El zumbido del muro de Tabiada —acero reforzado con titanio, cristal de cuarzo, 12 kilómetros de longitud, 15 metros sobre la superficie y 20 bajo el agua— resonaba en la noche, su resplandor púrpura un escudo contra los Umbríos. Kiva, tras su noche con Cale, sabía que el tiempo se agotaba. El submarino estaría listo en días, y Varna, con su amenaza de matar a Cale, Nara, Taran, y Milo, y quedarse con la esfera, era una sombra que no podía ignorar. Su amor por Cale, confesado y correspondido, era su fuerza, pero también su vulnerabilidad, y la sospecha de que Varna planeaba deshacerse del grupo tras completar el submarino la empujaba a actuar.
Rorik, el capitán del submarino, había prometido ayudarla, sugiriendo presionar al consejo y usar su influencia entre los isleños. Kiva, decidida a proteger a Cale y la esfera, comenzó a tejer su plan, pero necesitaba aliados de confianza. Selina, su mejor amiga, era la primera pieza, y Milo, por su lealtad y cercanía al grupo, sería el único del equipo original en sumarse, manteniendo a Cale, Nara, y Taran al margen para evitar que actuaran impulsivamente contra Varna.
Esa mañana, Kiva se levantó temprano, dejando a Cale dormido en su cabaña, su rostro tranquilo bajo la luz ultravioleta. Con su chaqueta reforzada y arpón al cinto, salió al muelle, el aire salado llenando sus pulmones. El submarino, casi listo, brillaba en el astillero, un recordatorio de la partida inminente y la amenaza de Varna. Kiva, con la cicatriz en su ceja más visible en su rostro determinado, sabía que cada paso debía ser preciso.
Kiva encontró a Selina en el comedor comunal, vacío a esa hora salvo por un guardia tomando sopa de algas. Selina, con sus trenzas balanceándose, estaba revisando un mapa náutico, su rostro concentrado. Al ver a Kiva, sonrió, pero la tensión en los ojos grises de su amiga la alertó. —¿Qué pasa, Kiva? —preguntó, dejando el mapa—. Tienes cara de quien va a cazar Umbríos sola.
Kiva, asegurándose de que nadie escuchara, se sentó frente a ella, su voz baja. —Necesito tu ayuda, Selina —dijo—. Pero lo que te voy a contar no puede salir de aquí. Ni a Milo, ni a Cale, nadie. ¿Entiendes?
Selina, frunciendo el ceño, asintió, su tono serio. —Te conozco, Kiva. Si es tan grave, mi boca está sellada. Habla.
Kiva, respirando hondo, relató todo: la reunión con Varna, la amenaza de matar al grupo y tomar la esfera si partía con Cale, su desconfianza de que Varna planeaba eliminarlos tras completar el submarino, y su conversación con Rorik. También confesó su amor por Cale, su voz suavizándose al hablar de él. —Lo amo, Selina —dijo, sus ojos brillando—. No puedo quedarme aquí mientras él va al Aurora. Pero Varna no bromea, y creo que nos traicionará a todos. Rorik está buscando apoyo en el consejo, pero necesitamos un plan para proteger la esfera y sacarlos de aquí vivos.
Selina, procesando la gravedad, apretó los labios, su rostro endureciéndose. —Varna siempre ha sido ambiciosa —dijo—. La esfera es poder, y ella no la dejará ir. Pero amenazar con matar a tus amigos… eso es cruzar una línea. Cuenta conmigo, Kiva. ¿Qué necesitas?
Kiva, aliviada, esbozó una sonrisa tensa. —Primero, información —dijo—. Tú conoces a los guardias y a los del consejo. Averigua quiénes son leales a Varna y quiénes podrían apoyarnos. Segundo, necesitamos mover la esfera al submarino antes de que Varna actúe. Rorik y yo reclutaremos tripulantes y guerreros de confianza. Pero hay algo más: quiero que Milo se una. Es leal, conoce al grupo, y puede ayudarnos sin alertar a Cale o Nara.
Selina, arqueando una ceja, asintió. —Milo es sólido, y confía en ti —dijo—. Yo hablaré con los guardias, discretamente. Pero, Kiva, esto es arriesgado. Si Varna se entera, no solo serán tus amigos los que paguen.
Kiva, con una chispa de determinación, asintió. —Lo sé. Por eso debemos ser rápidos y silenciosos. Gracias, Selina. Eres mi familia.
Selina, sonriendo, le dio un codazo. —Siempre, marinera. Ahora, ve a buscar a Milo antes de que Varna te vea con esa cara de conspiradora.
Esa tarde, Kiva encontró a Milo en el astillero, ajustando un panel del submarino junto a Rorik. Su rostro, más animado tras meses de duelo, reflejaba su integración con los isleños, especialmente con Selina. Kiva, esperando a que Rorik se alejara, lo llevó a un rincón del muelle, bajo la sombra de una torre ultravioleta.
—Milo, necesito hablar contigo —dijo Kiva, su voz baja, escaneando el área—. Es sobre la partida, pero debe quedar entre nosotros. Ni Cale, ni Nara, ni Taran pueden saberlo.
Milo, limpiándose el sudor, frunció el ceño, su lealtad al grupo evidente. —¿Qué pasa, Kiva? —preguntó—. Si es por el submarino, está casi listo. Pero tu cara dice que no es eso.
Kiva, confiando en su instinto, le contó lo esencial: la amenaza de Varna de matar al grupo y tomar la esfera si partía, su sospecha de una traición mayor, y el plan inicial con Rorik y Selina para proteger la esfera y asegurar la partida. Omitió su amor por Cale, manteniendo el enfoque en la misión. —Necesito que te unas, Milo —dijo—. Eres leal, conoces al grupo, y puedes ayudarnos a mover la esfera sin que Cale actúe impulsivamente. Rorik reclutará tripulantes, y yo a guerreros anti-Umbríos. Pero debemos ser discretos.
Milo, procesando la traición de Varna, apretó los puños, su rostro endureciéndose. —Esa maldita… —masculló—. Conta conmigo, Kiva. Por Cale, por Nara, por todos. ¿Cuál es el primer paso?
Kiva, aliviada, explicó: —Selina está buscando aliados en el consejo. Rorik hablará con los tripulantes esta noche. Yo reclutaré guerreros que hayan cazado conmigo. Tu tarea es vigilar el búnker de la esfera. Asegúrate de que los guardias de Varna no se acerquen. Si algo cambia, avísame o a Rorik.
Milo, asintiendo, mostró una determinación que recordaba al hombre que había protegido a Seli y Tor. —Entendido —dijo—. Mantendré los ojos abiertos. Pero, Kiva, si Varna actúa antes, ¿qué hacemos?