Cazadores de Demonios

CAPÍTULO 39

JENNA

 

-Hay algo que debo decirte.

 

A la mañana siguiente, Frey había preparado el desayuno. Me senté en una silla, aspirando el olor a café. Él rápidamente puso un plato de tostadas frente a mí, como si quisiese compensar todo el tiempo pasado, y me obligué a sonreirle pese a estar tan cansada.

 

-¿Qué tal… van las pesadillas?- me preguntó con cautela, a lo que prácticamente resoplé.

 

-Para tener pesadillas hay que primero conseguir dormir algo.

 

En cuanto cerraba los ojos, las imágenes comenzaban a llegar a mí como disparos, una detrás de otra, sin pausa. Trataba de apartar los pensamientos, de dejar la mente en blanco para tener algo de descanso, pero era imposible. Estas seguían llegando, y lo peor de todo era que ni siquiera podía estar segura de que muchas de ellas fuesen reales.

 

-Poco a poco irá mejorando- me dijo Frey, apoyado en la encimera, tomando un sorbo de su café. Lo vi pasarse una mano por el cabello, y, por la expresión que puso, supe que me iba a decir algo que no me iba a hacer ninguna gracia.

 

-Suéltalo ya.

 

-¿Qué?

 

-Que lo sueltes. Hay algo que me quieres decir. No soy inválida, ni de cristal, y no me voy a romper, sea lo que sea- rodé los ojos, dándole un gran mordisco a la tostada. Podía haber perdido la capacidad de dormir, pero nunca el hambre.

 

-No quiero que te sientas presionada a nada.

 

-¿Es por el instituto? ¿Quieres que vuelva?

 

-No, no es eso.

 

Me detuve de comer, mirándolo con una ceja alzada.

 

-¿Qué es, pues? Ahora ya sí que me estás asustando.

 

-Escucha… Gabriel quiere hablar contigo.

 

Por un momento, me quedé inmóvil. Con la mano en el aire, a medio camino de llevarme un pedazo de pan a la boca. La otra mano sobre la mesa, ahora temblándome ligeramente.

 

-¿Hablar?-dije al fin.

 

-Le gustaría quedar contigo algún día-se apresuró a aclararme. Incluso Frey parecía algo nervioso.- Por supuesto, entiende que te tomes todo el tiempo que necesites. Puedes decir que no, si no quieres.

 

-¿Por qué? ¿Por qué quiere hablar?- espeté, aunque en el fondo sabía la respuesta. No era algo tan descabellado, tan raro, pero, aún así, ni me había planteado la idea.

 

No esperé a que Frey respondiese. Me puse en pie, cogiendo la taza de café, y caminé hacia el salón, para situarme frente a la gran ventana de cristal. Aquel lugar me ayudaba a pensar. Las vistas de la ciudad, que hacía horas que se había puesto activa, me tranquilizaban.

 

-¿Te encuentras bien?-Frey apareció en la puerta de la cocina. Yo asentí, aunque en realidad el estómago se me había revuelto tanto que ya no me apetecía tomarme el café.

 

Ver a Gabriel…

 

Inevitablemente, me venía a la mente esa escena que no dejaba de repetirse en mi mente. La sonrisa del hombre, el cuerpo de Kyle cayendo al suelo, desplomado.

 

Pero él ya no es Kahla. Es sólo un hombre.

 

-Piénsalo, ¿vale?- me pidió mi hermano.- Tómate todo el tiempo que necesites.

 

***

 

Fue agradable recibir la visita de mis amigos aquella tarde. Aunque cualquiera pudiese pensar que lo mejor era ignorar el tema, y tratar de centrar la mente en otros asuntos más divertidos o normales, lo que yo necesitaba era hablar. Necesitaba mantener aquella conversación con la gente que realmente lo había vivido, que había pasado por esa experiencia que se podía considerar incluso traumática.

 

Me encontré con la grata sorpresa de que Lydia y Mara se habían hecho bastantes buenas amigas, pese a las abismales diferencias que había entre ellas.

 

-Es bueno ver que sigues viva- me espetó la de cabellos negros cuando me vio, y Lydia le dio un golpe en el hombro, mirándole mal.

 

-Nos alegramos de que estés bien.

 

Era realmente difícil de creer que pudiésemos estar allí sentados, los cuatro, sabiendo que no había ningún peligro acechándonos desde ninguna esquina. Y es que Kahla ya no estaba. Había desaparecido, para siempre. Y ya no había peligro, ya no existía el miedo de que ninguno de nosotros pudiese morir.

 

***

 

-Dime… ¿has hablado con Frey? ¿Te lo ha… dicho?

 

Kyle había aprovechado el momento en el que fui a la cocina a por algo de comer para seguirme, y hablar a solas conmigo. Me detuve ante la puerta del frigorífico, suspirando.

 

-Te refieres a lo de Gabriel, ¿no?

 

El rubio asintió, y me pregunté internamente cómo diablos estaba tan calmado.

 

-¿Tú has estado con él?¿Lo has visto?

 

-Varias veces-admitió, y el corazón me dio un vuelco.- Aunque te parezca una locura, y sé que lo es… ha sido un apoyo bastante bueno, estos días en los que has estado inconsciente.

 

-Me parece una locura- asentí, apoyándome en la encimera.-No… no es que me niegue a verlo. Es que… tengo miedo de que… me haga mal- mi mirada se cruzó con los ojos grisáceos de Kyle, y me vi obligada a apartarla, porque aquel tema me incomodaba. No se me hacía fácil hablar sobre mí misma.- No dejo de ver imágenes, de repetir lo que ocurrió en la iglesia.

 

-Me pasa lo mismo- asintió él, jugando con sus manos.- Las cosas que recuerdo se mezclan en mi cabeza con escenas que posiblemente sean imaginaciones… pero…

 

-¿Sí?

 

Kyle volvió a alzar el rostro hacia mí.

 

-Hablar con él me hizo bien, Jenna. Y él realmente quiere hablar contigo. Quiere disculparse.

 

-No tiene que disculparse por nada. No era él quién controlaba sus acciones.




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