Cazadores de Sombras: Ciudad de Hueso (adaptación Yeongyu)

18: La copa mortal

Yeonjun estaba tumbado en su cama fingiendo estar dormido -por su propio bien, no el de nadie más- cuando los golpes en la puerta finalmente fueron demasiado para él. Se arrastró fuera de la cama, haciendo una mueca de dolor. A pesar de lo mucho que había fingido encontrarse perfectamente arriba en el invernadero, todo el cuerpo le seguía doliendo debido a los golpes recibidos la noche anterior. 

Sabía quién iba a ser antes de abrir la puerta. A lo mejor Jake se las había apañado para que volvieran a convertirle en rata. En esta ocasión, Jake podría seguir siendo una maldita rata para siempre, si ello dependía de lo que él, Jung Yeonjun, pensaba hacer al respecto. 

Beomgyu aferraba su bloc de bocetos, con el cabello un poco desordenado. Se apoyó en el marco de la puerta, haciendo caso omiso del subidón de adrenalina que la visión del chico le produjo. Se preguntó por qué, y no por primera vez. Niki usaba su belleza como usaba su látigo, pero Beomgyu no sabía que era hermoso. A lo mejor ese era el motivo. 

No se le ocurrió más que una razón para que él estuviera allí, aunque no sentía sentido después de lo que le había dicho. Las palabras eran armas, su padre se lo había enseñado, y él había querido herir a Beomgyu más de lo que nunca había querido herir a ninguna persona con la que hubiera salido antes. De hecho, no estaba seguro de que hubiera querido hacer daño a alguna de esas personas antes. Por lo general se limitaba a desearlas, y luego a desear que le dejaran tranquilo. 

- No me digas. - Empezó, arrastrando las palabras de aquel modo que Beomgyu odiaba. - Jake se ha convertido en un ocelote, y tú quieres que yo haga algo antes de que Niki lo convierta en una estola. Bueno, pues tendrás que esperar a mañana. Estoy fuera de servicio. - Se señaló a sí mismo; llevaba un pijama azul con un agujero en la manga. - Mira. Pijama.

Beomgyu apenas pareció haberle oído. Reparó en que sujetaba con fuerza algo en las manos: su cuaderno de dibujo. 

- Yeonjun. - Dijo él. - Esto es importante.

- No me digas. - Replicó. - Tienes una emergencia relacionada con dibujos. Necesitas un modelo que pose desnudo. Bien, no estoy de humor. Podrías preguntarle a Taeyeon. - Añadió, como si se le acabara de ocurrir. - He oído que haría cualquier cosa por...

- ¡YEONJUN! - Le interrumpió él, la voz elevándose hasta convertirse en un grito. - LIMÍTATE A CALLAR POR UN SEGUNDO Y A ESCUCHAR, ¿QUIERES?

Yeonjun pestañeó.

Beomgyu aspiró profundamente y alzó los ojos hacia él, ojos que estaban llenos de incertidumbre. Un impulso desconocido se alzó dentro de Yeonjun: el impulso de rodearlo con los brazos y decirle que todo iba bien. No lo hizo. Por lo que él sabía, las cosas raras veces iban bien.

- Yeonjun... - Insistió Beomgyu, en voz tan queda que él tuvo que inclinarse para captar las palabras. - Creo que sé dónde escondió mi padre la Copa Mortal. Está dentro de un cuadro.

***

- ¿Qué? 

Yeonjun seguía mirándolo atónito como si le hubiese dicho que había encontrado a uno de los Hermanos Silenciosos haciendo volatines desnudo en el pasillo. 

- ¿Quieres decir que la ocultó detrás de un cuadro? Todas las pinturas de tu apartamento las arrancaron de los marcos.

- Lo sé.

Beomgyu echó una mirada más allá de él al interior del dormitorio. 

No parecía que hubiera nadie más allí dentro, observó con gran alivio por su parte.

- Oye, ¿puedo entrar? Quiero mostrarte algo.

Él se despegó de la puerta.

- Si es necesario.

Beomgyu se sentó en la cama, sosteniendo en equilibrio el cuaderno de dibujo sobre las rodillas. La ropa que Yeonjun había llevado antes estaba tirada sobre el cobertor, pero el resto de la habitación estaba ordenada y pulcra como la celda de un monje. No había cuadros en las paredes, ni pósters, ni fotos de amigos o familia. Las mantas eran blancas y colocadas muy tirantes y planas sobre la cama. No era exactamente el típico dormitorio de un adolescente. 

- Aquí. - Dijo, pasando las hojas hasta que encontró el dibujo de la taza de café. - Mira esto.

Yeonjun se sentó a su lado, arrojando la camiseta sucia fuera de la cama.

- Es una taza de café.

Beomgyu notó la irritación de su propia voz.

- Ya sé que es una taza de café.

- Me muero de ganas por que dibujes algo realmente complicado, como el puente de Brooklyn o una langosta. Probablemente me enviarás un telegrama cantando.

Beomgyu hizo como si no le oyera.

- Mira. Esto es lo que quería que vieras.

Pasó la mano sobre el dibujo; luego, con un rápido movimiento, la introdujo dentro del papel. Cuando sacó la mano al cabo de un momento, allí estaba la taza de café, balanceándose en sus dedos. 

Había imaginado a Yeonjun saltando de la cama asombrado y jadeando algo parecido a "¡Pardiez!". Pero eso no sucedió, en buena parte, sospechó, porque Yeonjun había visto cosas mucho más extrañas en su vida, y también porque nadie usaba ya la palabra "¡Pardiez!". Con todo, los ojos del joven se abrieron de par en par. 

- ¿Tú has hecho eso?

Beomgyu asintió.

- ¿Cuándo?

- Justo ahora, en mi dormitorio, después... después de que Jake se marchara.

La mirada de Yeonjun se agudizó, pero no siguió con el tema.

- ¿Has usado runas? ¿Cuáles?

Él sacudió la cabeza negativamente, toqueteando la página ahora en blanco. 

- No lo sé. Me vinieron a la cabeza y las dibujé exactamente como las vi.

- ¿Unas que viste antes en el Libro Gris?

- No lo sé. - Seguía negando con la cabeza. - No podría decirte.

- ¿Y nadie te enseñó nunca cómo hacer esto? ¿Tu padre, por ejemplo?

- No. Ya te lo dije antes, mi padre siempre me dijo que no existía algo como la magia...

- Apuesto a que sí te enseñó. - Interrumpió él. - E hizo que lo olvidaras luego. Soobin sí dijo que tus recuerdos regresarían poco a poco.




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