Cazadores de Sombras: Ciudad de Cristal (yeongyu)

Capítulo 19: Peniel

Hyunjin permaneció callado la mayor parte del camino hacia el bosque, manteniendo la cabeza gacha y echando ojeadas a un lado y a otro de vez en cuando con la nariz arrugada por la concentración. Jake se preguntó si olfateaba el camino que debían seguir, y decidió que aunque eso podría parecer un poco raro, desde luego resultaba un talento útil. También descubrió que no tenía que apresurar el paso para mantenerse a su altura, sin importar lo de prisa que él se moviera. Incluso cuando alcanzaron el especialmente frecuentado sendero que conducía al interior del bosque y Hyunjin empezó a correr -veloz, en silencio y manteniéndose muy agachado sobre el suelo-, él no tuvo problemas para igualar su paso. Era una consecuencia de ser vampiro que podía admitir honestamente que le gustaba. 

El sendero finalizó demasiado pronto; el bosque se espesó y se hallaron corriendo entre los árboles, sobre terreno removido y repleto de raíces cubierto por una espesa capa de hojas muertas. Las ramas de lo alto creaban dibujos que recordaban encajes al recortarse en el firmamento iluminado por las estrellas. Salieron de los árboles a un claro salpicado de enormes peñascos que relucían como blancos dientes cuadrados. Había montones de hojas apiladas aquí y allí, como si alguien hubiese pasado por el lugar con un rastrillo gigante. 

- ¡Yongsun! - Hyunjin hizo bocina con las manos y gritó con una voz lo bastante potente como para espantar a las aves de las copas de los árboles sobre sus cabezas. - ¡Yongsun, muéstrate!

Silencio. Entonces las sombras susurraron; sonó un suave tamborileo, igual que lluvia golpeando un tejado de zinc. Las hojas amontonadas en el suelo salieron volando por los aires como ciclones diminutos. Jake oyó toser a Hyunjin; este tenía las manos alzadas, como para apartar hojas de su rostro y de sus ojos. 

Tan repentinamente como se había alzado, el viento amainó. Yongsun estaba allí de pie, apenas a unos pocos metros de Jake. A su alrededor había un grupo de vampiros, pálidos e inmóviles como árboles a la luz de la luna. Sus expresiones eran frías, desprovistas de todo lo que no fuera una total hostilidad. Reconoció a algunos de ellos del hotel Dumort: la menuda Yuna y el delgado Mark, con la mirada tan afilada como cuchillos. Pero a muchos otros de ellos no los había visto nunca antes. 

Yongsun se adelantó. Tenía la piel cetrina y los ojos rodeados por una negra sombra, pero sonrió al ver a Jake. 

- Vampiro diurno. - Musitó. - Has venido. 

- He venido. - Dijo Jake. - Estoy aquí, así que... se acabó.

- Nada ha acabado, vampiro diurno.  - Yongsun miró en dirección a Hyunjin. - Licántropo... - Dijo. - Regresa junto al líder de tu manada y dale las gracias por cambiar de idea. Dile que los Hijos de la Noche pelearán junto a su gente en la llanura Brocelind. 

El rostro de Hyunjin estaba tenso. 

- Minho no cambió... 

Jake lo interrumpió a toda prisa.

- Todo va bien, Hyunjin. Vete. 

Los ojos del muchacho se veían luminosos y entristecidos. 

- Jake, piensa. - Dijo. - No tienes que hacerlo.

- Sí, tengo que hacerlo. - Su tono era firme. - Hyunjin, muchísimas gracias por traerme aquí. Ahora vete. 

- Jake...

Él bajó la voz. 

- Si no te vas, nos matarán a ambos, y todo esto habrá sido por nada. Vete. Por favor. 

Él asintió y dio media vuelta, cambiando mientras se volvía, de modo que un momento antes era un menudo joven humano, y al siguiente ya golpeaba el suelo corriendo a cuatro patas como un lobo veloz y silencioso. Abandonó como una exhalación el claro y desapareció en las sombras. 

Jake se volvió de nuevo hacia los vampiros... y casi suelta un grito; Yongsun estaba de pie justo frente a él, a centímetros de distancia. Vista de cerca, su piel mostraba los reveladores trazos del hambre. Jake recordó aquella noche en el hotel Dumort -rostros surgiendo de las sombras, carcajadas fugaces, el olor de la sangre- y se estremeció. 

Yongsun alargó los brazos hacia Jake y lo agarró por los hombros; sus manos engañosamente menudas lo sujetaban como tenazas de hierro. 

- Gira la cabeza... - Dijo. - Y mira las estrellas; será más fácil así. 

- Así que vas a matarme. - Dijo Jake.

Ante su sorpresa, no se sentía asustado, ni siquiera particularmente nervioso; todo parecía haberse ralentizado hasta adquirir una claridad perfecta. Era consciente de cada hoja en las ramas sobre su cabeza, de cada guijarro diminuto del suelo, de cada par de ojos puestos en él. 

- ¿Qué creías? - Dijo Yongsun; con cierta tristeza, pensó Jake. - No es nada personal, te lo aseguro. Como dije antes... eres demasiado peligroso para que se te permita seguir tal y como eres. De haber sabido en lo que te convertirías...

- Jamás me habrías dejado arrastrarme fuera de aquella sepultura, lo sé. - Repuso Jake.

Yongsun cruzó la mirada con él.

- Todo el mundo hace lo que debe para sobrevivir. En ese aspecto incluso nosotros somos iguales a los humanos. - Los dientes afilados como agujas resbalaron fuera de sus fundas como delicadas cuchillas. - Quédate quieto. - Dijo. - Esto será rápido. - Se inclinó hacia el muchacho. 

- Espera. - Dijo Jake, y cuando Yongsun se echó atrás con una mueca de desagrado, volvió a decirlo, con más energía: - Espera. Hay algo que tengo que mostrarte. 

Yongsun emitió un quedo siseo.

- Será mejor que pretendas algo más que intentar demorarme, vampiro diurno. 

- Lo hago. Hay algo que pensé que deberías ver.

Jake alzó la mano y se apartó los cabellos de la frente. Pareció un gesto estúpido, teatral incluso, pero al hacerlo, vio el blanco rostro desesperado de Beomgyu mientras alzaba la vista hacia él, con la estela en la mano, y pensó: "bueno, por él, al menos lo he intentado".

El efecto sobre Yongsun fue a la vez sorprendente e instantáneo. Retrocedió violentamente como si Jake hubiese blandido un crucifijo ante ella, abriendo los ojos de hito en hito.




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