Catherine
Caminamos por la misma ruta de antes hacia el Territorio de los Vampiros o al menos eso decía Sakharov, yo no recordaba nada, era como si fuera la primera vez que caminaba por esos caminos marcados por pisadas antiguas.
Ya estaba atardeciendo cuando llegamos al castillo de los vampiros, habíamos caminado todo el día sin detenernos en ningún momento y casi sin hablar.
- ¿No debes a alguien que estamos aquí? - le pregunté al lobo antes de que pudiéramos atravesar las enormes puertas de madera, estaba nerviosa y eso era muy notable.
-Cath... no te preocupes, estarás bien- me aseguró y puso la cara más empática que le permitía su anatomía canina.
El corazón me latía a mil, no podía reconocer este sentimiento que tenía ¿Acaso era miedo? ¿Incertidumbre? Eso era imposible, jamás en mi vida había sentido miedo y no lo decía para verme más ruda e intimidante, sino porque era cierto. Cuando un niño cualquiera podía asustarse con los rayos y truenos de una tormenta, para mi eran simplemente pequeños ruidos que impedían dormir bien.
Perdida en esos pensamientos y recuerdos no me di cuenta que ya habíamos llegado al Salón del Trono. Ravette, como siempre, estaba sentada en su trono mostrando todo su arrogante orgullo. Y ahora que lo pensaba no había visto a Vincent, mi supuesto padre y rey de los vampiros, por ningún lado ¿Acaso iba a salir de algún hueco para transformarme?
-Me han dicho que has aceptado la transformación- dijo Ravette mostrando sus dientes.
Esta vez no había criaturas presentes para poder ver el espectáculo, solo estaba Ravette, Sakharov, yo y dos vampiras más paradas al lado de Ravette, la cual una de las dos parecía una niña de apenas doce años.
-Parece que las otras criaturas no quieren estar presentes el día de hoy- dije desconfiada. Por alguna razón tenía que retarla, era una necesidad, aun sabiendo que ella podría matarme fácilmente.
-Se había hecho una apuesta: estaban los que decían que tu ibas a aceptar la transformación y los que no.
- ¿Y por qué votaste tu? - le pregunte con desafío en mi voz.
Ravette entrecerró los ojos, molesta, y continuó hablando:
-Dos vampiros votaron que te dejarías transformar-. Hizo un gesto hacia la mujer y la niña paradas a su costado-. Ella es Moyra, mi hermana- dijo señalando a la mujer, que era bastante parecida a Ravette salvo por el hecho de que su cabello era tan corto que le legaba hasta los hombros y era un poco enrulado-. Y ella es su hija, Nazneen- señaló a la niña, la cual, al igual que yo, terminó con el legado del cabello rubio porque el suyo era tan negro como la tinta.
-No me decepciones- me dijo Naneen entrecerrando sus ojos que eran de un perturbador color rojo.
-Lo intentaré- dije desafiándola a ella también.
-No perdamos más el tiempo, tengo cosas que hacer- dijo Ravette y se bajó de su trono.
Caminó lentamente hacia mi como calculando la distancia perfecta para poder atraparme y despedazarme.
Noté que Sakharov se alejaba de mí con las orejas hacia atrás, como si estuviera esperando el momento correcto para poder escapar de una muerte inminente.
Y antes de que pudiera hablar para arrepentirme de mi decisión. Ravette me agarró con fuerza de la cabeza para dejar al descubierto mi cuello y clavarme sus colmillos justo en la yugular.
-¿Cath? ¿Cath?
El dolor fue insoportable. Los colmillos de Ravette tocaron directamente la vena liberando, lo que creía yo, algún veneno que me convertiría en un vampiro. Sentía que todo se retorcía dentro de mí, que sangraba sin cesar.
Pude sentir el frio piso de mármol bajo mis temblorosas manos. También sentí un espeso líquido corriendo por mi piel desde algún lugar de mi cuello.
-Cath ¿Estás bien? - escuché que me preguntó la voz de Sakharov.
Estaba arrodillada en el suelo, pude notar que todos los presentes estaban alrededor mío, observándome.
-Estarás bien Cath.
Solté un grito y llevé mis manos a mi boca, cuando toqué el interior de ésta pude sentir los grandes colmillos que estaban allí ¡Esas cosas ocupaban la mitad de mi boca! Luego sentí miles de cosas que pasaban por mi cabeza: miedo, desconsuelo y otros sentimientos que no pude interpretar. Los recuerdos de toda mi vida pasaron por mi cabeza sin parar como si nunca más los volvería a recordar. Seguramente parecía una loca, pero me llevé las manos a la cabeza en un vago intento de que mi cabeza dejé de dar vueltas.
-Nazneen, llévala a otro lugar para que se revuelque en su dolor- escuché que decía Ravette, mientras que yo daba pequeños gritos para parar el ruido en mi cabeza.
-Puedo hacerlo yo- se ofreció Sakharov, pude observar sus grandes patas blancas en frente de mí.
-No, dije Nazneen, tú ya estás libre de cualquier misión.
-Pero...
-¡Sakharov! Harás lo que yo te ordené ¿Entendiste? - Sakharov no contestó o si lo hizo yo no lo escuché.
En medio de la conmoción en mi cabeza, sentí unas pequeñas, pero fuertes manos que me agarraron un brazo.
-Vamos fue lo único que ella dijo.
Nazneen, con toda paciencia, me llevó a través los pasillos y escaleras hasta una habitación donde me dejó en una cama.
-Deberías descansar- me había dicho antes de irse.
La cama daba hacia un balcón por el cual entraba la luz de la luna y más allá, logré ver luces que aseguraban un pueblo, pero después de eso, todo era bosque.
Estaba apoyada sobre una almohada cuando sentí que una solitaria lágrima caía sobre mi mejilla, me la quité rápidamente y me senté en la cama, todo el vendaval de recuerdos, sentimientos y pensamientos en mi cabeza por fin cesó.
Intenté levantarme para ir hacia el balcón (tal vez tirarme de ahí no sería tan mala idea, después de todo soy inmortal), pero no pude, me sentía muy débil, de lo que pude ver de mis manos estaban pálidas y me pregunté como se vería mi rostro. Intenté buscar un espejo por el aburrido cuarto que apenas tenía un escritorio de madera con una silla del mismo material y un sillón al lado del balcón, pero no había ningún espejo, cierto, los vampiros no los necesitaban pues sus almas medio muertas son incapaces de reflejarse en uno, cómo iba a hacer cuando requeriría uno era algo que tenía que descubrir. Empecé a preguntarme que iba a hacer con mi vida inmortal ahora cuando escuché unos arañazos en la puerta.