Cazadores de Sombras: Ciudad de Hueso (adaptación Yeongyu)

19: Abbadon

Beomgyu no estaba seguro de qué había esperado; exclamaciones de placer, tal vez algunos aplausos. En su lugar hubo silencio, roto sólo por Yeonjun: 

- En cierto modo, pensaba que sería más grande. - Comentó este.

Beomgyu contempló la Copa que tenía en la mano. Era del tamaño de una copa de vino corriente, sólo que mucho más pesada. El poder latía en ella, como sangre corriendo por las venas. 

- Es un tamaño perfecto. - Replicó Beomgyu con indignación.

- Ah, es grande desde luego. - Repuso él en tono condescendiente. - Pero de algún modo esperaba algo... ya sabes.

Gesticuló con las manos, indicando algo aproximadamente del tamaño de un gato doméstico. 

- Es la Copa Mortal, Yeonjun, no la Taza del Inodoro Mortal. - Se burló Niki. - ¿Hemos acabado ya? ¿Podemos marcharnos?

Jisoo tenía la cabeza ladeada, los ojillos brillantes e interesados. 

- ¡Pero está dañada! - Exclamó. - ¿Cómo ha pasado?

- ¿Dañada?

Beomgyu miró la Copa con perplejidad. A él le parecía que estaba perfectamente. 

- Aquí. - Insistió la bruja. - Deja que te lo muestre.

Y la mujer dio un paso hacia Beomgyu, alargando las manos de uñas rojas para coger la Copa. Beomgyu, sin saber el motivo, se echó hacia atrás. De improviso, Yeonjun estaba entre ellos, con la mano flotando cerca de la espada que llevaba sujeta a la cadera. 

- Sin ánimo de ofender... - Dijo con tranquilidad. - Pero nadie toca la Copa Mortal excepto nosotros.

Jisoo le miró por un momento, y aquella misma extraña vacuidad regresó a sus ojos. 

- Veamos. - Comenzó. - No nos precipitemos. Jinki se disgustaría si algo fuera a sucederle a la Copa.

Con un suave sonido metálico, la espada que Yeonjun llevaba a la cintura quedó libre y la punta se detuvo en el aire justo debajo de la barbilla de la mujer. La mirada de Yeonjun era firme. 

- No sé de qué trata todo esto... - Indicó. - Pero nos vamos.

Los ojos de la mujer brillaron.

- Por supuesto, cazador de sombras. - Dijo, retrocediendo hasta la pared cubierta por la cortina. - ¿Te gustaría usar el Portal?

La punta de la espada de Yeonjun vaciló mientras él se quedaba mirando en momentánea confusión. Entonces Beomgyu vio que se le tensaba la mandíbula. 

- No toque esa...

Jisoo lanzó una risita, y como un rayo tiró hacia abajo de las cortinas que colgaban a lo largo de la pared. Estas cayeron con un sonido blando. El Portal situado detrás estaba abierto. 

Beomgyu oyó que Kai, detrás de él, aspiraba violentamente. 

 - ¿Qué es eso?

Beomgyu había llegado a atisbar lo que resultaba visible a través de la puerta -turbulentas nubes rojas atravesadas por negros relámpagos, y una terrible y veloz forma oscura que se dirigía como una exhalación hacia ellos- cuando Yeonjun les gritó que se agacharan. El muchacho se dejó caer al suelo, derribando a Beomgyu con él. Tumbado sobre el estómago en la alfombra, el chico alzó la cabeza a tiempo de ver cómo la veloz forma oscura golpeaba a Kim Jisoo, que chilló, alzando los brazos. En lugar de tirarla al suelo, la cosa oscura la envolvió como una mortaja y su oscuridad pareció filtrarse dentro de ella igual que tinta penetrando en un papel. La espalda de la mujer se encorvó monstruosamente y toda su figura se alargó a medida que se alzaba más y más en el aire, su forma estirándose y reformándose. Un agudo tintineo de objetos golpeando el suelo hizo que Beomgyu mirara hacia allí: eran los brazaletes de Jisoo, retorcidos y rotos. Desparramadas por entre las joyas había lo que parecían pequeñas piedras blancas, y Beomgyu tardó un momento en darse cuenta de que eran dientes. 

Junto a él, Yeonjun murmuró algo. Sonó como una exclamación de incredulidad. Cerca de él, oyó a Kai hablar con voz estrangulada. 

- Pero tú dijiste que no había demasiada actividad demoníaca... ¡dijiste que los niveles eran bajos!

- Eran bajos. - Gruñó Yeonjun.

- ¡Tu versión de bajo debe de ser distinta de la mía! - Gritó Kai, mientras la cosa que había sido Jisoo aullaba y se retorcía.

El ser parecía extenderse, jorobado, nudoso y grotescamente deforme...

Beomgyu apartó con un esfuerzo los ojos mientras Yeonjun se ponía en pie, tirando de él. Niki y Kai se incorporaron penosamente, sujetando con fuerza sus armas. La mano que empuñaba el látigo de Niki temblaba ligeramente. 

- ¡Moveos!

Yeonjun empujó a Beomgyu hacia la puerta del apartamento. Cuando él intentó mirar por encima del hombro, vio sólo una espesa masa gris arremolinada, como nubes de tormenta, con una figura oscura en su centro...

Los cuatro salieron disparados al vestíbulo del edificio, con Niki en cabeza. El muchacho corrió hacia la puerta principal, intentó abrirla, y se volvió con el rostro aterrado.

- Se resiste. Debe de ser un hechizo...

Yeonjun lanzó un juramento y rebuscó en su chaqueta.

- ¿Dónde demonios está mi estela?

- Yo la tengo. - Contestó Beomgyu, recordándolo.

Mientras tenía la mano en el bolsillo, un sonido parecido a un trueno estalló a través de la habitación. El suelo se alzó bajo sus pies, y él dio un traspié y casi cayó, antes de agarrarse a la barandilla de la escalera para sostenerse. Cuando alzó la vista, vio un enorme agujero nuevo en la pared que separaba el vestíbulo del apartamento de Jisoo, con bordes irregulares de madera y restos de yeso, a través del cual algo trepaba... rezumaba casi...

- ¡Kai!

Era Yeonjun quien gritaba; Kai estaba de pie frente al agujero, con el rostro blanco y una expresión horrorizada. Con una imprecación, Yeonjun corrió hacia él y lo agarró, arrastrándolo hacia atrás justo en el momento en que la cosa rezumante se liberaba de la pared y penetraba en el vestíbulo. 

Beomgyu sintió que se le cortaba la respiración. La carne de la criatura era lívida y como magullada. A través de la rezumante piel, sobresalían huesos... no huesos nuevos y blancos, sino huesos que parecían haber estado bajo tierra un millar de años, negros, agrietados y mugrientos. Los dedos estaban descarnados y esqueléticos; los brazos, apenas cubiertos de carne, llenos de llagas negras rezumantes, a través de las cuales se veían más huesos amarillentos. El rostro era una calavera; la nariz y los ojos, agujeros hundidos. Los dedos, terminados en garras, rozaron el suelo. Enredadas alrededor de las muñecas y los hombros había tiras brillantes de tela: todo lo que quedaba de los pañuelos de seda de Kim Jisoo. La criatura medía casi tres metros.




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