Cazadores de Deregron: El lobo y el vampiro

15- Copas de sangre

Catherine

- ¿Cómo te sientes? - me preguntó Nazneen.

-Extraña- le contesté.

Luego de salir de la pocilga en donde mi padre decía vivir, nos habíamos encontrado con Nazneen quien me trajo a lo que parecía ser el comedor común. Se trataba de una gran habitación con largas mesas y bancos en donde podían entrar muy cómodamente cien personas (o en este caso criaturas mágicas). Sin embargo, ahora solo estaba yo con Sakharov y Nazneen y algunas criaturas distribuidas por todo el salón que ingerían algún que otro aperitivo.

- ¿Que dijiste que veníamos a hacer aquí? - le pregunté a Nazneen.

La vampira me había explicado en el camino que todas las criaturas que habitaban en el castillo comían en horarios diferentes, por lo que la cocina siempre estaba abierta y, generalmente, no había casi nadie en el Gran Comedor y los que tenían gran poder político, como mi madre, comían en sus aposentos o en otras salas, así que dudaba de que alguien opinara de mi presencia en ese lugar.

-Debes comer, aún no has comido nada desde que te transformaron.

Tenía razón, estaba hambrienta, y ya que lo pensaba no había comido nada en un tiempo prolongado; la idea de ir a conocer a mi padre me había generado nauseas.

En ese momento me di cuenta de otra cosa sobre mi futura alimentación.

-Soy un vampiro ahora, voy a tener que tomar...- no me atrevía a terminar esa oración, me resultaba repugnante pensarlo.

-Sangre- terminó por mí Nazneen.

-Prefiero probar con otra cosa- prefería morirme de hambre antes que tomar sangre humana.

-No puedes- me negó Sakharov que estaba sentado a mi lado-. Puedes comer toda la comida del mundo, pero sin sangre, seguirás con hambre.

-Nada podrá saciarte más que la sangre, tendrás que ingerirla- Nazneen chasqueó los dedos y dos copas grandes que eran claramente de oro con un líquido escarlata aparecieron en la mesa frente a mí.

Las copas estaban a casi cuatro metros de mí, pero, aun así, podía oler el metálico olor que desprendían los líquidos, tenían pequeñas diferencias en sus aromas que, si seguiría siendo humana, habría sido incapaz de percibir.

-Prueba con esta primero- Nazneen me acercó la copa que tenía el olor más tenue.

-Me niego a hacerlo.

-Descuida, esta es solamente sangre de animal- me informa Sakharov. Nazneen suelta un pequeño gruñido antes de hablar:

-No hubieras dicho nada, quería ver su cara de sufrimiento.

No dije nada, prefería terminar con este desagradable momento cuanto antes para luego buscar otra forma para saciar mi hambre. Agarré la copa y me la acerqué a los labios, mi estómago no dejaba de rugir desde que la había olido, luego pasé mi lengua por mis colmillos y descubrí que estaban más grandes y ocupaban la mitad de mi boca.

-Los colmillos crecen un poco más cada vez que hueles sangre... o estás hambrienta- me informó Nazneen al ver mi cara de extrañamiento.

Sin pensarlo mucho más, vertí el líquido en mi boca. El metálico sabor impregnó todas mis papilas, pero no sabía tan mal como había pensado. Sin embargo, el hambre no se fue y sin darme cuenta ya me había terminado toda la copa.

- ¿Y cómo te sientes ahora?

-Aún sigo con hambre- me quejé.

-Entonces prueba con esta- me acercó la copa con el olor más intenso.

No lo pensé.

Tomé toda la sangre de un sorbo, su sabor era adictivo, tenía la necesidad de ingerir más, aunque mi hambre ya hubiera desaparecido, pero esa sensación duró poco.

Las náuseas volvieron. Mi estómago hizo un ruido extraño y luego vomité todo lo que había tomado hace unos minutos atrás, el piso a mi lado quedó cubierto de rojo. Pensé que eso era todo, pero no, me levanté de la banca y me caí en el piso por la debilidad de mis temblorosas piernas, frené la caída con mis manos, que, desafortunadamente quedaron justo arriba del vomito. No podía soportarlo, las náuseas siguieron llegando y yo seguía expulsando contenido de mi estómago que estaba teñido por la rojiza sangre. Llegó un punto en el que ya no estaba segura si lo que estaba expulsando era comida o mis propios órganos. No podía respirar, el aire no llegaba a mis pulmones. Mi mente estaba totalmente nublada, no sentía nada más que las contracciones de mi estómago.

-Catherine- la voz de Nazneen me sobresaltó y me hizo detenerme. Ella pasó su mano por mi espalda. - Debes tranquilizarte, respira, cuenta hasta diez.

Hice lo que me dijo por más difícil que fuera.

Inhala.

Exhala.

Inhala.

Exhala.

Mientras seguía arrodillada, intenté calmar mi mente y volteé mi cabeza hacia mi costado donde se encontraba Nazneen. Su cara reflejaba una empatía que nunca antes me habían mostrado.

-Es normal que suceda esto la primera vez que tomas sangre- se levantó y me extendió su mano-. Créeme lo he visto muchas veces.

Antes de aceptar su mano, vi la mía toda manchada por esa sustancia roja y asquerosa.

-Descuida, todo se lava, vamos, te ayudaré a encontrar tu cuarto nuevamente.

Agarré su pálida mano y me erguí a su lado, la extraña "mujer" apenas me llegaba al pecho. Luego miré a Sakharov que seguía sentado en la banca, su cara lobuna denotaba una preocupación real.

- ¿Cómo te encuentras? - me preguntó.

Odiaba esas preguntas estúpidas, obviamente estaba mal ¿Que acaso no vio todo lo que vomité? Pero por primera vez en mi existencia me abstuve de decir algo hiriente y tonto y lo único que dije fue:

-Mejor que hace rato, creo- el asqueroso sabor del vómito todavía era muy palpable en mi lengua. Me giré y dejé que Nazneen me guiara a mi habitación.

Luego de un largo baño de casi dos horas, decidí salir para encontrarme con que Nazneen seguía en mi cuarto y había seleccionado una camisa blanca, pantalones de cuero marrón y unas botas a juego.

Nazneen estaba en el balcón viendo hacia el horizonte y no se había movido ni un centímetro desde que salí del baño, por lo que lo tomé como una señal de que me estaba dando privacidad, así que me cambié lo más rápido que pude y me dirigí hacia ella.




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