez que el instituto Greenwoods se enfrenta al instituto Whitehill, y ellos tienen un equipo buenísimo. Es más, su equipo es uno de los mejores de la zona, por no decir el mejor. ¡Ganar este partido dará muchísimo prestigio a nuestro instituto!
Arranqué uno de los carteles de la puerta de mi taquillero para dejar la cerradura libre, y comencé a rebuscar en el interior para sacar los libros del día.
- Bueno, ya podían cancelar las clases de hoy- comenté, divertida. Pensé que, de ser así, ahora mismo podría estar recorriendo Greenwoods de arriba a abajo, en busca de alguna tienda que vendiese libros fiables sobre demonios. Había pasado media noche dándole vueltas a todo lo ocurrido en la iglesia y a la conversación que mantuve con mis hermanos, y había concluido que necesitaba confirmar en algún libro que existía un hechizo o runa que permitiese partir las almas de los demonios en dos, e introducirlas en dos cuerpos distintos.
Alguien apareció al otro lado de la puerta de mi taquilla cuando la cerré de un golpe. Él tenía que dejar ya esa costumbre de aparecerse junto a mí sin avisar.
- Buenos días, Ethan- resoplé cuando vi los ojos abiertos y la expresión ilusionada de Lydia.
- Hay un partido hoy a las ocho- dijo con orgullo y sin ni siquiera devolverme el saludo, como si a esas alturas yo aún no me hubiese enterado.
- Sí, pero hay que estar una hora antes para calentar el ambiente- me burlé.
- Exacto. Vendrás, ¿no?- arqueó las cejas, sonriendo con provocación.- A lo mejor nos das un poco de suerte.
- ¿Suerte?- yo misma alcé una ceja, sacudiendo la cabeza.- ¿No se suponía que erais tan buenos, Marshall? No necesitas mi suerte para ganar.
Rodé los ojos al ver que no tenía intenciones de desistir en su tarea de mirarme con aquellos ojos. Había llegado a la conclusión de que mi condición de cazadora de sangre debía darme la inmunidad que las demás chicas no tenían ante tíos de esa clase.
Al fin, aún manteniendo la sonrisa burlona, Ethan se alejó hacia la otra hilera de taquillas, caminando en dirección a una pareja de chicas muy bien vestidas que cuchicheaban entre ellas. Justo cuando pensé que sólo iba a molestarlas como a mí, cogió a la primera de ellas, de cabellos platinos, por la cintura, y le plantó un beso en los labios.
Abrí la boca formando una ‘o’.
- Es Eleonor Hastings- explicó Lydia ante mi muda pregunta, y su voz estuvo pringada de envidia.- Llevan saliendo un año.
- Mi pregunta es, ¿qué diablos le pasa a ese chico conmigo?- había sido un comentario para el cual no esperaba contestación, pero Lydia parecía lista incluso para responderme eso.
- Es porque te resistes a él- aseguró, y, confundida, crucé una mirada con Kyle, que estaba tan confuso como yo.- Eres, posiblemente, la única chica del instituto que no se derrite por él. Supongo que te ve como un reto a superar.
- Un reto a superar- escupí, molesta.- Bueno, pues mi reto a superar es la clase de matemáticas que tenemos ahora, así que vamos, antes de que nos cierren la puerta en las narices.