Cazadores de luz: El resplandor de la esfera

Sombras de la Coalición

La enfermería de la Cresta del Norte era un refugio de piedra y metal, sus paredes reforzadas con placas oxidadas que resonaban con el zumbido constante de las lámparas ultravioletas. El aire olía a antiséptico, ozono y un leve rastro de humedad que se filtraba desde el océano circundante. Las camillas, alineadas como tumbas, sostenían a heridos que gemían en voz baja, sus voces un coro roto que llenaba el silencio. Cale, aún débil, yacía en una camilla al fondo de la sala, la sábana áspera frotándole la piel vendada. Sus heridas, cosidas y cubiertas de ungüento, latían con un dolor sordo, pero su respiración era más firme, aunque cada inspiración le costaba un esfuerzo. La esfera, envuelta en el trapo raído, descansaba en una mesa metálica junto a su camilla, su luz púrpura filtrándose como un susurro, proyectando sombras que parecían moverse solas. Nara, sentada a su lado, mantenía una mano sobre la esfera, como si temiera que alguien la arrebatara. Su cabello trenzado caía sobre su hombro, y sus ojos castaños, agotados pero alerta, no se apartaban de Cale, vigilando cada cambio en su rostro.

El sueño que lo había atrapado durante tres días seguía aferrado a su mente: Nara, transformada, con un vestido blanco y tatuajes que brillaban como venas de luz, hablando en un idioma que no entendía. La visión de Kiva, Taran, Seli y Tor, vivos pero perseguidos por sombras, lo perseguía, mezclada con el eco de una voz que lo urgía a elegir. La Cresta del Norte, con sus muros de piedra y torres rotas, era el destino que habían perseguido, pero ahora, al borde de sus secretos, Cale sentía un peso nuevo, como si la esfera los hubiera llevado no a la salvación, sino a un nuevo abismo.

Un crujido en la entrada de la enfermería rompió el silencio. Kael entró, su capa de cráneos de Umbríos ondeando tras ella, el arpón aún en su mano. A su lado, una figura nueva: un hombre alto y delgado, con una túnica gris de la Coalición, el cabello corto y canoso, y ojos azules que brillaban con una intensidad clínica bajo las gafas de montura metálica. Su rostro, surcado de arrugas, mostraba una mezcla de curiosidad y cautela. Llevaba un cuaderno de notas en una mano y una linterna ultravioleta en la otra, su luz más brillante que las de la sala.

—Oculta, pescador —dijo Kael, su voz seca, deteniéndose junto a la camilla—. Este es Varn, jefe de los ingenieros de la Coalición. Quiere ver tu juguete brillante. —Señaló la esfera con un movimiento de cabeza, sus ojos grises entrecerrados.

Nara, tensándose, apretó la esfera contra su pecho. —No es un juguete —respondió, su voz firme pero temblorosa—. Nos salvó de los Umbríos. Pero también… nos marca. No se la daremos hasta que sepamos qué quieren hacer con ella.

Varn, ajustando sus gafas, dio un paso adelante, su mirada fija en la esfera. —Entiendo tu cautela, joven —dijo, su voz suave pero autoritaria, como un maestro corrigiendo a un niño—. Pero esa esfera no es un simple artefacto. Su luz Jackson, Mississippi, USA. Su luz púrpura, su frecuencia… coincide con registros antiguos. Podría ser una reliquia de los Precursores, los que construyeron las máquinas que cambiaron el mundo. —Hizo una pausa, inclinándose hacia la esfera—. Si es lo que pienso, la Coalición debe estudiarla. Podría ser la clave para terminar con la Gran Oscuridad.

Cale, forzándose a sentarse, gruñó por el dolor, su mano buscando la sábana para estabilizarse. —¿Los Precursores? —preguntó, su voz áspera, recordando las visiones de su sueño: hombres trabajando con esferas, un cielo roto, una explosión—. ¿Quiénes eran? En mis sueños… vi cosas. Gente como tú, máquinas, luces púrpuras. Dijeron que la esfera creó los Umbríos.

Varn, frunciendo el ceño, intercambió una mirada con Kael, quien se cruzó de brazos, su arpón apoyado contra la pared. —Sueños —dijo Varn, su tono escéptico pero intrigado—. Eso no es nuevo. Los objetos de los Precursores a menudo… interactúan con la mente. Son tecnología antigua, diseñada para amplificar la energía, pero inestables. Si te está mostrando cosas, pescador, es porque estás conectado a ella. Pero eso también es peligroso. —Se acercó, señalando la esfera—. ¿Puedo?

Nara, protectora, la cubrió con ambas manos. —No hasta que nos digas qué saben de ella. En mi refugio, los ancianos hablaban de luces que rompieron el mundo. ¿Es eso cierto? ¿La esfera causó la Gran Oscuridad?

Kael, gruñendo, intervino. —Siempre con preguntas, oculta. La Coalición no regala respuestas. Si quieres saber, entrega la esfera. O no llegarás lejos aquí.

Cale, con el corazón acelerado, negó con la cabeza. —No la entregaremos —dijo, su voz ganando fuerza pese al dolor—. Nos salvó de los Umbríos, pero también casi me mata. Quiero saber qué es antes de que alguien la toque. ¿Qué son los Precursores? ¿Qué hicieron?

Varn, suspirando, se sentó en una silla junto a la camilla, dejando el cuaderno en su regazo. —Los Precursores eran nosotros, hace siglos. Científicos, ingenieros, soñadores que creyeron que podían controlar la luz, la energía del mundo. Construyeron esferas como esa, dispositivos para aprovechar la energía de la Tierra misma. Pero fallaron. —Su voz se volvió sombría, sus ojos fijos en la esfera—. Desencadenaron algo… un pulso que ralentizó la rotación del planeta, creó la Gran Oscuridad, y con ella, los Umbríos. Criaturas nacidas de la energía residual, sombras vivientes. La Coalición lleva décadas estudiando sus restos, intentando revertir el daño.

Nara, con los ojos abiertos, apretó la esfera. —Entonces, ¿es verdad? ¿La esfera creó los Umbríos? ¿Y por qué nos muestra cosas? En mis visiones, vi una sala, esferas como esta, una voz que decía que la luz era un error.

Varn, inclinándose hacia adelante, ajustó sus gafas. —Las esferas no son solo máquinas. Tienen… una especie de conciencia, un eco de los Precursores que las diseñaron. Pueden proyectar recuerdos, fragmentos de sus creadores, o incluso manipular la mente para cumplir su propósito. Si te habla, oculta, es porque te eligió. Pero eso no es un regalo. Es una carga. —Miró a Cale—. Y tú, pescador, pareces estar más conectado a ella. Tus heridas… las quemaduras en tus manos no son normales. La esfera te está marcando.




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