Cazadores de luz: La amenaza en las sombras

La Última Defensa

El muro de Tabiada zumbaba con un lamento metálico, sus luces ultravioletas parpadeando bajo la presión de los Umbríos. Las criaturas, sombras vivientes con garras afiladas y ojos vacíos, se lanzaban contra el acero, disolviéndose en cenizas al tocar los haces mortales, pero su número era abrumador. El sector tres, donde un generador había colapsado, era el punto más débil, una brecha de oscuridad donde los Umbríos trepaban, sus rugidos resonando como un coro de muerte.

Kiva, con su arpón y rifle fosforescente, lideraba la defensa en el sector tres, su cicatriz en la ceja brillando bajo el resplandor púrpura, sus ojos grises ardientes de determinación. A su lado, Cale disparaba con precisión, cada proyectil iluminando un Umbrío antes de incinerarlo, su rostro ennegrecido por el humo del túnel donde había activado la reserva de emergencia. Nara y Taran, sincronizados como siempre, cubrían el flanco izquierdo, sus disparos fosforescentes creando un arco de luz. Milo, reforzando el flanco derecho con Selina y los guerreros isleños, manejaba un lanzador de arpones, cada impacto derribando a múltiples Umbríos.

El aire estaba cargado de cenizas y el olor acre de los generadores quemados. Las torres de reflectores, cada 50 metros, giraban frenéticamente, pero los haces se debilitaban, y los sensores de movimiento parpadeaban rojos, indicando intentos de brecha en múltiples puntos. Los isleños, liderados por un veterano llamado Toren, gritaban órdenes, sus rifles fosforescentes y arpones manteniendo la línea, pero las bajas crecían: un guerrero cayó, su grito silenciado por una garra Umbría antes de que las luces lo salvaran.

—¡Kiva, no podemos aguantar mucho más! —gritó Cale, recargando su rifle, su voz ronca por el humo—. El generador de reserva está fallando.

Kiva, disparando a un Umbrío que trepaba la brecha, asintió, su mente buscando soluciones. —¡Toren, lleva a tus hombres al sector cuatro y refuerza los reflectores! —ordenó al isleño—. Nosotros cubriremos aquí. Milo, Selina, traed los explosivos del arsenal. Si no los detenemos, destruiremos la brecha.

Selina, con sus trenzas empapadas de sudor, asintió, corriendo con Milo hacia el arsenal cercano, mientras Nara y Taran disparaban sin pausa, su amor mutuo dándoles fuerza. Kiva, mirando a Cale, sintió su amor por él arder, un faro que la mantenía en pie. —Quédate conmigo, pescador —dijo, su voz firme pese al caos—. Vamos a salir de esta.

Cale, con una sonrisa tensa, disparó a un Umbrío que saltó hacia ellos. —Siempre, marinera —respondió, su voz cargada de promesa.

La lucha desesperada

Los Umbríos, como una marea de sombras, presionaban la brecha, sus garras perforando el acero debilitado. Las luces ultravioletas, alimentadas por el generador de reserva que Cale había activado, incineraban a los que se acercaban, pero cada vez más lograban trepar, sus cuerpos disolviéndose solo a centímetros de los defensores. Kiva, usando su arpón en combate cercano, perforó a un Umbrío que alcanzó la cima del muro, su sangre negra salpicando su chaqueta reforzada. Cale, a su lado, derribó a otro con un disparo a quemarropa, el retroceso sacudiendo su hombro.

Nara, con su tatuaje de cenizas brillando, gritó: —¡Taran, a tu derecha! —Taran, girando, disparó a un Umbrío que emergía de la brecha, su precisión salvando a un isleño herido. La pareja, unida por su amor, luchaba como uno, pero el cansancio era evidente en sus rostros.

Milo y Selina regresaron, cargando mochilas con explosivos improvisados, hechos con combustible de los generadores y fragmentos de acero. —¡Kiva, aquí están! —gritó Milo, jadeando—. Podemos sellar la brecha, pero necesitamos acercarnos.

Kiva, evaluando la situación, tomó una decisión arriesgada. —Milo, Selina, colocad los explosivos en la base de la brecha —dijo—. Cale y yo os cubriremos. Nara, Taran, mantened la línea superior. ¡Ahora!

El grupo se movió con sincronía. Milo y Selina, protegidos por los disparos de Kiva y Cale, corrieron hacia la brecha, esquivando garras y cenizas. Milo, con su fuerza, lanzó los explosivos a la base, mientras Selina activaba los detonadores, su rostro concentrado. —¡Listo! —gritó Selina, retrocediendo.

Kiva, disparando sin pausa, gritó: —¡Todos atrás! —El grupo se replegó, y Selina presionó el detonador. Una explosión rugió, el acero de la brecha colapsando en una nube de polvo y fuego, sellando el paso de los Umbríos. Las cenizas llovieron, y por un momento, el rugido de las criaturas se silenció.

Pero la victoria fue breve. Un nuevo rugido resonó desde el sector cinco, donde otro generador falló, oscureciendo las luces. Los Umbríos, como si percibieran la debilidad, redirigieron su ataque, sus sombras moviéndose como una marea viva.

—¡Rorik, necesitamos el submarino ya! —gritó Kiva por el comunicador, su voz desesperada mientras recargaba su rifle.

—Los motores están listos —respondió Rorik, su voz entrecortada—. Pero los Umbríos marítimos están cerca del muelle. ¡Traed la esfera y subid ahora!

El camino al submarino

Kiva, mirando a su grupo, supo que debían abandonar el muro o arriesgarse a perderlo todo. —¡Al muelle! —ordenó—. Nara, Taran, cubrid la retaguardia. Milo, Selina, conmigo y Cale. ¡Vamos!

El grupo, agotado pero unido, comenzó a replegarse, disparando mientras corrían hacia el astillero. Los isleños, liderados por Toren, mantenían el sector tres, sacrificándose para darles tiempo. Las luces ultravioletas parpadeaban, y los Umbríos, aprovechando cada sombra, los perseguían, sus garras rozando a los más lentos.

En el muelle, el submarino brillaba bajo las lámparas ultravioletas, su casco reforzado listo para el océano. Rorik, con los tripulantes, disparaba contra los Umbríos marítimos, cuyas formas serpentinas emergían del agua, retrocediendo ante las luces del astillero. La esfera, asegurada en un compartimento, aguardaba, su resplandor contenido un símbolo de esperanza.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.