Cazadores de Demonios

CAPÍTULO 31

 

JENNA

 

Había oscurecido, y el cielo estaba cubierto por oscuras nubes que ya dejaban caer las primeras gotas de lluvia. Aunque intentaba no hacerlo, había vuelto a mirar la pantalla del móvil unas cien veces, esperando encontrarme con un mensaje de Frey, una señal de que estaba bien, de que estaba vivo… de que se acordaba de mí. Aunque me enojaba que me hubiese dejado sola en una situación como aquella, no dejaba de ser mi hermano, y estaba preocupada.

 

Por eso, cuando de pronto el pequeño aparato empezó a vibrar, di un salto en el sitio, cogiéndolo con prisas.

 

Pero no era Frey quien llamaba, si no Lydia.

 

- ¿Lydia?- respondí, frunciendo el ceño mientras regresaba mi mirada al exterior lluvioso.- ¿Qué…?

 

Ella estaba hablando demasiado rápido como para entender nada de lo que decía.

 

- Jenna, algo… algo va mal. Estoy sola en casa, no me he movido de aquí como me habíais dicho, pero algo… algo no está bien. Siento que están aquí, que me están mirando…

 

- ¿Mirando? ¿Lydia?- me puse en tensión cuando empecé a escuchar algunos extraños sonidos, como pisadas y objetos que se caían.- ¿Lydia?

 

Ante mi llamada insistente, Mara se puso alerta, mirando hacia mi dirección.

 

- Jenna, creo… creo que hay demonios en mi casa. No puedo verlos, pero… están aquí. Sé que están aquí, lo noto, lo noto…

 

Oh, maldita sea…

 

-Vale, relájate, ¿sí?

 

- Hace mucho frío. Dijiste que ellos transmitían frío, ¿recuerdas?

 

-Sí, recuerdo- había empezado a morderme las uñas con ansiedad mientras caminaba de un lado al otro. Mara se había acercado hasta mí, y le resumí en pocas palabras lo que estaba ocurriendo.

 

- Ve con ella- asintió, mirando a su reloj.- Aún quedan varias horas para medianoche, no creo que Gabriel vaya a venir antes de tiempo. Ve, salva a la damisela en apuros, y vuelve antes de que Kahla venga.

 

Sí, aquel parecía un buen plan.

 

- Lydia, ¿estás ahí?- devolví el teléfono a mi oído, escuchando de nuevo su respiración acelerada.- Escucha, voy para allá, ?vale?

 

- He salido al jardín. ¡Pero ellos no dejan de seguirme!

 

- Quédate ahí. Si no te han… hecho nada aún, es que no lo harán. Sólo espérame, ¡no te muevas!

 

- B-bueno.

 

Mientras hablaba con ella me había puesto mi abrigo, y ahora dediqué una mirada insegura a Kyle, que se limitaba a mirarnos con desdén desde su posición.

 

- ¡Ve! Yo lo vigilaré- Mara sacudió la cabeza .- No es es como si se pudiera escapar de las cadenas, o de la ceniza…

 

Tragué saliva, indecisa, pero acabé asintiendo. Tampoco es que tuviésemos muchas más opciones… y Kyle parecía seguro en aquella prisión de alta seguridad en la que lo habíamos atrapado.

 

***

 

Pedaleé sobre aquella vieja bicicleta que en algún momento perteneció a mi hermano Kaleb. Odiaba aquellos cacharros, nunca se me había dado bien controlarlos, pero en aquel momento, no tenía otro remedio. Frey se había llevado el coche cuando se marchó, y correr hasta casa de Lydia me habría tomado demasiado tiempo.

 

El viento silbaba en mis oídos, y hacía que el pelo se me metiese en la boca y en los ojos. Sabía que aquello era un sucia trampa de Kahla, al igual que había ocurrido en el Hostal Reina. El demonio lo tenía todo perfectamente planeado, y jugaba con nosotros como con marionetas, logrando que hiciésemos exactamente lo que él quería.

 

Apreté fuerte los dientes, y pedaleé más deprisa, sintiendo la rabia crecer en mí. Pese a todos nuestros planes, pese a las cadenas con las que habíamos atrapado a Kyle, sentía que todo estaba ocurriendo como Kahla quería, y eso me frustraba y me angustiaba a partes iguales.

 

Tenía que haberle dicho a Lydia que viniese a casa.

 

No, aquello no habría servido de nada, traté de convencerme. Si Lydia hubiese estado a salvo, con nosotros en casa, Kahla habría buscado otra manera de distraernos, de ponernos obstáculos en el camino.

 

Las calles de Greenwoods estaban prácticamente vacías, por un lado por la hora que era, y por otro, porque cada vez llovía más fuerte. Cuando llegué a casa de Lydia traté de bajarme de la bicicleta con la elegancia con la que lo hacían las personas normales, pero no frené a tiempo – en serio, malditos cacharros-, y estuve apunto de chocar contra la valla.

 

Pero no tuve mucho tiempo para pensar en ello, porque la imagen frente a mis ojos era bastante espeluznante. Lydia había salido al jardín, como me había dicho por teléfono, y a su alrededor, los demonios incorpóreos se apilaban, formando un círculo.

 

Comprendí por qué ella sentía tanto frío, pero no entendí por qué ellos no hacían nada. Estaban, simplemente, parados, mirándola.

 

-¡Lydia!- exclamé, para que supiese que ya había llegado.

 

Pero el grito pareció alertar también a los demonios incorpóreos. En cuanto me acerqué, comenzaron a moverse, como si me hubiesen estado esperando todo ese tiempo.

 

Bueno, pues aquí estoy.

 

Sostenía dos dagas, una en cada mano, y debía admitir que incluso tenía algo de ganas de aquella pelea. A lo mejor pegar unos cuantos golpes me ayudaría a descargar frustraciones.

 

-Jenna…- Lydia sonó aliviada cuando vio que me acercaba por el empapado jardín. Los demonios no tardaron en cargar contra mí.

 

El hecho de ser una cazadora de sangre, les hacía más difícil la tarea de entrar en mí. No podían poseerme, y convertirme en un demonio corpóreo, pero sí que podían intentar atravesarme, como los fantasmas en las películas, y aquel no era un sentimiento agradable.




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