Cazadores de Demonios

CAPÍTULO 16

JENNA

 

Nunca me había sentido tan nerviosa al ir al instituto (ni siquiera en mi primer día), y el hecho de que la palabra ‘Literatura’ se encontrase en el horario de aquel día sólo lo empeoraba todo.

 

Quería hablar con Lydia. Había pasado prácticamente toda noche pensando en eso, dándole vueltas, mientras giraba de un lado al otro en la cama. No sabía qué iba a decirle, qué iba a contarle, o qué explicación le daría; sólo necesitaba disculparme. Debía hacerlo, o nunca me perdonaría a mí misma, y, desde luego, ella nunca me perdonaría a mí.

 

- Se lo contaremos- me tranquilizó Kyle, mientras caminábamos hacia el instituto.- Se lo explicaremos juntos. Lo haremos de modo que no se asuste, y…

 

¿Pero realmente había una manera de contarle a una persona que los demonios existían sin que se volviese completamente loca de terror?

 

- Dime, ¿has… conseguido dormir algo?- cambié de tema, manteniendo mis manos en los bolsillos y la mirada en el suelo. No sabría decir quién de los dos tenía peor aspecto en el desayuno aquella mañana; podía deducir, por sus ojeras oscuras bajo los ojos, de un gris apagado y cansados, que su sueño había sido tan malo como el mío.

 

- He tenido pesadillas- admitió, en voz baja.- Con Kahla. ¿Y tú…?

 

- He tenido pesadillas con los Shinigami- le respondí, y ambos nos quedamos callados. No era un tema que ninguno de los dos quisiese tocar, al menos, en ese momento.

 

***

 

 

Pero no pudimos explicarle nada. Ni la verdad sobre los demonios, ni ninguna mentira piadosa que hubiese podido inventarme en el trayecto hasta el instituto Greenwoods. Lydia no nos prestó atención. No nos miró, no nos dirigió la palabra.

 

Traté de detenerla antes de entrar a clase, pero ella simplemente pasó frente a mí, agarrando sus libros, mirando al frente. No existíamos para ella.

 

- Es normal- trató de consolarme Kyle. A mí los ojos me amenazaban con llorar, pero me tragué el llanto antes de que el señor Philips pudiese usarlo como excusa para llamarme la atención. Últimamente, el hombre parecía disfrutar con eso.- Jenna, Lydia está asustada. Ayer vio cosas que la dejaron aterrada, ¿cómo pensabas que reaccionaría? Tenemos que darle tiempo.

 

- Sí… supongo que tienes razón.

 

- Lo arreglaremos- me aseguró, apretando mi brazo con cariño antes de marcharse a su asiento.

 

- Abrid los libros por la página cuarenta y dos- la voz del profesor de química se alzó entre las de los alumnos.- Emerson, empieza a leer.

 

Genial.

 

***

 

 

 

- Recordad, chicos, hoy es el último día para entregar el permiso para la excursión del viernes. El profesor Scratch no está hoy, así que dejádmelos en la mesa al acabar la clase y yo se los entregaré, ¿de acuerdo?

 

- Parece… normal- me murmuró Kyle desde la mesa de al lado, con el cuerpo completamente tenso desde que el profesor había caminado al interior del aula. Sí, Gabriel Sharman parecía un hombre completamente normal.

 

Había comenzado la clase recordándonos esa excursión en la que ni siquiera había pensado desde el día en el que nos hablaron de ella. Era una salida relacionada con la asignatura de historia, una de esas excursiones de relleno que a los alumnos les interesaba sólo porque significaba pasar una noche fuera con los amigos. Nos marchábamos el viernes (o sea, mañana), con el profesor Scratch de historia, y el profesor Philips, a quien debía haberle tocado la responsabilidad por sorteo. Aquel detalle era algo gracioso, teniendo en cuenta que habíamos tenido química a primera hora y el hombre ni se había dignado a mencionarlo.

 

Pasé la mirada por la clase cuando noté alguien observándonos insistentemente, y, entonces, mis ojos se cruzaron con los de Mara, que, con el cuello girado, nos analizaba desde la primera fila.

 

- Como siga así le dará una tortícolis- le comenté a Kyle, y el asintió, garabateando en su cuaderno.

 

- Sí, me he dado cuenta.

 

- Bueno, no todos los días una se entera de que su profesor es un demonio...- comenté, tratando de aliviar la tensión.

 

Yo también estaba asustada, pero Kyle lo estaba tanto que me estaba preocupando. No dejaba de garabatear en el cuaderno con fuerza, clavando la punta del lápiz hasta que el papel se agujereaba. Traté, por un segundo, de imaginar cómo se debía estar sintiendo. Al fin y al cabo, el hombre que tenía delante llevaba dentro al demonio que planeaba matarlo en poco más de una semana. Sólo quedaban nueve días para el 25 de noviembre, ocho para el 24.

 

- Kyle- le llamé, cuando el ruido de la gente rebuscando en sus mochilas para sacar los libros pudo tapar mi voz.- Kyle, no va a pasar nada.

 

Él alzó la mirada hacia mí, con los ojos grises muy abiertos y los labios rotos de tanto mordérselos. Su piel estaba pálida, y tenía una expresión vulnerable que me produjo un nudo en el estómago.

 

- No permitiré que haga nada- le tranquilicé, con palabras rápidas, antes de que la clase volviese a sumirse en el silencio y el hombre - demonio- empezase a impartir la lección, pero él sacudió la cabeza, apartando la mirada.

 

- ¿Y cómo piensas evitarlo?- siseó, regresando su atención al garabato oscuro de su cuaderno.

 

***

 

 

- El permiso- murmuré, sintiendo el corazón latiéndome muy deprisa, y le tendí el papel con una mano que temblaba ligeramente. Habíamos hecho tiempo hasta que todos los alumnos se marcharon del aula, despidiéndose con amplias sonrisas del hombre, que les respondía con el mismo gesto gentil.




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