Hijos de la Ruina
(Antigua balada de los dos mundos)
Nacen del alba y la noche,
de un beso furtivo, de un pacto roto.
Llevan en la sangre dos ríos que no se tocan,
y en el alma, un mar que jamás halla orilla.
No son luz…
No son sombra…
Son el filo entre ambas,
la grieta en el espejo del mundo.
En sus ojos arden estrellas cansadas,
en sus manos, semillas de fuego y ceniza.
Ellos no heredan un hogar,
heredan la certeza de no pertenecer a ninguno.
Caminarán entre los vivos y los que murmuran,
sus pasos serán seguidos por miedo y deseo.
Pues donde miren, verán fallas;
donde amen, hallarán fracturas.
Y así,
cuando el peso de dos cielos los aplaste,
no buscarán salvar…
solo quebrar.
Pues para ellos,
destruirlo todo es la única forma de que algo,
alguna vez,
pueda nacer perfecto.