Cazadores de Sombras: Ciudad de Cristal (yeongyu)

Capítulo 3: Goeun

Entrada la tarde, Minho y Beomgyu habían dejado ya el lago muy atrás y caminaban por lo que parecían interminables extensiones de pastos altos. Aquí y allá se alzaba una suave elevación hasta convertirse en una colina coronada de rocas negras. Beomgyu estaba agotado de tanto subir y bajar colinas, una tras otra, dando traspiés con las botas resbalando en la hierba húmeda como si se tratase de mármol engrasado. Cuando por fin dejaron atrás los campos y llegaron a una estrecha carretera de tierra, las manos le sangraban y estaban completamente manchadas de hierba.

Minho caminaba muy rígido por delante de él con zancadas decididas. De vez en cuando le señalaba cosas de interés con voz sombría, como si fuese el guía turístico más deprimido del mundo. 

- Acabamos de cruzar la llanura Brocelind. - Dijo mientras ascendían una colina y veían una enmarañada extensión de árboles oscuros que se alargaba a lo lejos en dirección al oeste, donde el sol flotaba bajo en el cielo. - Esto es el bosque. Los bosques acostumbraban a cubrir la mayor parte de las tierras bajas del país. Gran parte de ellos se talaron para dejar espacio a la ciudad... y para echar las manadas de lobos y los nidos de vampiros que tendían a aparecer por allí. El bosque Brocelind siempre ha sido un escondite de subterráneos.

Siguieron avanzando penosamente en silencio mientras la carretera describía una curva junto al bosque durante varios kilómetros antes de girar bruscamente. Los árboles parecieron disiparse a medida que una cordillera se alzaba por encima de ellos, y Beomgyu pestañeó cuando doblaron un recodo de una colina alta; a menos que los ojos lo engañaran, había casas allí abajo. Pequeñas hileras blancas de casas, ordenadas como si fuese un pueblecito de juguete. 

- ¡Hemos llegado! - Exclamó, y se abalanzó al frente, deteniéndose tan sólo al advertir que Minho ya no iba a su lado.

Se volvió y le vio de pie en mitad de la polvorienta carretera, meneando la cabeza. 

- No. - Dijo, avanzando hasta alcanzarlo. - Eso no es la ciudad.

- ¿Entonces es un pueblo? Dijiste que no había ninguna ciudad cerca de aquí...

- Es un cementerio. Es la Ciudad de Hueso de Alacante. ¿Creías que la Ciudad de Hueso era la única última morada que teníamos? - Sonó entristecido. - Esto es la necrópolis, el lugar donde enterramos a aquellos que mueren en Idris. Ahora la verás. Tenemos que atravesarla para llegar a Alacante.

Beomgyu no había estado en un cementerio desde la noche en que Jake había muerto, y el recuerdo le produjo un escalofrío que lo heló hasta los huesos mientras recorría los estrechos senderos que se abrían paso por entre los mausoleos como una cinta blanca. Alguien cuidaba del lugar: el mármol relucía como si lo acabasen de fregar, y la hierba estaba cortada uniformemente. Había ramos de flores blancas colocados aquí y allá sobre las tumbas; en un principio creyó que eran azucenas, pero tenían un perfume aromático y desconocido que le hizo preguntarse si serían autóctonas de Idris. Cada tumba parecía una casa pequeña; algunas incluso tenían verjas de metal o alambre, y sobre las puertas estaban grabados los nombres de familias de cazadores de sombras. Se detuvo ante uno: CHOI. 

Se volvió para mirar a Minho.

- Ese era el nombre del Inquisidor.

- Es la tumba de su familia. Mira.

Señaló con el dedo. Junto a la puerta había letras blancas talladas en el mármol gris. Eran nombres. CHOI MISUK. CHOI MINJOON. CHOI TAEHYUNG. Los tres habían muerto el mismo año. A pesar de lo mucho que había odiado al Inquisidor, Beomgyu sintió que algo se retorcía en su interior, una compasión que no podía evitar. Perder a sus padres y a su hermano, en tan poco tiempo... había tres palabras en latín bajo el nombre de Taehyung. "AVE ATQUE VALE". 

- ¿Qué significa? - Preguntó, volviéndose hacia Minho.

- Significa "Salve y adiós". Es de un poema de Catulo, y los nefilim lo dicen durante los funerales, o cuando alguien muere en combate. Ahora vámonos; es mejor no pensar demasiado en estas cosas, Beomgyu. - Minho lo sujetó por el hombro y lo apartó con suavidad de la tumba.

Quizás él tenía razón, se dijo Beomgyu. Quizás era mejor no pensar demasiado en la muerte y en morir justo en aquel momento. Mantuvo apartada la mirada mientras salían de la necrópolis. Habían cruzado casi las puertas de hierro del otro extremo cuando distinguió un mausoleo más pequeño, que se erguía igual que un hongo blanco a la sombra de un roble frondoso. El nombre sobre la puerta llamó su atención como si hubiese estado escrito con luces.

LEE.

- Gyu...

Minho alargó la mano para cogerlo, pero él ya había marchado. Con un suspiro lo siguió al interior de la sombra del árbol, donde él se quedó de pie, paralizado, leyendo los nombres de los abuelos y bisabuelos que jamás había sabido que tenía. Y debajo de todos aquellos nombres: "LEE TAEMIN". 

Una oleada de frío recorrió a Beomgyu. Ver el nombre de su madre allí era como regresar a las pesadillas que tenía en ocasiones en las que estaba en el funeral de su madre y nadie quería decirle qué había sucedido o cómo había muerto. 

- Pero él no está muerto. - Dijo, alzando los ojos hacia Minho. - Él no está...

- La Clave no lo sabía. - Le respondió él con suavidad.

Beomgyu lanzó una exclamación ahogada. Ya no podía oír la voz de Minho o verle de pie frente a él. Ante él se alzaba una ladera irregular, con lápidas que sobresalían de la tierra igual que huesos partidos. Una lápida negra se alzaba imponente frente a él, con letras talladas de modo irregular en la superficie: "LEE BEOMGYU" y dos fechas. Bajo las palabras había un tosco dibujo infantil de una calavera con enormes cuencas vacías. Beomgyu retrocedió tambaleante con un chillido.

Minho lo agarró por los hombros.

- Beomgyu, ¿qué sucede? ¿Qué te pasa?

Él señaló.

- Ahí... mira...

Pero había desaparecido. La hierba se extendía hacia el horizonte frente a él, verde y uniforme, y los blancos mausoleos pulcros y sencillos permanecían en sus ordenadas filas. 




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