FREY
-¡Quién lo diría! Un Emerson por aquí -dijo alguien por detrás, con una voz algo rasposa que indicaba que era un fumador innato. Los pasos le indicaron al muchacho que él se estaba acercando.
Frey ni siquiera se giró, pues había reconocido quién era, y esperó hasta que el hombre se posicionó junto a él.
Ya era de noche, y hacía frío en aquella carretera prácticamente desierta que pasaba justo frente al cementerio en el que hacía tantos años enterraron a Frederick Emerson.
-¿Qué haces aquí, Raymond?- murmuró Frey, apoyado en la pared. Había ido hasta allí, escapando de Greenwoods, una maldita ciudad que sólo les había traído desgracias, pero, sin embargo, no había llegado a atravesar la puerta del cementerio.
-Vengo a visitar a tu viejo de vez en cuando- le respondió el hombre, dándole una calada a su cigarro. Era bajo, con una tripa redonda bajo el jersey de cuadros que llevaba, y calvo en la coronilla. Raymond era viejo amigo del padre de Frey, y había conocido a su familia desde que el mayor de los 3 hermanos era un crío. Observó al joven por un momento más, y, después, le dio una fuerte palmada en el hombro.- Vamos, te invito a una cerveza. No vas a pasarte toda la noche parado ahí como un pasmarote.
Y, sin esperar respuesta, emprendió el camino por el borde de la carretera.
***
- ¿Sabes? Aún no me has contado a qué has venido. Os habíais mudado a Greenwoods, ¿verdad?
Habían vaciado varias botellas de cerveza para cuando el hombre volvió a sacar ese tema. Hasta el momento, la charla había sido trivial, e incluso había habido momentos de silencio. Se encontraban en el bar que Raymond regentaba, que ahora estaba cerrado, por lo que estaban solos, además de la mujer del hombre, que se encontraba en la trastienda haciendo las cuentas del día.
-Sí-respondió sin mucha gana Frey.
-Ya- Raymond no era de los que se andaba con rodeos.- Así que has venido hasta aquí sólo a hacerle una visita a tu viejo, ¿no?
El tono irónico del hombre hizo que Frey diese un golpe en la barra, rodando los ojos.
- No tienes ni idea- siseó el joven, y eso hizo que Raymond soltase una carcajada amarga.
- ¿Qué diablos pasa con vosotros, los Emerson? Me acostumbré al dramatismo de tu padre, ¡pero tú eres igual! Actuáis como si el mundo se viniese abajo pero luego no sois capaces de pedir ayuda- soltó un resoplido, con decepción, y se giró a la barra para coger su botella.- Dime de una vez a qué has venido, Frey, o, si no, márchate.
Frey tardó en hablar. No porque no quisiera hacerlo, si no porque no sabía cuales eran las palabras correctas para expresar lo que sentía, si es que existía una manera de definir aquella oscura nube en la que parecía estar viviendo constantemente.
-Estoy cansado- murmuró al fin.- Estoy cansado de este trabajo, de esta vida… de este peso sobre mis hombros.
- ¿Y qué vas a hacer?- espetó él, golpeándolo en el hombro con indignación.- ¿Vas a rendirte?
-No lo sé- volvió a murmurar, pero Raymond no le dio tregua.
- ¿Vas a tirarlo todo por la borda? ¿Vas a dejar que toda esta mierda te consuma? ¡Eres un maldito Emerson, Frey! ¡Los Emerson no se rinden!
- ¡Y qué sabes tú!- gritó él, y su puño se estampó con rabia contra la pared.- ¡Que sabes tú qué significa ser un Emerson!
Sus manos doloridas viajaron ahora a su cabeza, y se revolvió el cabello, desesperado.
- Tenía… tenía un trabajo- murmuró, y el dolor comenzó a filtrarse en una voz que hasta el momento sólo emitía rabia. Poco a poco, estaba logrando darle forma a los pensamientos que lo abrumaban.ds- Un sólo trabajo. Tenía que protegerlos. Y… lo jodí.
- Todos morimos alguna vez- replicó el hombre negando con la cabeza.- La muerte nos pilla de sorpresa, y más aún en nuestro trabajo, chaval. Un día aparece, llama a la puerta, y te lleva con ella. ¿Que la muerte de Kaleb se podía haber evitado? Pues tal vez. Pero no se evitó, y ahora estamos donde estamos.
- ¿Y eso se supone que me tiene que reconfortar?- Frey fulminó con la mirada al viejo hombre, pero este no se amedrentó.
- Lo que te estoy diciendo es que su vida ha terminado, pero la tuya no. Y si tu trabajo era protegerlos…. bueno, aún te queda alguien a quien proteger.
Frey se apoyó en la pared, sintiendo ganas de golpearla con el puño de nuevo a pesar de que este le ardiese por el impacto anterior.
- Jenna… - sacudió la cabeza, apretando mucho los labios.- Probablemente esté mejor sin mí.
- ¡Ja! Eso lo dices para librarte de la responsabilidad, muchacho. Tu hermana te necesita tanto como tú la necesitas a ella.
Frey se apartó de golpe, apretando mucho los labios, y le dio otro trago a la cerveza, que ya se estaba calentando por la temperatura del local.
-No he dejado de fastidiarla con ella. Probablemente ahora me odie, yo... -se frotó los ojos, notando que se le estaban humedeciendo, y volvió a beber otro trago.
- Sí, tal vez te odia, pero ¿sabes? Dudo mucho que te odie tanto como tú te odias a ti mismo. Ese es tu problema, ¡ese es tu puto problema! Cada vez que algo ocurre, tú te culpas sin piedad. Te culpaste por la muerte de tu madre, y años más tarde, te culpaste por la de tu padre. No has dejado de repetirte ni un sólo día, que podías haberlo evitado, ¿verdad?- Raymond no estaba siendo compasivo con Frey, pero es que lo conocía demasiado bien, como si fuese su propio hijo, y le enfurecía ver cómo él sufría.- ¡Dime!
Lo cogió por los hombros, zarandeándolo.