Cazadores de Leyendas - Los Hijos de la Ruina

Capitulo 23

“La batalla más difícil no es en contra de la oscuridad exterior, sino contra la que habita en nuestro propio corazón.”

― Gerard Evander

—Es tu día de suerte, bruja —dijo Griffin en cuanto cruzó el umbral de la iglesia. Su voz resonó grave entre las paredes de piedra, y sus ojos se clavaron en los de Lyoren con una intensidad que no dejaba espacio para distracciones—. Tengo tiempo para escucharte.

Lyoren lo observó desde su lugar, sin moverse. Una mueca burlona se dibujó en su rostro, como si sus palabras no valieran más que el aire que las arrastraba.

—¿Y por qué habría de desperdiciar lo poco que me queda explicándole algo a un bruto como tú? —lanzó con la precisión de una daga, su tono impregnado de desprecio calculado.

Griffin no respondió de inmediato. Se limitó a cruzar los brazos y, sin apartar la vista de ella, dirigió una mirada fugaz a los hermanos Evander, luego a Conrad y sus amigos, y finalmente volvió a fijarse en Lyoren.

—Porque creo que ellos te importan —dijo, esta vez sin dureza, sino con una sinceridad que rara vez mostraba—. Y si de verdad te queda poco tiempo… sabes que soy el único que podrá protegerlos. No solo de esa bruja, sino también de lo que sea que está sellado en el lago.

Los ojos de Lyoren se entrecerraron, como si intentara atravesar las capas de armadura que Griffin llevaba encima. Su voz, cuando habló, estaba cargada de desconfianza.

—¿Y cómo sé que no estás coludido con esa mujer demoníaca?

Griffin soltó una breve carcajada, un sonido más irónico que divertido.

—Vaya… creo que es la primera vez que escucho que la llaman así —respondió, dando un paso más hacia ella. Su sombra la cubrió parcialmente—. Créeme, yo también tengo a alguien que proteger.

Giró apenas la cabeza y, por encima del hombro, sus ojos dorados se posaron en Diana, Chase y Jasper.

Lyoren siguió su mirada y lo entendió al instante. Bajó la voz, pero no el peso de sus palabras.

—Ellos son especiales, Griffin… más de lo que imaginas —susurró—. No permitas que esa mujer los corrompa con su odio.

El silencio que siguió se sintió como un juramento sin pronunciar.

—Como ya te dije… me queda poco tiempo —explicó Lyoren, su voz teñida de una calma que parecía forzada—. Mi única opción para seguir protegiendo este bosque y este pueblo es transmitir mi poder, legárselo a alguien más. Conrad y sus amigos han aceptado esa responsabilidad. Mientras mi poder viva en ellos, el sello se mantendrá intacto.

Jasper, que la observaba con el ceño fruncido, se inclinó hacia adelante.

—¿Y qué pasa si alguno de ellos muere? —preguntó de golpe. Y, al notar las miradas tensas de los jóvenes, levantó las manos en un gesto apaciguador—. No digo que vaya a pasar, ¿vale? Solo… si ocurriera.

Lyoren lo miró en silencio durante un instante, como sopesando la crudeza de la respuesta que estaba por dar. Finalmente, asintió.

—Por eso mi poder se divide en cinco partes —dijo despacio—. Si algo le sucediera a uno de ellos, la magia del sello se debilitaría… pero continuaría cumpliendo su propósito.

Jasper no parecía satisfecho.

—¿Y qué sucederá cuando el último de ellos muera? —insistió, su tono más grave que antes.

Lyoren respiró hondo, y por un momento su mirada se perdió hacia un punto invisible, como si lo que estaba a punto de decir fuera una sombra que la había seguido toda su vida.

—Cuando el último de ellos muera… el sello se romperá —respondió con franqueza—.

El silencio cayó sobre la sala, denso y frío.

Pero Lyoren continuó, suavizando la voz, como si quisiera ofrecerles un rayo de esperanza.

—Pero estos jóvenes tendrán vidas largas y plenas… morirán de viejos, rodeados de aquello que aman. Estoy segura de ello. Y para cuando ese día llegue… —sus ojos se iluminaron con una chispa extraña, mezcla de fe y profecía— …ya habrá nacido la persona con el poder de destruir a esa criatura de un solo golpe.

Lyoren fijó su mirada en los hermanos Evander, y una media sonrisa, tan enigmática como inquietante, curvó sus labios.

—No creo que esa persona vaya a nacer en el futuro… —pausó apenas para que sus palabras calaran—. Creo que esa persona… ya camina entre nosotros.

La seguridad en sus palabras era tal que resultaba difícil saber si hablaba por conocimiento o por pura necesidad de creerlo.

La atención de Lyoren volvió rápidamente a Griffin, sus ojos cargados de gravedad.

—La bruja que nos atacó se llama Oryssa… la cuarta Devastadora. —Su voz resonó en la iglesia, tan firme como el tañido de una campana fúnebre—. El poder que posee ha sido acumulado durante siglos, robado y absorbido de cada enemigo que ha derrotado.

Diana frunció el ceño, dando un paso al frente.

—¿Qué significa que sea la cuarta Devastadora?

—Quiere decir que hay más como ella —intervino Griffin, su voz grave y cortante. Luego miró a Lyoren con un gesto que no necesitaba palabras—. ¿Verdad?




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