Cazadores de Demonios

CAPÍTULO 36

JENNA

 

El abrir los ojos vino acompañado por un fuerte dolor generalizado, tan extendido por todo mi cuerpo que no podía decidir qué parte tenía más magullada. El caso era que no podía recordar qué había ocurrido, o cual era la causa por la que me sentía así. Parpadeé varias veces, con la boca completamente seca. Incluso el paladar lo tenía adolorido.

 

Poco a poco, algunos extraños recuerdos empezaron a venir a mi mente, pero eran imágenes difusas y mezcladas, imposibles de comprender. Intenté incorporarme, pero el pinchazo en la frente, entre los dos ojos, fue demasiado intenso. Jadeé en voz baja, apretando los párpados, y alcé la mano hacia mi cabeza para comprobar que no tenía ningún tipo de herida.

 

Estoy en mi habitación… pensé, observando desde mi posición la esquina de una estantería. Lo último que ocurrió… estábamos… estábamos…

 

Me dio igual el dolor; me obligué a incorporarme. Como ya había deducido, me encontraba en mi cuarto, y por la luz que entraba por la ventana, era de día. Todo parecía normal, como cualquier otro día…

 

Pero entonces el recuerdo regresó a mí. Su cuerpo, cayendo, desplomado en el suelo. Su mirada de ojos grises, suplicante, rogándome que lo salvase. Pero no lo hice. No lo salvé.

 

No lo salvé.

 

No.

 

Noté el ardor en mis ojos, y el fuerte nudo en mi pecho, ahogándome. De pronto, todo a mi alrededor estaba dando vueltas, como si me encontrase en un tiovivo, girando a demasiada velocidad. Apreté los ojos, y traté de inspirar por la nariz, pero el aire simplemente no quería llegar a mis pulmones. Mi pecho comenzó a elevarse y a bajar con mayor rapidez, y apreté los ojos, pero la imagen no quería irse de mi cabeza.

 

Fallé.

 

Fallé, no lo salvé. Lo había perdido. Para siempre.

 

En un intento de respirar, un sollozo trepó por mi garganta. Gemí contra una mano temblorosa, notando las saladas lágrimas corriéndome por las mejillas.

 

Kyle.

 

Kyle…

 

No era justo. Él no lo merecía, no merecía morir. No de aquella manera.

 

Y todo era mi culpa. Le había fallado, había roto la promesa. Tantas veces que le pedí que confiase en mí. El brillo en sus ojos, las sonrisas inocentes cuando me miraba. Él confiaba en mí. Él siempre creyó que lo salvaría. Que vencería a Kahla. Él siempre confió en que lo lograría.

 

Pero no lo hice.

 

Un nuevo sollozo me raspó la garganta. Me abracé las rodillas, pese a que el gesto hiciese que todo mi cuerpo doliese. Oculté el rostro contra el edredón, sintiendo que en cualquier momento explotaría. Aquel dolor era demasiado, ardía demasiado como para ser humano. Pensé que me rompería en aquel momento, que en cualquier instante mi pecho se resquebrajaría, y las partes de corazón que aún quedaban ahí dentro saldrían afuera, dejándome vacía.

 

En medio de aquel infierno, mientras mis uñas se clavaban en las palmas de mis manos, y mi rostro se hundía en la colcha, la puerta de mi habitación se abrió. Yo no lo oí, al igual que tampoco me enteré de los pasos que caminaban hasta mi cama. Y, cuando una mano se posó en mi hombro, reaccioné como cualquier persona en aquella situación delicada; me volteé, y le di un fuerte empujón a la figura que allí se encontraba.

 

Y entonces, mi mente simplemente cortocircuitó. Abrí la boca, intentando pronunciar su nombre, pero no logré invocar mi voz. El llanto se me había cortado por la sorpresa, pero, al digerir lo que estaba viendo, regresó a mí con aún más intensidad.

 

-Jenna…

 

-Oh, Dios mío…

 

Torpemente, intenté salir de la cama, pero mi cuerpo dolía demasiado, y en aquel momento estaba temblando como un flan. Él avanzó rápidamente, salvando el espacio que nos separaba, y sus brazos rodearon mi cuerpo.

-Lo siento. Lo siento, lo siento, lo siento…- sollocé, incapaz de controlarme. De pronto, todo estaba regresando a mí, todos aquellos recuerdos, entremezclados.

 

Kyle. Kahla. La iglesia. Frey. Aquella oscuridad. Gabriel. Miedo, dolor, frustración, confusión. Todo vino a mí. Todo, entremezclado, mientras abrazaba su cuerpo con todas mis fuerzas.

 

-Está bien, Jenna. Está bien…- su voz calmada era tan aliviadora, tan increíble, que sentí cómo se me desgarraba el pecho.

 

-Estás vivo. Estás vivo, estás vivo, estás vivo…

 

Seguí repitiéndolo en bucle, incapaz de controlar lo que decía o hacía. Se separó un poco, y vi una sonrisa inocente cubriendo sus labios.

 

-Gracias a ti- me susurró.-Gracias a ti, Jenna.

 

Necesité unos minutos más antes de tener la capacidad de ordenarle a mi cerebro que se pusiese en marcha, y preguntar qué diablos había pasado.

 

-¿Cómo… cómo es posible…?

 

Pero, antes de que Kyle pudiese darme ninguna explicación, se escuchó un golpeteo en la puerta de la habitación. Y, al igual que había ocurrido en la iglesia, Frey apareció frente a a mis ojos, provocándome diversos sentimientos en el pecho que no sabía describir.

 

-Jenna- su voz sonó llena de alivio, y el mismo sentimiento se mostró en su rostro.-Me alegra ver que hayas despertado ya... empezaba a preocuparme.

 

-¿Qué?-sacudí la cabeza, confundida. Sentía el rostro hinchado por haber estado llorando, y las manos aún me temblaban incontrolablemente sobre el regazo.-¿Cuántos días...? ¿Qué…?

 

-Tres. Llevas tres días dormida- murmuró Frey, y Kyle me lo confirmó con un cabeceo.

 

Joder. ¿¡Llevaba 3 días dormida?!

 

-¿Quieres levantarte?- me ofreció Frey, sonriendo con dulzura. Apreté los labios ante aquel gesto, pues aún estaba profundamente dolida y furiosa con él, pero, aún así, asentí con la cabeza.




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