- ¿Sigues estando furioso?
Kai, recostado en la pared del ascensor, lanzó una mirada iracunda a Yeonjun.
- No estoy furioso.
- Ah, sí lo estás.
Yeonjun hizo un gesto acusador a su hermanastro, luego dio un grito de dolor al sentir una fuerte punzada en el brazo.
Tenía todo el cuerpo dolorido por los violentos golpes que había recibido aquella tarde al caer tres pisos a través de unos suelos de madera podrida y aterrizar sobre un montón de chatarra. Hasta tenía los dedos magullados. Kai, que hacía muy poco que había dejado las muletas que había tenido que usar tras la pelea con Abbadon, tenía un aspecto comparable a lo mal que se sentía Yeonjun. Su rostro estaba cubierto de barro y los cabellos le colgaban en mechones lacios y sudorosos. Un largo corte le descendía por el borde de la mejilla.
- No lo estoy. - Insistió Kai, apretando los dientes. - Sólo porque tú dijeras que los demonios dragones estaban extintos...
- Dije que estaban extintos en su mayoría.
Kai le señaló con el dedo.
- Extintos en su mayoría. - Replicó con la voz temblándole de ira. - Es NO LO BASTANTE EXTINTOS.
- Entiendo. - Repuso Yeonjun. - Pues haré que cambien lo que pone en el libro de texto de demonología, de "casi extintos" a "no lo bastante extintos para Kai. Él prefiere sus monstruos realmente, realmente extintos". ¿Contento?
- Chicos, chicos. - Intervino Niki, que había estado examinándose el rostro en la pared de espejo del ascensor. - No os peleéis. - Se apartó del espejo con una sonrisa radiante. - Muy bien, hubo un poco más de acción de la que nos esperábamos, pero a mí me ha parecido divertido.
Kai lo miró y meneó la cabeza.
- ¿Cómo te las arreglas para no mancharte nunca de barro?
Niki se encogió de hombros con un gesto filosófico.
- Soy puro de corazón. Repele la mugre.
Yeonjun lanzó tal risotada que él lo miró con cara de pocos amigos.
El mayor agitó los dedos cubiertos de barro en su dirección. Las uñas eran medias lunas negras.
- Mugriento por dentro y por fuera.
Niki estaba a punto de replicar cuando el ascensor se detuvo con un chirrido de frenos.
- Ya es hora de hacer que arreglen esto. - Comentó mientras abría violentamente la puerta.
Yeonjun salió tras él al vestíbulo, con ganas ya de desprenderse de la armadura y las armas y darse una ducha caliente. Había convencido a sus hermanastros para que salieran de caza con él, a pesar de que ninguno de ellos se sentía totalmente a gusto saliendo solo ahora que Taeyeon ya no estaba ahí para darles instrucciones. Pero Yeonjun había deseado la inconsciencia de la lucha, la dura diversión de matar y la distracción de las heridas. Ellos le habían acompañado, arrastrándose por mugrientos túneles de metro abandonados hasta que encontraron al demonio dragonidae y lo mataron. Los tres trabajando juntos en perfecta sincronía, como siempre lo habían hecho.
Yeonjun se bajó la cremallera de la cazadora, se la sacó y la colgó de uno de los ganchos de la pared. Kai se había sentado en un banco bajo de madera junto a él, y estaba quitándose las botas cubiertas de barro mientras tarareaba desafinando por lo bajo para hacer saber a Yeonjun que en realidad no estaba tan molesto. Niki se quitaba las horquillas del cabello.
- Estoy hambriento. - Dijo. - Ojalá papá estuviera aquí para cocinarnos algo.
- Es mejor que no esté. - Repuso Yeonjun mientras se desabrochaba el cinturón de las armas. - Ya nos estaría chillando por cómo hemos dejado de sucias las alfombras.
- En eso tienes razón. - Dijo una voz fría. Yeonjun se volvió en redondo, con las manos aún en el cinturón, y vio a Kim Kibum en la entrada con los brazos cruzados.
Kibum llevaba un adusto traje negro de viaje, y el cabello rubio como el de Kai y Niki, le caía por la frente. Sus ojos, oscuros, pasaron raudos sobre los tres jóvenes como un reflector de rastreo.
- ¡Papá!
Niki, recuperando la compostura, corrió hacia su padre para abrazarlo. Kai se puso en pie y se unió a ellos, intentando ocultar su cojera.
Yeonjun permaneció donde estaba. Algo en los ojos de Kibum lo había dejado paralizado cuando su mirada había pasado sobre él. Lo que había dicho no era tan malo, ¿no? Siempre bromeaban sobre su obsesión por las alfombras antiguas...
- ¿Dónde está papá? - Preguntó Niki, apartándose de su padre. - ¿Y Taehyun?
Se produjo una pausa casi imperceptible.
- Taehyun está en su habitación. - Contestó finalmente Kibum. - Y vuestro padre, por desgracia, sigue en Alacante. Había cierto asunto allí que requería su atención.
Kai, por lo general más sensible a los estados de ánimo que su hermano, pareció vacilar.
- ¿Todo bien?
- Yo sí que podría preguntarte eso. - El tono de su padre era seco. - ¿Cojeas?
- Bueno...
Kai mentía fatal, así que Niki acudió en su rescate, sin alterarse.
- Hemos tenido un pequeño roce con un demonio dragonidae en los túneles del metro. Pero no ha sido nada.
- ¿Y supongo que el Demonio Mayor con el que os enfrentasteis la semana pasada tampoco fue nada?
Incluso Niki calló ante aquello. Miró a Yeonjun, quien deseó que no lo hubiese hecho.
- Eso no estaba planeado. - Contestó este.
Yeonjun estaba teniendo problemas para concentrarse. Kibum no le había saludado aún, no le había dicho "hola" siquiera, pero seguía mirándole con ojos que eran como dagas. Empezó a notar una sensación de vacío en la boca del estómago, que se iba intensificando. Él jamás le había mirado de ese modo antes, hubiese hecho lo que hubiese hecho.
- Fue un error...
- ¡Yeonjun!
Taehyun, el más joven de los Kim, se coló por el lado de Kibum y entró como una exhalación en la sala, esquivando la mano de su padre, que intentaba agarrarle.
- ¡Has vuelto! Todos habéis vuelto. - Giró sobre sí mismo, sonriendo triunfal a Kai y a Niki. - Me había parecido oír el ascensor.