Cazadores de Sombras: Ciudad de Hueso (adaptación Yeongyu)

08: El arma preferida

Estaba demasiado sorprendido para gritar. La sensación de caer era lo peor; el corazón se le subió a la garganta y el estómago se le revolvió. Lanzó las manos al frente, intentando atrapar algo, cualquier cosa que pudiera disminuir la velocidad de su descenso. 

Sus manos se cerraron sobre ramas y fueron arrancando hojas. Se golpeó ruidosamente contra el suelo, con fuerza, la cadera y el hombro chocando contra tierra apisonada. Rodó sobre sí mismo, inspirando aire de nuevo. Empezaba a sentarse en el suelo cuando alguien le aterrizó encima. 

Se vio derribado hacia atrás. Una frente golpeó la suya, las rodillas le chocaron contra las de otra persona. Enredado en brazos y piernas, Beomgyu expulsó cabellos (no los suyos) por la boca e intentó zafarse de debajo de un peso que parecía estar aplastándolo. 

- ¡Ay! - Dijo Yeonjun en su oído, en tono indignado. - Me has dado un codazo. 

- Bueno, tú has caído sobre mí.

Él se alzó sobre los brazos y lo miró plácidamente. Beomgyu vio el cielo azul por encima de su cabeza, un trozo de rama de árbol y la esquina de una casa de tablas grises de madera. 

- Bueno, no me has dejado demasiadas opciones, ¿verdad? - Inquirió él. - No después de que decidieras saltar alegremente a través de ese portal como si saltaras de un tren. Desde luego tienes suerte de que no nos arrojara al interior del Río Han. 

- No tenías que venir tras de mí. 

- Sí que tenía. - Repuso él. - Eres demasiado inexperto para protegerte en una situación hostil sin mí. 

- Que detalle. Quizá te perdonaré.

- ¿Perdonarme? ¿Por qué?

- Por decirme que me callara cuando vi la puerta en la pared.

Los ojos del mayor se entrecerraron. 

- Yo no... bueno, sí lo hice, pero estabas...

- No importa.

El brazo, inmovilizado bajo la espalda, empezaba a hormiguearle. Al rodar lateralmente para liberarlo, vio la hierba marrón de un césped seco, una valla de tela metálica y más superficie de la casa de tablas grises, que ahora le resultaba angustiosamente familiar. 

Se quedó paralizado.

- Sé dónde estamos.

Yeonjun dejó de farfullar.

- ¿Qué?

- Esta es la casa de Minho. 

Beomgyu se incorporó hasta sentarse, arrojando a Yeonjun a un lado. Este rodó con agilidad hasta ponerse en pie y le tendió una mano para ayudarlo a levantarse. Él hizo como si no existiera y se puso en pie apresuradamente, agitando el brazo entumecido.

Estaban frente a una pequeña casa gris adosada, colocada entre otras casas adosadas. Soplaba una brisa procedente del río Han que balanceaba un pequeño letrero que había sobre los peldaños de ladrillo de la entrada. Beomgyu contempló a Yeonjun mientras este leía en voz alta las palabras en letra de imprenta: "Libros Choi, en buen estado, nuevos, usados y descatalogados. Sábados cerrado". El mayor echó una ojeada a la oscura puerta principal, con el pomo asegurado por un grueso candado. El correo de unos cuantos días descansaba sobre el felpudo, sin tocar. Dirigió una rápida mirada a Beomgyu. 

- ¿Vive en una librería?

- Vive detrás de la tienda. 

El menor miró a un lado y a otro de la calle vacía.

- Yeonjun, ¿cómo hemos llegado aquí?

- A través del Portal. - Respondió él, examinando el candado. - Te lleva a cualquier lugar en el que estés pensando. 

- Pero yo no estaba pensando en este lugar. - Objetó Beomgyu. - No pensaba en ningún sitio. 

- Debes de haberlo hecho. - Abandonó el tema con aparente indiferencia. - Bien, puesto que estamos aquí...

- ¿Sí?

- ¿Qué quieres hacer?

- Marcharme, supongo. - Contestó él con amargura. - Minho me dijo que no viniera aquí.

Yeonjun meneó la cabeza.

- ¿Y tú simplemente aceptas eso?

Beomgyu se abrazó a sí mismo. A pesar del calor diurno que empezaba a disiparse, sentía frío. 

- ¿Tengo elección?

- Siempre tenemos elecciones. - Repuso Yeonjun. - Si estuviera en tu lugar, ahora mismo sentiría muchísima curiosidad por Minho. ¿Tienes las llaves de la casa?

Beomgyu negó con la cabeza.

- No, pero a veces deja la puerta trasera abierta.

Señaló el estrecho callejón entre la casa de Minho y la siguiente. 

Había cubos de basura de plástico colocados en una pulcra hilera junto a montones de periódicos doblados y una cuba de plástico de botellas de soda vacías. Al menos, Minho seguía siendo un reciclador responsable.

- ¿Estás seguro de que no está en casa? - Preguntó Yeonjun. 

Él hechó un vistazo al bordillo vacío.

- Bueno, su camioneta no está, la tienda está cerrada y todas las luces están apagadas. Yo diría que probablemente no.

- Entonces, tú primero.

El estrecho pasillo entre las casas finalizaba en una alta valla de tela metálica, que circundaba el pequeño jardín trasero de Minho, en el que las únicas plantas que crecían bien parecían ser los hierbajos que habían brotado entre las losas, resquebrajándolas en fragmentos polvorientos. 

- Arriba y al otro lado. - Dijo Yeonjun, incrustando la punta de la bota en una abertura en la valla.

Empezó a trepar. La valla traqueteó tan fuerte que Beomgyu echó nerviosas ojeadas a su alrededor, pero no había luces encendidas en la casa de los vecinos. Yeonjun pasó por encima de la valla y saltó al otro lado, aterrizando en los matorrales con el acompañamiento de un alarido ensordecedor. 

Por un momento, Beomgyu pensó que debía de haber aterrizado sobre un gato vagabundo. Oyó como Yeonjun gritaba sorprendido al mismo tiempo que caía de espaldas. Una sombra oscura y excesivamente grande para ser felina salió como una exhalación de las matas y corrió atravesando el patio, manteniéndose agachada. Incorporándose a toda prisa, Yeonjun corrió veloz tras ella, con expresión asesina. 

Beomgyu empezó a subir. Al pasar la pierna por encima de la alambrada, los vaqueros de Niki se engancharon en un trozo retorcido de alambre y se desgarraron por un lado. Beomgyu se dejó caer al suelo justo en el momento en que Yeonjun gritaba triunfal. 




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