Cazadores de Demonios

CAPÍTULO 33

JENNA

 

Lydia frenó el coche con brusquedad, a punto de chocar el vehículo contra un muro de piedra lleno de musgo.

 

-¡Joder!-exclamó angustiada, con las manos temblándole sobre el volante.- Lo siento, lo siento…

 

-Está bien...- murmuré, pues mi vista atravesaba el parabrisas, observando con desesperación las sombras oscuras que se alzaban junto a la puerta de la iglesia, alumbradas por los faros del coche de Lydia. No había ni rastro de Mara.- Vamos...

 

Me temblaba todo el cuerpo cuando bajé del coche. Me aseguré de que tenía las dagas a mano, y le indiqué a Lydia que caminase detrás de mí, pues no conocíamos cuáles eran las intenciones de los demonios incorpóreos que guardaban la puerta.

 

-Están aquí, ¿verdad?- murmuró la pelirroja, frotándose los brazos. -Puedo notar el frío…

 

-Sí.

 

-¿Cuántos hay?

 

Entrecerré los ojos, mirando hacia aquellas sombras que, por el momento, estaban inmóviles.

 

-Unos… siete.

 

-¿Crees que podrás con ellos?

 

-Sí- aseguré, aunque no sabía si era cierto.- Tú busca a Mara.

 

Ella asintió, aunque no hizo buscar mucho, pues, en cuanto llegamos a la altura de la iglesia, vimos su cuerpo, tendido en el suelo. La imagen de su cuerpo inmóvil me revolvió el estómago, y noté el sabor ácido en la base de mi garganta.

 

-¡Mara!- sin importarle la presencia de los demonios, Lydia corrió hacia ella. Se agachó en el suelo, alzando su cabeza con suavidad para tratar de comprobar su estado.-¡Está viva, está viva!

 

Solté un suspiro de alivio. Dejé que Lydia se encargase, pero no pude evitar, antes de darles la espalda, ver las marcas oscuras que había en los brazos de la chica.

 

Sacudí la cabeza, notando la angustia en mi pecho, y enfrenté a los demonios que quedaban. Aquello nunca debería haber pasado. Mara nunca debería haber matado demonios, ni Lydia debería haber sido atacada en su casa… y Kyle no debería estar en manos de Kahla.

 

Lo he hecho todo mal.

 

Las lágrimas me inundaron los ojos, y las aparté parpadeando rápidamente, pues me nublaban la vista y me impedían ver bien a mis atacantes.

 

Lo cierto es que había muchos menos incorpóreos que en el jardín de Lydia, y la urgencia de saber que Kyle estaba a apenas unos metros de nosotras me hizo actuar con eficacia.

 

Papá, estarías orgulloso de mí, pensé de repente, lanzado estocadas a diestra y siniestra. Mis piernas se sentían pesadas, con los tobillos doloridos, y la daga parecía pesar cuatro veces más que de normal. Pero, uno a uno, todos los demonios fueron pasando por el filo, hasta que ninguno quedó.

 

¿Estarías orgulloso de mí?

 

Entonces, apoyé las manos en las rodillas, y el vómito ácido me subió desde el estómago, quemándome la garganta cuando salió hacia el exterior. Estaba cansada. Muy cansada.

 

-¿Estás bien?- escuché que Lydia susurraba tras de mí, y, al cabo de un segundo, sostenía mi cabello con delicadeza para que no se manchase.

 

- Sí, yo… ¿Mara?-terminé murmurando.-¿Está…?

 

-Estoy aquí- me respondió la muchacha por detrás.- Sana y salva. ¿Seguro que te encuentras bien…?

 

Su voz sonó escéptica.

 

-Sí, estoy...

 

Mi respuesta- mi mentira-quedó cortada por una sonora campanada, resonando a lo alto de la iglesia. Antes de que la segunda pudiese sonar, nos llegó una risa escalofriante.

 

-Jenna…-la mano que aún sostenía mi cabello tembló.

 

Mi estómago se retorció, y una nueva arcada me hizo doblarme hacia adelante. Las doce. Las doce. Las doce.

 

-¿Son las doce?- preguntó, con voz temblorosa, la pelirroja, y Mara resopló casi con enojo.

 

-No, estúpidas- nos echó en cara, y me habría ofendido por aquellas malas maneras de hablarnos, de no saber que en realidad era porque estaba infinitamente aliviada.- Son las doce menos diez.

 

Me incorporé con la tercera campanada. Tropecé con mis pies al caminar hacia adelante, y empujé la puerta de la iglesia con todas mis fuerzas, abriéndola con un chirrido.

 

Aún hay tiempo. Las doce. Aún hay tiempo…

 

Agarré la daga con manos temblorosas, ignorando lo que sea que Mara me dijo por detrás. Ni siquiera teníamos un plan, una mínima idea de cómo íbamos a detener a Kahla. Pero faltaban diez minutos, y me aferré a aquella idea con todas las energías que quedaban en mi magullado cuerpo.

 

-¡KAHLA!- me escuché a mi misma gritar, mientras me adentraba al edificio, que estaba siniestramente alumbrado. Gracias a las luces que provenían de los pocos candelabros que quedaban en la pared, los vi al fondo de la iglesia, a ambos de pie. Kyle estaba de espaldas, pero Gabriel miraba directamente hacia el frente, directamente hacia mí.

 

Entonces, sonrió, como si se sintiese satisfecho de ver que habíamos llegado a tiempo a la fiesta.

 

-¡Kyle! ¡KYLE!

 

Pero él continuó de espadas, ignorando mi llamada. Una sonrisa de victoria cubrió los labios del hombre cuando puso su mano sobre la cabeza de Kyle y cerró los ojos. Tropecé con un escombro del suelo al abalanzarme hacia adelante, y estuve a punto de caer.

 

-No lo toques, ¡NO LO TOQUES!- con desesperación, eché el brazo hacia atrás y lancé con todas mis fuerzas la daga, pero hasta yo sabía que no había manera de que esta llegase e impactase en el cuerpo del hombre.

 

Vi a Mara llegar hasta mi altura, como si ella también desease detener aquel repugnante gesto del hombre; en su rostro se reflejaba el más profundo odio.




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