Cazadores de Sombras: Ciudad de Ceniza (yeongyu)

02: La luna del cazador

Hyunjin nunca había confiado en los chicos guapos, motivo por el que odió a Jung Yeonjun la primera vez que puso los ojos en él. 

Su hermana melliza, Yeji, había nacido con la piel clara y los ojos oscuros de su madre, y había resultado ser la clase de persona que pega fuego a las alas de las mariposas para contemplar cómo arden y mueren mientras vuelan. También lo había atormentado a él, de modos pequeños y nimios al principio, pellizcándolo allí donde los moretones no se verían, cambiando el shampoo de su botella por lejía. Él había acudido a sus padres, pero no le habían creído. Nadie lo habría hecho, mirando a Yeji; habían confundido la belleza con la inocencia y la bondad. Cuando le rompió el brazo en noveno, él huyó de casa, pero sus padres lo llevaron de vuelta. En décimo, a Yeji la atropelló un conductor que la mató en el acto y se dio a la fuga. Al lado de sus padres junto a la tumba, Hyunjin se había sentido avergonzado por el abrumador alivio que sentía. Dios, se dijo, seguro lo castigaría por alegrarse de que su hermana hubiese muerto. 

Al año siguiente, él lo hizo. Hyunjin conoció a Bangchan. Cabello corto y oscuro, cuerpo de gimnasio en unos vaqueros desgastados, camisetas de rockero indie y sonrisa perfecta. Jamás se le ocurrió que fuera a interesarse por él; los de su tipo, por lo general, preferían a los chicos y chicas populares, pero a él pareció gustarle su introversión. Entre un beso y otro le dijo que era hermoso. Los primeros meses fueron como un sueño; los últimos como una pesadilla. Se volvió posesivo, dominante. Cuando se enojaba con él, gruñía y le soltaba un guantazo en la mejilla con el dorso de la mano, dejándole una marca como si tuviera colorete. Cuando intentó romper con él, lo empujó y lo tiró al suelo en su propio patio delantero, antes de que él corriera adentro y cerrara la puerta de un golpe. 

Más tarde, Hyunjin hizo que lo viera besando a otro chico, sólo para que quedara claro que todo había terminado entre ellos. Ya ni siquiera recordaba el nombre de aquel chico. Lo que sí recordaba era ir andando a casa aquella noche, con la lluvia cubriéndole los cabellos de delicadas gotitas, y el barro salpicándole las perneras de los pantalones, mientras atajaba por el parque cercano a su casa. Recordaba a la figura oscura que había salido como una exhalación de detrás del tiovivo de metal, el enorme y húmedo cuerpo del lobo derribándolo sobre el barro, el salvaje dolor mientras aquellas mandíbulas se le cerraban sobre la garganta. Había chillado y forcejeado, con el sabor de su propia sangre en la boca, y el cerebro aullando: "Esto es imposible. Imposible." No había lobos en su vecindario, no en el siglo XXI. 

Los gritos hicieron que aparecieran luces en las casas cercanas, encendiéndose una tras otra igual que cerillas. El lobo lo soltó, y de las fauces le colgaban hilos de sangre y carne desgarrada. 

Veinticuatro puntos de sutura más tarde, Hyunjin estaba de vuelta en su dormitorio blanco y negro, con su madre revoloteando a su alrededor ansiosamente. El doctor de urgencias había dicho que el mordisco parecía el de un perro grande, pero Hyunjin sabía bien lo que era. Antes de que el lobo se hubiera vuelto para huir, había oído a una ardiente y familiar voz que le susurraba al oído. 

- Ahora eres mío. Siempre serás mío.

Nunca volvió a ver a Bangchan; él y sus padres habían desmontado su piso y se habían mudado. Ninguno de sus amigos sabía o quiso admitir que sabía a dónde se habían ido. Sólo se sorprendió a medias la siguiente luna llena, cuando empezaron los dolores: dolores desgarradores que le recorrieron las piernas de arriba abajo, obligándolo a caer al suelo, y le doblaron la columna vertebral como un mago doblaría una cuchara. Cuando los dientes se le cayeron de golpe de las encías y tintinearon contra el suelo como canicas derramadas, se desmayó. O creyó que lo había hecho. Despertó a kilómetros de distancia de su casa, desnudo y cubierto de sangre, con la cicatriz del brazo palpitando como un corazón. Aquella noche saltó al tren que iba a Seúl. No fue una decisión difícil, si su ciudad ya era bastante mala, a saber qué le harían a un hombre lobo. 

No le resultó complicado encontrar una manada a la cual unirse. Había varias de ellas sólo en Itaewon. Acabó con la manada del centro, los que dormían en la vieja comisaría del barrio.

Los líderes de las manadas podían cambiar. Primero había sido Kito, luego Kazuha, luego Gwen y ahora Minho. Le había gustado mucho Gwen, pero Minho era mejor. Tenía un aspecto que inspiraba confianza y unos afectuosos ojos marrones; tampoco era demasiado apuesto para su gusto, así que no le disgustó ya de entrada. Hyunjin se sentía muy a gusto allí con la manada, durmiendo en la vieja comisaría y jugando a cartas, comiendo comida china las noches que la luna no estaba llena y cazando por el parque cuando sí lo estaba, y luego bebiendo, para eliminar la resaca del Cambio, en la Luna del Cazador, uno de los mejores bares clandestinos para hombres lobo. Había cerveza a raudales, y nadie te pedía nunca el carnet para ver si tenías menos de 21 años. Ser un licántropo te hacía crecer de prisa, y mientras te salieran pelos y colmillos una vez al mes, no había incoveniente para que bebieras en La Luna, tuvieras la edad que tuvieras en años mundanos. 

Últimamente, ya apenas pensaba en su familia, pero cuando el chico castaño del abrigo largo negro entró todo digno en el bar, Hyunjin se quedó rígido. No se parecía a Yeji, no exactamente; Pero tenían el mismo porte; el mismo modo de andar, como una pantera en busca de presa, y la misma total seguridad en la propia atracción. Apretó la mano convulsivamente alrededor de la copa y tuvo que recordarse: "Es un chico. Yeji está muerta".

Tras la llegada del muchacho, un torrente de murmullos recorrió rápidamente el bar, como la espuma de una ola salpicando desde la popa de un barco. El muchacho hizo como si no notara nada, arrastró hacia sí un taburete de la barra con un pie calzado con una bota y se acomodó en él con los codos sobre la barra. En el silencio que siguió a los murmullos, Hyunjin le oyó pedir malta sin mezclar y le vio engullir la mitad de la copa con un diestro movimiento de muñeca. Cuando alzó la mano para dejar el vaso sobre la barra, Hyunjin vio las gruesas Marcas negras enroscadas de las muñecas y el dorso de las manos.



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En el texto hay: lgbt, txt, yeongyu

Editado: 30.01.2023

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