Cazadores de Deregron: El lobo y el vampiro

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                                                              Catherine

 La estaca debía estar muy afilada para penetrar en la piel de un vampiro; había estado casi una hora puliendo la punta de la estaca para que lastimara al más mínimo rose. Estaba metida en mis pensamientos, pensaba en esos asquerosos vampiros de ojos azules y brillantes, con esos colmillos puntiagudos que a veces chorreaban sangre…

-Señorita Cath- la odiosa voz de la sirvienta me arrebato de los pensamientos.

-Ya te dije que no me llamaras así- le dije entre dientes con furia, mientras continuaba afilando la estaca con más fuerza, pero la sirvienta pasó por alto la falta grave de respeto y continúo:

-Es sobre su madre, está muy mal y los médicos temen de que no logre pasar la noche- me di vuelta, resoplando y dejando caer el cuchillo con la estaca hacia el piso, pero me molesté aún más cuando vi que la sirvienta seguia allí parada, ya había dado la información correspondiente, ya debía haberse ido. Caminé furiosa hacia ella y la empujé levemente con el codo hacia un costado con otro gran resoplido de disgusto.

Después de subir por escaleras infinitas, finalmente llegué al cuarto de mi madre.

Alrededor de la cama, que estaba en medio de la habitación, había unos cuantos médicos y sacerdotes.

-¡Ya, largo!- les grité a todos, si tenía que despedirme de mi madre, lo haría a solas; todos salieron lo más rápido que sus piernas les permitieron, algunos casi se tropezaron entre sí, caminé hasta el lado de la cama y me quedé mirándola, estaban en lo cierto, ella estaba muy mal, su piel era de un color enfermizo y grisáceo, además de estar toda arrugada en ciertas partes de su cuerpo se le podian ver claramente las venas y su sandre que corria debilmente por ellas. Ella abrió los ojos débilmente

-Catherine- susurró, levantó su mano arrugada hacia mí, de mala gana la agarré y la puse entre las mías.

-Madre…

-Catherine- me interrumpió –de seguro te lo preguntaste toda tu vida…- paró por unos minutos, creo que tal vez estaba esperando que yo respondiera, pero no lo hice, ella me miró con esos ojos enfermizos. –Tu padre, Catherine, ¿no te has preguntado nunca quién es?- aleje mi vista, eso era algo que no quería saber –Catherine…mírame – no quería hacerlo, pero de mala gana lo hice –sé que fui una mala madre al no decirtelo, y creo que lo seguiré siendo, porque aún no consigo el valor para decírtelo- hizo una pausa, me miró con lágrimas en los ojos.

-Ya dime y terminemos con esto- dije empezando a perder la paciencia, ella toció con fuerza e intentó sentarse en la cama, me apiade de ella e intente ayudarla, pero ella me apartó y volvió a acostarse, volteó la cabeza hacia la mesa de luz que estaba a lado de la cama, tosiendo, agarro una caja de madera completamente lisa sin ningún detalle, parecía que la había buscado especialmente para que no revelara todos los secretos bien guardados de años, y me la entregó.

-Aquí vas a encontrar todas las respuestas- me quedé viendo la caja ensimismada, me sobresalté cuando puso sus manos sobre las mías, me miró y dijo: -podemos descubrirlo juntas…

-No, lo haré cuando esté lista- ella se me quedó mirando y comenzó a toser violentamente, puse la caja en una silla e intente ayudarla a sentarse, pero fue en vano, luego de unos minutos, los médicos entraron apresuradamente e intentaron ayudar a mi madre inútilmente, ella no paraba de toser y yo no podía dejar de ver como pronto el líquido rojo comenzó a salir por su boca, se me hizo agua la boca por alguna extraña razón, empecé a pensar que si lo bebia podria calmar esa hambre que llevaba desde hace horas... un médico me agarró del hombro sacándome de mis enfermos pensamientos.

-Debería irse, hasta que podamos mejorar su salud- lo miré a los ojos y antes de irme le dije:

-Ella ya no se recuperará- le dije de forma casi automática.  

 

 




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